jueves, 30 de junio de 2011

EN SU PEQUEÑO TEATRO

Entrevista realizada a Roberto Fabelo el 13 de julio de 1999

"Qué sacrificio tan inútil hijo de mi vida, el que estás haciendo de tu tranquilidad y de la de todos los que te quieren, no hay un solo ser que te lo sepa agradecer, el que más achaca tu sacrificio al ansia de brillar, otros, a la propia conveniencia, y nadie en su verdadero valor".
"Cuando tengas mucha faena, deja el escribirme para otro lugarcito, pues cartas como la última no me llenan y me dejan muy triste, pues sólo parece escrita para cubrir un expediente. Qué poco confidencial hijo, ni me dices siquiera si sabes a menudo de tu hijo, ni me preguntas si sé yo de él, ni me das a entender si habías recibido la última mía, en la que se te preguntaba algo de tu salud, nada, nada, neblina tan tupida como la que velan mis ojos, y sin embargo no te puedo escribir así, pero como los del alma están claros creen ver en esa carta mucha ofuscación".
"La pluma se me cae de la mano, no sé ni lo que te escribo, ni si esta tendrá la misma suerte de las anteriores, así es, que acabo aquí rogándote otra vez si la lees no sea con tanta indiferencia como las demás, pues de lo contrario me harás dudar de tu juicio y de tu cariño, pues por trabajosa que sea tu vida no puede faltar un momento, para evitar esta angustia en que haces vivir, o mejor dicho, morir, a tu madre".

Cuándo le pregunté a Fabelo qué ha significado nacer en Cuba un 28 de enero, el mismo día que José Martí, respondió con fragmentos que tiene marcados en un libro. Más tarde explica:
Recientemente salió una edición de las cartas que le dirigieron a Martí, y hay que ver lo terrible que resultan algunas. Hay reproches de la familia, son duros. Y me doy cuenta que estuvo tan integrado a su labor política, poética, como periodista,  y como hombre comprometido, que prácticamente no tuvo tiempo para la familia. Me gusta haber nacido el 28 de enero. Me siento martiano, y para cada uno de nosotros Martí significa muchísimo.
En documentos me vine a inscribir cuando tenía 14 años. Mis padres no se habían casado; mi padre se llevó a mi madre cuando ella tenía como 15 años. Sabes que en el campo eso se da. No vinieron a casarse hasta que estuvimos en La Habana.
Hasta esa fecha solo me llamaba Roberto. Y desde entonces es que me llamo José Roberto. El José no lo he usado nunca, sí en documentos. Todo el mundo desde niño pues me llamaba Roberto, y seguí Roberto. Después, en el medio, Fabelo. Me pusieron José en homenaje a Martí. Claro, a medida que pasó el tiempo fui conociendo más a Martí, su grandeza poética, lo histórico.

¿Podría decirse que Roberto Fabelo es un buen lector?
No. Antes leía más que ahora; es una verdad que duele. Leía más, dedicaba más, tenía más tiempo. El horizonte estaba mucho más lejos, y esa avidez que tiene uno cuando empieza a formar su personalidad intelectual, artística.
Leí de todo lo que me caía en las manos. Sobre todo cuando desde la adolescencia en La Habana, empecé a decidir que iba a estudiar Pintura. Me acuerdo que casi simultáneamente leía a Alejo Carpentier, a los escritores americanos que por aquella época se publicaban mucho aquí, la gente de la Generación Perdida, Hemingway.
Ya después no solo ficción, sino obras de otro carácter: ensayos, textos teóricos. Que son también directamente contribuyentes a la formación de una poética personal, de una visión, de un tipo de reflexión. Los libros de Historia del Arte, de crítica. Todo lo que aparece en revistas culturales, que uno no tiene que menospreciarlo en lo absoluto. En las revistas literarias y artísticas se mueve mucho de lo que acontece. Pero no soy un lector como quisiera; cada día más tiempo para pintar, para dibujar, y menos para todo lo otro.
Y bueno como soy muy amante de la familia, me siento bien con mi familia, con mis hijos, dedico tiempo, hago un esfuerzo. Trato de hacer un todo, entre el protagonismo que también tiene mi labor creativa y la familia. No es solamente que haga un trabajo que sea una contribución a nuestras vidas... desde todos los puntos de vista, como obra creada, como patrimonio para la familia, también desde el punto de vista económico. No quiero perder de vista que no hay nada que pueda suplantar, no hay ningún sucedáneo para las relaciones familiares. Es un problema de equilibrar, que siempre es difícil.

En el caso de la obra de García Márquez que ilustró, ¿fue un pedido del Gabo?
Sí; había hecho dibujos a partir de la lectura de Cien años de soledad y otras obras, sus cuentos. En una ocasión, no me acuerdo si fue en un Congreso, yo tenía unos dibujos expuestos. Al tiempo me mandó un mensaje: quería que ilustrara La triste historia de la Cándida Eréndira... Aunque había dibujado sobre Cien años de soledad, fue ese el primer libro.
Y después en Cien años de soledad un montón de ilustraciones, y a cada rato retomo. Aparece una Amaranta por ahí, o la abuela desalmada, o la Cándida. Eso debe haber dejado quizás algo en mi trabajo: no digo macondiano, pero sí puedo decir garcíamarquiano; quizás como revelación de nuestra identidad latina o latinoamericana, conjuntamente con Carpentier. Cierto barroquismo en mi trabajo, pero García Márquez fue..., como para muchos escritores y artistas, fue siempre una revelación muy grande. Y puede que haya algo de todos esos personajes delirantes y fantásticos que aparecen en su obra. Es un peligro.
En Venezuela, a alguien se le ocurrió escribir: “Fabelo es la llave de García Márquez”. Una exageración que no me gustó, pero lo hubiera dicho a la inversa: “García Márquez es la llave de Fabelo”. Lo que pude extraer es que existía una relación muy estrecha entre mi concepción de la imagen, de los personajes. Es como un componente, igual que el cine, el disfrute de la naturaleza... son factores. Lo que ha creado el hombre influye en uno.

