jueves, 9 de junio de 2011

VIVIR EN LO ABSTRACTO

Entrevista realizada a Antonio Vidal el 29 de febrero del 2000

La muerte no se destina a tocarle, pese a los homenajes. Y es que en esta isla,  no sé en otras partes del mundo, tanto agasajo es de mal agüero. Cuando a alguien de momento le empiezan a reconocer con insistencia lo que nunca ha dejado de hacer, decimos: debe estar por visitarle la pelona. Recién ha recibido el Premio Nacional de Artes Plásticas. Cuenta ya 72 años sobre la tierra; se le ve vital, fuerte y muy dispuesto. Aunque asegura no estar tan saludable, cansarse mucho caminando y ser pura fachada.
Por primera vez y pasadas las cinco de la tarde, el 25 de febrero toqué a su puerta. Reside en un municipio que aturde y atormenta: Centro Habana. En una calle que alguien quiso llamarle Enrique Barnet, y hasta consta en los muros, mas para muchos sigue siendo Estrella, su nombre anterior.
Dormía la siesta. La noche anterior su suegro había muerto. De todas maneras nunca utiliza la noche para descansar. Con la compañía de las estrellas y los pinceles, en la soledad y el silencio de la madrugada prefiere pintar.
Casi no hay espacio para él en su apartamento. Vive rodeado de libros; están en todas partes. Cuando salió del cuarto se sentó en la esquina derecha del sofá, minuciosamente dispuso en el brazo del mueble la cajetilla de Populares, el cenicero y la fosforera.
Tras la concesión del Premio Nacional de Artes Plásticas, los periodistas no han dejado de molestarle. Mientras le convenzo de que me permita grabar nuestra conversación, atisbo los títulos de algunos de sus libros. En una esquina creo ver abierto el Libro del desasosiego, del portugués Fernando Pessoa. Un buen pretexto para provocar a Antonio Vidal. Mejor que el diálogo sea entre el escritor Pessoa y el pintor Vidal.

Cuando vivimos constantemente en lo abstracto --ya sea lo abstracto del pensamiento, ya sea lo de la sensación pensada--, no tardan, contra nuestro mismo pensamiento o deseo, en volvérsenos fantasmas las cosas de la vida real que, de acuerdo con nosotros mismos, más deberíamos sentir. Viviendo mentalmente de lo que no existe ni puede existir, acabamos por no poder pensar en lo que puede existir.
Yo incursionaba: hacía cosas surrealistas, expresionistas, abstractas, de todo. Guido Llinás un día mirando, me dijo: para mí lo mejor que tú tienes es lo abstracto. Él no era abstracto. Me convencí de que era verdad.
Hay personas con las que uno se siente cómodo hablando, y gente con las que uno se siente cohibido. Con la pintura abstracta me siento cómodo.
Se cree que a uno como abstracto, la pintura que le gusta es la abstracta. Los gustos se amplían, porque uno va conociendo más. Me gusta Andrew Wayet, un norteamericano muy realista, que es del que parte Tomás Sánchez, con otro estilo, otro concepto. ¿Conoces pintura norteamericana?  ¿No has visto un cuadro de una mujer que está mirando hacia el horizonte? Se llama El mundo de Cristina. Hay como una pradera. Wayet no es el pintor de fórmula.
Hay otros muchos: Wilhelm Decunin, ese es abstracto, bueno a veces es abstracto y a veces figurativo; Franz Clain,  es un abstracto expresionista que me gusta mucho; Gorki; Picasso.