El colombiano Fernando Botero ha manifestado que las influencias son la riqueza de un pintor. ¿Cuáles son las de Fabelo?
Oh millones, y de todo tipo. En términos de pintura, he dicho que tengo una influencia de la hispana, desde Velázquez, Goya, hasta... Cuando digo influencias hay que verlas desde muchos sentidos. Porque no es que la imagen propiamente te remita de inmediato a uno u otro pintor; sino que viven a veces en el sentido de los asuntos y trasmundos. Por ejemplo, un pintor como Antonio Saura siempre me impresionó.
Le debo mucho a Goya, a Velázquez, y al espíritu de lo hispano, a la picaresca, al sentido un poco grotesco de ciertos contenidos. Y eso está presente en mi trabajo como influencia. Igual que pienso que hay también influencias del cine, hasta de los cómics. De la literatura. Es decir, influencias múltiples.
Recientemente un último pintor que conocí, Lucian Freud, nieto de Sigmund Freud para más. Un figurativo interesante, muy singular. Es un creador que puede ser influyente; me sentí identificado inmediatamente con su obra, con su interés por la figura humana, por los rasgos del alma y del cuerpo. Pudiera decir casi que me hubiera gustado ser así. Como me hubiera gustado ser Velázquez o Goya.
Hay otras influencias de otras fuentes de interés para mí, como la escultura religiosa, en los retablos. De alguna manera he intentado hacer también algunos planteos con la escultura, usos del volumen, no solamente el plano.  Ese interés que he tenido en la figuración viene de ahí.
El mundo de la plástica ha cambiado mucho, ha seguido evolucionando. El asunto más que decir si estoy o no a la vanguardia, o si sigo la tradición, es tratar de ser consecuente y lo más natural posible. Cómo fluye la creación humana, que tiene que ser el súmmun de toda esa experiencia vital, cultural. Y de influencias que no percibimos de inmediato, pero que están ejerciendo una fuerte impresión sobre uno. Son señal, sin ningún sentido místico, de las complejas relaciones entre los seres humanos, entre las cosas.

¿De qué manera logra la conjunción entre lo grotesco y lo bello?
Hay una rara belleza en lo grotesco. En el Reparto Náutico, donde vivía, tenía al frente una señora. Era una negra gorda, bajita. Era un negro casi morado. Me recordaba, en una asociación, un caimito cuando está maduro: estiradita la piel de la fruta, una mezcla de un rojo con un violeta oscuro.
Esa señora... intenté que me posara, casi lo logré. Tendría, no sé, 50 años, y era casi redonda por completo. Era una figura rara, extraña, insólita. Hay una poesía de lo raro, y una belleza de lo raro. Y de lo que esa señora, casi grotesca en su constitución, estaba dando como forma. Y no es pasión morbosa la que hay por ese tipo de gente.
Un perro chino, con esa piel desprovista de pelo, tiene el color de... Casi feo, cuando digo casi feo digo casi bello. Y esa relación está definiendo o revelando un sentido de la belleza, que no brota solamente de las cosas lindas. Estoy hablando de ese tipo de belleza que da lo grotesco, lo exagerado, lo inusitado.
La existencia de esa realidad el hombre no la descarta, la ha incorporado a su vida misma. Una pared totalmente descascarada tiene también la belleza del tiempo que ha pasado, donde las moscas se han posado.

¿Por qué tantas cabezas?
La cabeza es lo que más veo. Es la cima del ser humano. Sobre la cabeza pongo cosas que pueden remitir a una idea totémica,  a una imagen totémica. Pero también son como las cosas que salen de la cabeza del hombre.
Además en las cabezas, en los rostros, está la historia de la gente, su pasión, su verdad, su mentira. Aunque la gente se enmascara. Eso es un rejuego, un poco "teatralesco". Y de ahí esa serie que titulé Pequeño teatro, donde quizás en las cabezas está la síntesis de todo lo que sucede.

Ud. no es muy amigo de pintar en la calle. Olvidemos eso ahora: si tuviera que hacer un mural de conjunto en cualquier rincón de La Habana, ¿con qué pintor cubano lo haría?
Hay dos pintores con los cuales me gustaría hacerlo: uno que ya no está, que es Carlos Enríquez; y otro que está todavía, que se llama Pedro Pablo.

¿Qué queda del niño que nació en Guáimaro?
Eso es algo, que por suerte para mí, creo que todavía existe. Por suerte porque sigo asombrándome con muchas cosas. He declarado a veces que me siento como un estudiante permanente.
De alguna manera me doy cuenta que estoy transmitiendo a veces hasta conocimientos de la naturaleza de un muchacho, de un niño, de un tipo interesado en conocer cosas y en asombrarse con las cosas. Eso dicho ya al borde de los 50 años puede parecer un poco exagerado, pero lo confieso así sinceramente: sigo sintiendo que me asombro a veces con una imagen extraña, un libro extraño, mirando con los niños míos la naturaleza.
Y qué sucede, que con el tiempo es una cosa que se va perdiendo. Ese niño no digo que uno lo vaya matando pero sí lo va suplantando por un adulto problematizado, envuelto ya en problemáticas de otra etapa de la vida. Pero sí me sigo sintiendo todavía con esa especie de inquietud. Creo que mientras que lo acompañe a uno, eso influye mucho para las expectativas creativas, y para las ansiedades por hacer cosas. Algo, algo parece que queda.

¿Y las figuras que hacía con cera cuando niño?
Eran lagartijas, alacranes, arañas. Las hacía lo mismo con fango que con cera, para divertirme. A mi abuela, pobrecita, le asustaban los alacranes. Se los hacía tan minuciosos, que eso le daba más realismo. Mi abuela, la madre de mi padre, se los encontraba en la cama, o en la mesa cuando iba a comer. Travesuras, ¿no?
Claro, me doy cuenta que me daba gusto hacerlo. Y modelar con barro, barro que desechaba, que ni siquiera llegaba... Todavía no era el asunto llevarlo a cocer, ni nada. Era una cosa muy primitiva, muy infantil, muy ingenua, muy divertida.
Ahí está la génesis de mucho de mi trabajo, de mi interés posterior por ese contacto con la naturaleza, con los animales, el entorno, con los materiales que había a la mano. Y además hacer cohetes y ese tipo de cosas con medios del lugar: huesos, latas viejas que me encontraba. Era típico armar una carreta con latas escachadas. Ese era un juguete muy rústico. Cogíamos dos botellas, las uníamos por el cuello y eran como dos bueyes. Hacíamos un corral en la tierra, metíamos pajitas de las mismas ramas, cercábamos con una soga, y así nos divertíamos. Como hacen los niños.

Precisamente fue un pequeño quien me acompañó antes de conversar con el pintor. Gabriel Fabelo apareció en calzoncillos y envuelto en una sábana blanca a modo de capa: “Yo soy Batman Murciélago. ¿Y tú dónde vives? ¿Con Manolo? ¿Con la Doctora?” No sabía qué decirle; apenas articulaba bien y costaba entender algunas de sus preguntas.
Ahora mientras vuelvo a aquella mañana, dudo: ¿con cuál de los dos niños me quedo, con Gabriel o con su padre? El artista me había descubierto cómo fue; su hijo, antes de marcharme, corrió hacía mí con un montón de tallos de plantas: “te regalo esta florecita”. ¿De cuál de los dos habrá sido la idea?

miércoles, 29 de junio de 2011

BÁLSAMO PARA EL ESPÍRITU

Entrevista realizada a Ernesto García Peña el 8 de marzo del 2000


Al fin el fin. Última aproximación a la pintura cubana contemporánea. En el viaje unas cuantas sillas al borde del camino: pereza, desengaño, decepciones, tristezas; o sea la vida que no es como quisiera. Pese a tantas paradas, conjeturo el desenlace. Muy bueno para mi proyecto de libro, y no tanto para mi alma. Pero... los profesionales no deben dejar que sus rutinas de trabajo sean afectadas por las emociones.
Con este aliento de sobreponerme a todo, me encamino al diálogo con Ernesto García Peña. Él, llega a mí con las mejores cartas de presentación: especialmente recomendado por Antonio Vidal. Yo, por estos días, no soy buena compañía ni para un gato callejero.
La primera magia ocurre al revisar catálogos de su obra: es un bálsamo para el espíritu. Paz, amor, deseos esperanzados, sensualidad sosegada, erotismo indefinible. En sus desnudos, las pelvis enmudecen para sugerir.
Su paleta produce el mismo éxtasis que las descripciones de Anaïs Nin en su Venus erótica: "El espectáculo era un hechizo. La piel no tenía defecto alguno, y los labios eran rosados y llenos. Pensó en la hoja del caucho de la que brota una leche secreta cuando se la presiona con los dedos, una secreción de olor particular, como la de las conchas. Por ello Venus había nacido del mar llevando en ella el pequeño núcleo de miel salada que sólo las caricias podían extraer desde las ocultas profundidades del cuerpo".
El ánimo con que asistí a la conversación con Ernesto García Peña, ante sus palabras y sus lienzos, se fue metamorfoseando. Le debo por siempre la devolución de mi calma interior; aunque exacerbara esta maña casi masoquista de remover mis recuerdos. "No miraré a tus ojos para que no me desarmes. Un inmenso silencio será el preámbulo del hallazgo... Las manos marcan la silueta, inventan la suavidad de tu piel. Los ojos se cansan tratando de encontrar huellas de otros cuerpos. Tu boca me tienta y la mía te recorre hasta dejarte intacto. Te descubriré temblando. Espantaré la lujuria y te amaré sin prisa, como si fuera mi única vez".

Todos mis hermanos tienen algo que ver con el arte. Tengo un hermano, que después se descuidó, aunque pinta como aficionado. Estudió en la Escuela de Arte de Matanzas antes del triunfo de la Revolución.
Tengo una hermana, Oneida García, que le gusta mucho escribir, y actualmente es una de las máximas triunfadoras en certámenes de aficionados en la provincia de Matanzas. Lo mismo te escribe un cuento que una poesía. Le gusta crear para los niños.
Otra hermana, antes del triunfo de la Revolución, se ganó una beca en San Alejandro. Pero la lejanía, la pobreza, el miedo al enfrentamiento con la ciudad, hizo que ella no pudiera venir y se tronchó esa posibilidad. Ahora es una perfecta ama de casa.
Y ahora tengo un hermano que es un talento en relación a la Plástica. Es brillante, pero no tiene interés en disciplinarse. Le interesa más vivir.

Su familia, ¿qué espacio ocupa?
Tengo tres hijos. La relación con mi familia es fundamental. Es tal vez lo que me estimula a crear. Sé que para trabajar no dependo de ella, no estoy limitado en ese sentido, amarrado a la necesidad de tener... En eso soy muy fuerte, capaz de sobreponerme a cualquier cosa y ponerme a trabajar, que mi obra no se pare.
Perdí a mi papá, una gente que amé y amo extraordinariamente, con unas cualidades humanas tremendas. Si alguien ve algo de mí positivo es gracias a él, esa cualidad la tenía él incluso más superada. Mi mamá. Tengo una relación muy buena con mis padres, siempre los respeté mucho, jamás en la vida les di oportunidad de pegarme, me bastaba con un regaño, una mirada. Fueron muy cariñosos. Tuve la posibilidad de ver el amor de ellos por más de 50 años. Desde los 13 eran novios, una vida entera.
Cuando mejor me siento es cuando hay armonía en la familia, y cuando me siento correspondido en mi amor. Eso ha permitido que pueda crear con más efectividad.