El arte es un esquivarse a hacer, o a vivir. El arte es la expresión intelectual de la emoción, distinta de la vida, que es la expresión volitiva de la emoción. Lo que no tenemos, o no osamos, o no conseguimos, podemos poseerlo en sueños, y es con esos sueños con los que hacemos arte. Otras veces, la emoción es hasta tal punto fuerte que, aunque reducida a acción, la acción, a la que se ha reducido, no la satisface; con la emoción que sobra, que ha quedado inexpresada en la vida, se forma la obra de arte. Así, hay dos tipos de artista: el que expresa lo que no tiene y el que expresa lo que ha sobrado de lo que tuvo.
Pinté por primera vez cuando no sabía ni leer, a los cuatro o cinco años. Antiguamente había unas cartillas que vendían por un medio en la bodega, eran de letras de imprenta. En vez de escribir, dibujaba las letras.
Más tarde estuve en la Academia Villlate, en la calle Buenos Aires, en el Cerro. No eran muy exigentes con la edad, ni con el talento, ni con nada. Cualquiera mequetrefe podía ir. Fíjate que yo entré. Por allí pasaron Portocarrero, Delarra, y Arroyito, un caricaturista increíblemente bueno...
Se ponía punto final cuando uno se aburría, yo me aburrí como a los dos o tres años. Era siempre lo mismo. El primer año era copiar láminas con cuadrículas, que eso es un sistema que creo que ni en el siglo pasado se usaba ya. El segundo era un poco más interesante: copiar figuras de Miguel Angel, Lescaut. Permitía aprender a dibujar un poco mejor.
Después machucándome el cerebro, prácticamente autodidacta. Pero he leído más libros de pintura, de técnica de pintura... es una biblioteca. Libros malos y buenos. Porque hasta en el libro más malo del mundo, siempre encuentras algo. Incluso para saber lo que no se tiene que hacer.
Hay fórmulas, hay fórmulas que hay que respetar, de composición, de problemas de color, pero uno tiene que adaptarlo a su criterio, a su sensibilidad. Uno no puede hacerlo todo por un patrón, porque entonces no es artista. Creo que el arte está también en romper con esas cosas.
Luego me dediqué a trabajar en Publicidad, y pintaba. Llevaba las dos cosas. La mayoría de los pintores de aquella época éramos bastante menospreciados, además no nos sentíamos seguros para dedicarnos a la pintura solamente. A cada rato viene gente de la Universidad para que hable de los Once. Me niego, creo que eso no existió. Han hablado tanto, que me digo: ¿de verdad habrán existido?
La primera exposición que hicimos en grupo fue la del 52: Hugo Consuegra, Tomás Oliva, Guido Llinás... Éramos amigos simplemente, se ha hecho el mito de que eran abstractos, y no era así. Le dieron tanta alharaca a aquel grupo, tanta publicidad, páginas enteras llenas de fotografías, en todas partes hablando de los Once.
Con el tiempo nos fuimos separando. Unas veces nos fajábamos; después exponía el Grupo de los Once y éramos 10. Como teníamos ya un nombre, lo adoptamos porque nos lo pusieron en la prensa. Hablaban de los Once, ah bueno, nos llamamos los Once.
Para ser profesor de la ENA, tuve que estudiar mucho. El título que tenía era de la vida y de la experiencia. Hay cosas que uno las sabe por intuición, porque ha visto mucha pintura, pero no sabe explicarlas. A un alumno no puedo, se me caería la cara  de vergüenza, decirle: eso no sirve, o eso es bueno, y no poderle explicar.
Tenía que darle razones, convincentes. Creo que si tengo algún prestigio, es por eso. Yo no decía: eso no me gusta. El gusto puede ser muy variado. Tienes que explicar: porque esto no tiene composición, porque la composición es muy mala, porque el dibujo es débil... hay miles de razones para decir que una cosa es buena o mala.
Cuando llegué a los 60 años me jubilé. Ya un poco aburrido de las clases, por la indisciplina... Me han propuesto que fuera al ISA a dar conferencias. No me interesa, lo mío es seguir pintando hasta que vaya al otro lado.
Hace poco vinieron para que diera unos talleres a niños, no hombre no. Además no sé enseñar a niños. Hay gente especializada en eso y lo hace muy bien. Pero yo al niño no le sé enseñar, le voy a exigir como a un mayor, y eso no sirve. Los niños tienen otra visión.

El arte consiste en hacer sentir a los demás lo que nosotros sentimos, en liberarlos de ellos mismos, proponiéndoles nuestra personalidad como una especial liberación. El arte miente porque es social. Y sólo hay dos grandes formas de arte: una, que se dirige a nuestra alma profunda; la otra, que se dirige a nuestra alma atenta.
Empecé a pintar sin pensar que iba a ser pintor, lo hacía por mi gusto. Era una descarga. Usaba unos pinceles que vendían en la ferretería, muy baratos, y pintaba sobre cartones. Después empecé a pintar sobre lienzo, con óleo, pero al principio era...
Debe haber alguna de esas primeras obras por ahí; si me la encuentro y no me gusta, la rompo. Quiero que cuando me muera no se descubra: mira, un Antonio Vidal, qué basura. Estoy cansado de romper cosas. A lo mejor hay alguna cosa académica, pero eso no tiene importancia. Son pecados menores.
Yo vengo para el estudio alrededor de las diez de la noche, me pongo a pintar, y cuando me impulso puedo trabajar cuatro horas, cinco, ocho seguidas. Los cuatro años que estuve sin pintar me sentía muerto, por el piso. Aunque tuviera una obra muy vasta, el hecho de estar inmóvil lo mata a uno.
Leía y leía como un loco. Veía televisión,  andaba hecho un imbécil. Fue un tiempo amargo, amargo. Echaba hiel por la boca. Fíjate que me hicieron un documental que creo que tienen que quemarlo, porque digo tantos disparates.

En el arte no hay desilusión porque la ilusión ha sido admitida desde el principio. El arte nos libra ilusoriamente de la sordidez de ser. No hay que despertar del arte, porque en él no dormimos, aunque soñásemos. En el arte no hay tributo o multa que pagar por haber gozado de él. El placer que nos ofrece, como en cierto modo no es nuestro, no tenemos que pagarlo o que arrepentirnos de él.
Me gusta que mis cuadros salgan aquí, allá, que viajen. Que me los compren, vaya. A veces oigo que lo mío está pasado de moda. No soy modisto, no tengo nada que ver con Christian Dior. Nunca me he dejado comprar. Vendo, pero no dejo que me hagan pintar lo que quiera otra gente.
Si me preguntas si mi pintura tiene algo de cubano: soy cubano, he vivido toda la vida aquí, y lo que veo son cubanos. Mis ojos lo que ven es Cuba.
Insisto en decir que no soy egocéntrico. Uno tiene un grado de vanidad sobre las personas normales, pero las personas normales son vanidosas también. ¿A ti no te gusta ver tu nombre en letra impresa?
El día que me dieron el Premio Nacional de Artes Plásticas, estaba la Pogolotti, la Novoa. Son unas señoras pegadas al sillón de su casa y fueron. Para mí es un honor tremendo. Cuando entré por la puerta que vi todo ese teatro repleto de gente, para no ponerme nervioso dije: esto no es para mí; soy uno más que llegó. Lo único que me sentaron allá delante. La presentadora dijo: Maestro, unas palabras. "Como buen abstracto voy a decir lo menos posible, muchas gracias".

No hay comentarios:

Publicar un comentario