Según Manuel López Oliva, su obra se define por evocar sensualismo y dimensiones eróticas. ¿Considera que su obra, o una parte de ella, es erótica?
En los últimos años mi pintura... no sé si el término erótico... pero sí, siempre he hecho una obra que tiene una carga erótica, me sale muy natural.
Cuando estudiaba en Cubanacán, todavía tenía el arique arriba, en aquel tiempo Fernando, profesor mío, excelente pintor, tenía un sentido del humor muy especial, dosificaba la ironía hasta donde uno lo merecía según las características de cada cual.
Entonces Fernando propone tema libre y hago una pareja. Esa pareja está sentada en un parque, tiene un boceto de bicicleta detrás. Y me dice: "tú deberías esperar a que se pusiera la exposición de Servando Cabrera antes de seguir copiando el cuadro".
"¿Quién es Servando Cabrera? ¿De qué cuadro me está hablando, profesor?" Él al principio pensó, como no me conocía, que era mentira mía. Después se dio cuenta que de verdad no sabía nada.
Fernando era muy amigo de Servando Cabrera: "¿qué tú vas a hacer hoy? Vamos a ir a casa de Servando". Cuando entré había un cuadro que era exactamente igual a lo que yo estaba pintando. Era increíble la correspondencia. Ahí conocí a Servando Cabrera, que no fue profesor directo en el aula, pero sí en la vida y después llegué a tener esa influencia.
Con los años descubrí por qué coincidimos. Servando tenía la gran capacidad de demostrarme y demostrar a la gente de que él podía influenciarme a mí, pero que yo era yo, y que él era él. En el catálogo de mi primera exposición, él escribe las palabras.
Lo que sí me di cuenta leyendo entrevistas de Servando, no sé por qué él nunca, no he leído, reconoció influencias de Carlos Enríquez. Y realmente yo no conocía a Servando, pero sí a Carlos Enríquez.
En el año 73 decidí meterme a pintar con el sensualismo, la obra que me gusta hacer. Carlos Enríquez lo mismo te pinta una pareja, que una casa, sensualmente. Es lo que pienso que existe igual en mi obra.

¿Qué tienen en común sus caballos con los de Carlos Enríquez, o con los de Chagall? ¿Reconoce también influencias de Chagall?
Carlos Enríquez para mí es una gente importantísima. Al principio la influencia fue natural, un poco ingenua; después uno investiga y aprecia con más rigor. A lo mejor si hubiera nacido en otro país, su obra hubiera sido más reconocida internacionalmente.
Pienso que sí, no te puedo decir que sea totalmente formal, pero sí en el concepto. Hay un sentido de resolver conceptualmente la forma en Carlos Enríquez, que sí tiene que ver con lo que hago. Por ejemplo, el lograr yuxtaponer, resolver  la forma de una manera que dé la impresión de transparencia, limpieza.
No pretendo copiar la realidad, hacer lo que la fotografía, eso no me interesa. Creo que tengo la posibilidad de expresarme si combino lo que me ha dado la naturaleza en ese sentido; es decir he reflexionado y no tengo por qué limitar mis posibilidades.
A veces hago una carga un poco más realista en determinado momento. Algo que me enseñó el arte abstracto, y antes que este conceptos pictóricos, es que lo primero es lograr expresarte. Uno tiene que demostrar que tiene algo que decir, si no ¿para qué lo hace? No por oficio; en eso pienso que está la poesía. En lo que hago, parte del cuadro, es muy descifrable para cualquier persona, pero hay otras que ya han tenidos soluciones formales y técnicas de otra complejidad.
Trato de lograr que la gente empiece a ver formas, y yo mismo con el tiempo recrearme en eso. Es que el espectador es un poco creador; si le das todo masticado, puede decirse que hay cierta frialdad en la recepción.
Trato siempre de motivar, atrapar la atención del espectador, y después meterlo en el asunto, que siempre que vea el cuadro se sienta bien y que un día descubra cosas que ni yo mismo he descubierto.

Ud. fue maestro de algunos de los pintores de la Generación del 80...
Fue una generación excelente. La labor que hizo posibilitó... realmente refrescaron la visión del arte en Cuba. A partir de la enseñanza que recibieron, su arte fue diferente.
Algunos de ellos pudieran estar confundidos en algunos aspectos, tal vez porque eran inmaduros, estaban empezando. Pero creo que aquí se trabajó mal en ese sentido, y se tomaron medidas de estímulo hacia la salida de ellos del país.
Se atrevieron a criticar y cuestionar diferentes cosas que pasaban, y me da la impresión, puede ser que esté totalmente equivocado, que les estimularon a que buscaran otros horizontes, a algunos de ellos.  No dejaron de ser brillantes artistas; no viven aquí, pero son pintores cubanos. Algunos lo que están haciendo ya no tiene nada que ver con lo que hacían, aunque son cosas muy buenas.
Los que tienen que ver con el hecho cubano, que es el antillano, caribeño, por ejemplo Tomás Sánchez, sabiamente han tratado de vincularse con la vida y procuran mantener un status muy cercano a cuando estaban aquí, incluso algunos periódicamente vienen. Una necesidad lógica, como la que tenemos nosotros de salir a buscar.
Entonces, lo que sí te puedo decir es que de esa generación mucha gente se perdieron. Como artistas. Muchos de ellos ya eran evidentemente destacados, y siguen siéndolo. Pero había muchos que tenían la posibilidad de serlo; realmente la confrontación en un mundo diferente, sin el apoyo que hubieran tenido desde aquí... se los comió el mercado.
Voy a México y me encuentro a algunos en el Bazar de Sábado, muchachos que estudiaron hasta en el ISA están allí vendiendo como si estuvieran en la Plaza de Armas. Se han visto en la necesidad para sobrevivir.
Conozco artistas muy destacados, más que esos todavía, que ya estaban consagrados aquí, que han tenido que hacer retratos. Están mal espiritualmente, económicamente. En algunos de los que se han ido de este país se murió el sentido artístico, algunos murieron de tristeza, y hasta alguien terminó en el suicidio.
Mucha gente se equivoca. En Cuba, es mi criterio, el artista que es bueno recibe un reconocimiento social que es difícil que lo tenga en otra nación. Es raro que un artista brasileño sea el número 1 en México.
Conozco artistas de diferentes países que no viven de su arte solamente, tienen que hacer otra cosa, enseñar, diseñar. Conozco a quienes eran profesores en el ISA y se fueron a hacer vida artística en España, pero no están pintando, están enseñando. Lo más que han logrado es, no en la Escuela de Arte de Madrid ni nada de eso, en una universidad donde se forman otro tipo de estudiantes, que el perfil es otro, que le den una plaza de profesor de Artes Visuales. No es fácil llegar a España, con esa tradición en pintura.

Si tuviera que deshacerse de toda su obra y solo quedarse con una...
En la actualidad hay una obra que está en Estados Unidos. Pensé que no se iba a comercializar, no tomé las medidas necesarias, le puse un precio altísimo, seis mil dólares, y se vendió.
Después de eso he hecho dos o tres que para mí han sido importantes y no las tengo. La medida que he tomado para que eso no vuelva a suceder, es que cuando quiero mucho una obra trato de que no se venda, y que si se vende se quede en Cuba.
Después que tomé esa decisión me ha ido bien, prácticamente muchos de mis amigos tienen una obra, como son buenos amigos no las tengo yo y las tengo yo. A veces uno se equivoca, pierde obra.
Hace poco murió una amiga; tenía el cuadro más importante de la década del 70. Vivía sola; la familia heredó lo que ella tenía y yo perdí el cuadro. Eso me duele.
Pienso que por problemas tal vez justificados, y en muchos casos no justificados, se ha descuidado mucho en este país el hecho de preservar, adquirir, cuidar y conservar la obra de arte.
Mucha obra que en estos años se está produciendo, para verla en un futuro vas a tener que ir a España, Estados Unidos. Sencillamente hay un mal trabajo en eso.
Te diría que los llamados especialistas en promoción y gestión del arte en Cuba, en su mayoría trabajan bastante mal. Son escasos los que saben dónde vive Antonio Vidal y qué pinta Antonio Vidal. Y le puedes preguntar a él quién lo ha visitado. Te estoy hablando de un Premio Nacional de Artes Plásticas. Con Julio Girona igual, Raúl Martínez, Sosabravo. Nunca se acercan al artista para sostener ningún tipo de conversación.
Quizás debiera existir algún tipo de regulación de que antes de vender una obra hay que ofertársela al Museo. Te doy la posibilidad de ser mi comprador, pero eso no me imposibilita de vender a otro.

¿La literatura y su obra?
Muchas de las cosas que pinto tienen que ver con la obra de determinado escritor. En el año 95 conocí a Manuel Orestes Nieto, simpatizamos y él me propuso trabajar en conjunto. Me dio un libro, El mar de los zargazos, que finalmente cuando lo presentó cogió el Premio Nacional de Literatura de Panamá. Toda lo que hice desde que lo conocí, todavía lo sigo haciendo, lo que ya incorporo otras cosas, tiene que ver con ese libro.
Antes me había dedicado a parte de la obra de Nicolás Guillén, García Márquez, y cuando me gradué en el ISA la tesis se llamaba Amores. Era una serie de litografías, cada una era una letra, a veces con toda intención no tan fácil de identificar.
Así conformé la palabra Amores. ¿De dónde sale esta idea? Del poeta Whitman. Mi libro de cabecera es Canto a mí mismo.

lunes, 27 de junio de 2011

ADIGIO Y EL JUICIO FINAL

Entrevista realizada a Adigio Benítez el 17 de febrero de 1999


Ángeles  que expulsan a los condenados hacia el infierno, Caronte y la barca, María la madre del Salvador, el antro de los demonios, San Juan Bautista, San Bartolomé Apóstol, la cruz, la corona de espinas, ángeles con trompetas, y Cristo juez.
Los ojos de Adigio no se paralizan; piensa que si la contemplación deteriorara...  Lleva horas dentro de la Sixtina. "El Juicio suscita en nosotros el vivo deseo de profesar nuestra fe en Dios, creador de todo lo visible y lo invisible. Y, al mismo tiempo, nos impulsa a reafirmar nuestra adhesión a Cristo resucitado, que vendrá el último día como juez supremo de vivos y muertos. Ante esta obra maestra confesamos a Cristo, rey de los siglos, cuyo reino no tendrá fin" --había expresado Juan Pablo II  luego de la restauración concluida en 1994.  El Juicio Final ocupó ocho años en la vida de Miguel Ángel Buonarroti, hasta que la obra fue revelada al público el día de Navidad de 1541. 
Adigio, poco a poco,  visiona la creación. Es entonces cuando entiende que su  lectura será otra entre tantas. La obra obviará  el mandato que había recibido Moisés en el monte Sinaí: no consentir la representación de Dios.

Estoy trabajando, lo que pasa es que es un proyecto que no puedo dedicarme a él porque es muy ambicioso. Fue una idea de un amigo venezolano, es un arquitecto urbanista, cuando en 1994 estuve seis meses trabajando allá en una galería. Fue precisamente el que me llevó  a mi primera exposición en Venezuela en el año 1993. Es un hombre de una posición económica muy buena, a él no le interesa hacer papel de galerista, ni de marchante, sacar ningún provecho de las pinturas, pero bueno se hizo muy amigo mío y me hizo una sugerencia: en estos momentos que está la restauración de El Juicio Final de Miguel Ángel, por qué no haces una versión tuya de eso.
Trabajaba para la galería y tenía un compromiso, entregar mensualmente un cuadro y algunos dibujos, pero me quedaba tiempo y fui haciendo bocetos, dibujos, croquis, basado en esta misma apropiación de El Juicio Final combinada con figuras mías. También exposiciones, mandar obras a las galerías, muestras colectivas, es decir, hay que hacer un gran trabajo. Se ve uno forzado, también por problemas económicos, por vender.
Este conjunto, bastante complejo, tiene al menos una docena de obras, y grandes, sobre todo el cuadro central donde aparece Cristo juez rodeado por una serie de figuras, algunas están en el mural de Miguel Ángel pero también están acompañadas por figuras mías. He estado por momentos trabajando en eso. Pero no puedo dedicarme todo el tiempo, ¿con qué como? ¿no es verdad?
Si tuviera un patrocinador que me dijera: ponte a trabajar un año y no te preocupes que te doy cierta cantidad todos los meses, después la obra pudiera ser de él, es decir, el conjunto de la obra y pagarme lo que resta. Entonces pudiera alejarme de esa necesidad de hacer obras para determinado lugar.

Soy muy severo
Estuve en la escuela preparatoria de San Alejandro, había que pasar dos años primero y después creo que eran cuatro más o seis, no recuerdo. Tenía a Adriana Billini en Dibujo, en Escultura a Ramos Blanco, y Esteban Valderrama era en ese momento el director y profesor de Perspectiva; en Historia del Arte a María Ariza. Estaba en la clase de Dibujo, Manuel Vega; Romañach en Colorido, tenía una auxiliar que era la que daba las clases y él iba de cuando en cuando a revisar los trabajos. Ya estaba un poco viejito.
Cuando había pasado los dos de la anexa y los dos primeros de San Alejandro, tuve que irme a trabajar a la Cerámica de Santiago de las Vegas. Empecé a colaborar con dibujos, caricaturas, primero en un periódico de Santiago de las Vegas, La Voz del Pueblo, y mandaba colaboraciones al magazine Mella.
Hice también algunas con Hoy y cuando me gradué en 1949 me llamaron para que trabajara regularmente allí. Estuve hasta 1953, que fue cuando lo clausuraron por el asalto al Moncada. Después pasé al Canal 2 de Televisión en agencias de publicidad y también mandando colaboraciones clandestinas a La Carta Semanal.
Desde mi más temprana juventud, prácticamente desde mi niñez, mi familia estuvo asediada por la policía de los diferentes gobiernos. Mi papá y unos cuantos tíos pertenecieron al primer Partido Comunista. Me crié en ese ambiente. Con mis colaboraciones en Mella y  Hoy, empieza a aparecer mi nombre.
Ellos me conocían como el dibujante del Partido Socialista Popular que trabajaba en el periódico Hoy y el magazine Mella. Al pasar a Hoy, ya no colaboraba con Mella, quien lo hacía era Virgilio. Clandestinamente firmábamos con seudónimos. En el magazine Mella firmé como Laura; después Virgilio cogió el mismo seudónimo y empezó con mucho trabajo contra la policía. Les molestaban mucho unos muñequitos de Virgilio en Mella: el perro Pucho y otro que se llamaba Luis y sus amigos.
En agosto de 1958, esperaron que saliera de una agencia de publicidad que estaba en Línea, casualmente el apellido del que la dirigía era Ventura, igual que el esbirro. Prácticamente me secuestraron. Me metieron en el BRAC; fueron a la agencia de publicidad y buscaron los files de las documentaciones para los anuncios publicitarios. Encontraron uno que era de animales y se lo llevaron para demostrar que yo era el de las historietas de Pucho.
También registraron mi casa; tenía una exposición preparada de lo que hice en la década de 1950. Había muchos cuadros de carácter social. Ellos buscaban algo que fuera más comprometedor. Yo tenía el cuadro de Jesús Menéndez, lo tapé con otro que consideraba no tenía importancia. Se veía el asiento trasero de una guagua, en aquella época era el de fumar, y entonces está un obrero blanco dándole a encender un cigarro a uno negro.
Pensaron que el que había hecho ese cuadro era el mismo de las historietas de Luis y sus amigos. Se lo llevaron. Lo sacaron en el calabozo y me intimidaron con que el autor era el mismo de los dibujos en Mella de Luis y sus amigos. También sacaron el file de los animales, había perros. Negaba todo, pasaron días y siempre me llamaban para el interrogatorio precisamente a la hora de almuerzo, era una forma de tortura. Bueno, milagrosamente no me dieron golpes.
Soy muy severo al juzgar los primeros dibujos que hice en esa década de 1950, luego traté de afinar la línea. Ese es un trabajo rápido, hay que coger una idea o un tema acordado en las reuniones de redacción y enseguida hacerlo. Como quedara, así salía.
No quisiera que dijeran que mi arte es un panfleto. Hay momentos en mi trabajo que son más comprometidos que otros, estoy muy contento de haberlo hecho así. Considero que es una manera de participación del artista no dar la espalda a esas luchas del pueblo.

Aunque no sea el camino elegido
No es que pretenda con la poesía sustituir la pintura y el dibujo. Desde niño tengo pasión por la poesía; mi padre me leía. Leía todo lo que caía en mis manos, todo lo que podía. No me gusta hacer comparaciones, ni en las artes plásticas, ni en la poesía. Para mí todo lo que sea de valor, que tenga más afinidad conmigo, con mi modo de ver las cosas, lo admiro y respeto. Sé apreciar lo que se hace en otras direcciones, aunque no sea el camino elegido por mí. En las artes plásticas he tratado de aprender de todas las escuelas y en la poesía leía de todo: del siglo pasado, lo más moderno.
Tuve mucha amistad con Pablo Armando Fernández, con Pedro de Oraá. En un viaje a China, debe de haber sido en el mismo 1959 o en 1960, fue la primera delegación cultural que salió después de la Revolución, presidida por Vicentina Antuña, estaban trabajando intensamente en su poesía Fayad y Pablo Armando.
Los veía y me puse por mi parte a escribir, hice un grupito de poemas. Al regreso, Fayad Jamís, que era el editor de la librería La Tertulia, los vio. Venía haciendo unos cuadernitos muy pequeños e interesantes; me dijo: oye, te voy a publicar en La Tertulia. Seguramente para la crítica debe de haber ahí cosas malas, no logradas.
Seguí haciendo, quizás me lo tomé un poquito más en serio pues vi que no tenía tan mala acogida. Posteriormente reflexioné: lo mejor que puedo decir en poesía tiene que ser la vinculación de la poesía con la pintura, primeramente soy pintor y dibujante. Hice Poema del pintor; pienso reeditarlo porque fue solamente una plaquette. Me costó mucho trabajo para que en la UNEAC se hiciera, en aquel tiempo no se editaba nada.

Papirotes
Cuando era joven, creo que no me hacía autorretrato. En el trabajo actual utilizo mucho figuras de papel que son autorretratos sugeridos, algunas tienen no solamente mis facciones sino que además llevan espejuelos. Esas son más remarcadamente autorretratos. A las figuras que hago de papel les llamo papirotes.
Puedo presentar cosas que desde el punto de vista serio no pudieran ser, sacrílegas. En la vida hay cosas que se pueden relacionar con lo diabólico y hacen en determinadas situaciones un efecto sarcástico. El autorretrato puede ser un personaje que irónicamente tiene una representatividad muy grande, muy masiva.
Empecé a hacer esas figuras en que se mezcla, como el retrato de mi hija Surnai donde aparece ella con un cocodrilo al lado. Esa unión de lo natural con lo imaginario me llegó también en el contacto con los jóvenes, porque como siempre fui profesor... Me impregné de ese espíritu de búsqueda, de investigación, y tomé un camino muy frecuentado en esta época contemporánea, en el cual los jóvenes cubanos han trabajado mucho también, que es el de la apropiación.
Aquellas figuras que combinaba con figuras naturales, también las empecé a mezclar con figuras de apropiación del arte universal, de cualquier lugar y de cualquier época. Pero también hice lo contrario, cogí la figura misma que habían hecho otros pintores o escultores a través de la historia del arte, y las convertí en papel.
El resultado ha salido sin que me haya puesto a buscarlo, sino naturalmente, en el propio trabajo diario. Sucedió que empecé a ver que se podía unir en una obra el tiempo, las distancias. Entonces hice obras mayores, prácticamente murales, donde aparecían muchas figuras; por ejemplo, la primera fue alrededor de Frida, que se llama Encuentro con Frida, donde puse obras de pintores latinoamericanos en torno a Frida, y no solo latinoamericanos sino también un norteamericano, es decir de todo el continente. Las figuras que tomaba de otros artistas en determinados lugares, sobre todo en la cabeza, en el rostro, se convertían en papel; la propia Frida también.
Me parece que es una cosa interesante, importante, eso de poder en una misma situación, en un mismo contexto, unir pintores o escultores tan distanciados, en diferentes siglos y en lugares del globo muy distantes.

Diferente y distinto
Hay artistas que revolucionariamente han cuestionado a los anteriores y han sido rebeldes, como Marcel Duchamp, pero han querido terminar con el arte, han negado todo. Esas son posiciones en el transcurso del propio desenvolvimiento de la historia del arte: se van haciendo aportes en los cuales se cuestiona lo anterior y a la vez se asimila. Ese cuestionamiento es digamos un trampolín para crear, y eso es muy positivo.
Es muy bueno que el artista cuestione a otros artistas anteriores, pero no pueden negar que ellos no nacieron de generación espontánea sino que están basándose en lo que hicieron los otros anteriormente. A pesar de todo lo que nieguen están pasando por un peldaño, por otro peldaño, para seguir caminando.
Hay veces que me han hecho la pregunta de qué pintores me han influido más, ha sido muy difícil. Ha estado siempre en mí, y de lo cual me alegro, una especie de estado, no conscientemente, sino una cosa de mi propio carácter y de mi propia manera de ser, de no copiar o no seguir en la órbita de ningún otro artista. En el arte no se puede repetir lo que hizo otro.
Bueno influencias, no existe en el mundo ningún pintor que no haya tenido influencias, pero una cosa son las influencias y otra la independencia que uno tiene que tener. Siempre he estado tratando de buscar lo mío, porque soy diferente y distinto a todos los otros artistas; cada uno es diferente al otro.
Lo que sí considero, me voy a atrever a decirlo, no sé lo que dirá la crítica, que ese desarrollo que he tenido, con ese agregado de elementos que he ido juntando, me ha llevado en la década de 1990 a una pintura que tal vez ha sido más cuajada, en mi propio proceso de evolución como pintor...  me parece a mí.
Le tengo pánico a repetir... estoy repitiendo los temas, son cuadros diferentes todos, eso no es realmente grave. Hay pintores que prácticamente se han pasado la vida con un tema.
Sin ser religioso, seguí una máxima religiosa que dice: es digno del cielo el que intente escalarlo. Considero que toda persona debe tratar de llegar a lo más alto, hacer lo mejor que pueda su obra. Tal vez por eso es que me dicen que siendo un sextuagenario sigo buscando, y a veces me parezco a los jóvenes.


sábado, 25 de junio de 2011

ESTOS SON MIS GIRASOLES

Entrevista realizada a Flora Fong el 11 de junio de 1999


Recurrente azar, como diría Cortázar. Casualidades que sorprenden cuando uno investiga para escribir. Luego de leída y releída la transcripción de mi diálogo con Flora, o quizás desde antes, por los girasoles, estaba convencida de que debía asociarla con Van Gogh. Cuando le pregunté si no era muy arriesgado pintar girasoles después de Vincent, me dijo: "Puede ser, pero nunca me ha preocupado, precisamente porque sé lo que quiero hacer, y lo que ando buscando detrás de eso.
"Curiosamente mis girasoles han ido a parar a Holanda, para que veas, tengo unos cuantos por allá... Yo también he visto los girasoles de Van Gogh. Pero digo igual con mucho orgullo: estos son mis girasoles.
"Sentí con el girasol que podía hacer justamente una referencia al arte oriental, en este caso a la pintura china, con el negro, y al mismo tiempo utilizar las técnicas occidentales de la pintura en esa misma flor. Me daba la posibilidad doble. Por eso es que están ahí y que a la gente les gustan mucho".
Ya persuadida de que había encontrado el camino de esta entrevista, vino otra idea. Por lo de la ascendencia china, relacionar a Flora con su coterráneo Wifredo Lam. Mas lo de chino, no era lo único que los unía. En la revista Bohemia, en junio de 1980, Lam contaba a un reportero: "Mi casa estaba en la calle Panorama (ya no se llama así) y tenía un patio muy grande con árboles frutales. Había dos que me llamaban mucho la atención: el plátano y la fruta bomba. Yo me ponía a observar todo el ciclo sexual del plátano, todo el proceso de maduración de sus frutos. Eran formas muy sugerentes, que me impactaron mucho".
En mi conversación con Flora, ella reveló: "La serie Platanales surgió cuando me mudé para esta casa. Había vista muchas matas de plátano, pero nunca había tenido tantas alrededor. Pude contemplar desde que nacía hasta que crecía: de repente al otro día le habían salido cuatro hojas enormes, y de momento empezaba a salir la flor, se convertía en tremendo racimo de plátanos. El ver todo eso tan de cerca, me cautivó. Puse el caballete en el patio y empecé a hacer.
"¿Será que uno observa más que el resto de las personas? Aquí llegan personas que le gusta mi pintura y dicen: ¿así es el racimo de plátanos? Nunca me había fijado. Uno dice: ¿qué cosa sucede? La gente a veces vive tan aprisa, o en su mundo, que no se detiene en otras cosas. El artista se detiene en cosas que a lo mejor otros no ven, o aparentemente no ven".
Y mis asombros no pararon aquí. En épocas distantes, Van Gogh y Lam se decidieron por el mismo título para una obra: La silla. Dondequiera que estén, agradecerán que haya pensado en ellos para hablar de pintura y pintores con Flora Fong.
Pienso que en sentido general casi todos los estudiosos del arte que proceden de Europa en algún momento se han remitido al Asia, y en algún momento se han remitido a esa gran riqueza que tienen; en este caso, por ejemplo, la China, en la cerámica, en esa peculiar arquitectura. En fin que precisamente por ser una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad, de forma obligatoria los diferentes países (Francia, Alemania, Italia) de alguna manera han mirado hacia lo que es el Asia. Y eso se ha visto en la pintura moderna; en todas las corrientes de principios de siglo.
Pero qué pasa, diría que la forma en que yo lo abordo es como otra manera. Quizás esa condición se produce diferente porque la veo desde aquí, desde el Caribe. Ahí está la clave.

¿Qué conoce de la escritura de los chinos?
Estudié en la escuela Lincoln un poquito de chino, pero realmente no sé nada. Es un idioma difícil, para aprenderlo de verdad hay que trasladarse a China y vivir allí un buen tiempo. Mi intención inicial era familiarizarme un poco con el idioma de manera tal que lo que quería conseguir a través de la caligrafía pudiera ser bien razonado, y como base.
Es decir, saber por qué el gesto caligráfico, dónde nacía la escritura china. Son caracteres muy antiguos, que tienen su fundamento en la naturaleza. Además esos rasgos caligráficos están vinculados al arte, porque realmente los grandes calígrafos eran justamente los artistas, los que se dedicaban a la pintura de paisaje.
Para lo que quería conseguir era fundamental aprender un poco del idioma y saber por ejemplo el significado de algunos caracteres que me interesaban: el de bosque, nube, sol, boca, luna; los cuadrados en sentido general. Desde el punto de vista estético son para mí de mucho atractivo, tienen una gran belleza y un gran poder de síntesis.
Eso me sirvió para conseguir algunos de mis objetivos: una integración, una mirada al lejano Oriente a través de la China, de su escritura, de la pintura de paisaje, vinculada también a lo que venía haciendo y por supuesto a esa mirada desde el Caribe. En una época de mi trabajo hice una pintura que tenía primero ese punto de partida del Asia, y al mismo tiempo estaba muy presente todo lo cubano.
No es que lo diga yo, sino que lo dicen los demás cuando ven mi obra: es muy cubana, por el uso del color, la iluminación, por incluso el procedimiento técnico que tiene que ver con lo que estudiamos en las escuelas, la herencia europea en la enseñanza. Al mismo tiempo tiene ese aliento, ese vuelo que nos remite a la China antigua y justamente es lo que andaba buscando.

Hábleme un poco de cuando era niña...
Mi padre, como es característico en todos los chinos, era un hombre muy trabajador. Muy hábil en los negocios, muy persistente; también muy callado. El silencio era el momento que dedicaba a pensar en su familia tan lejana, y se quedaba así como sumido en el recuerdo.
Llegó muy joven a Cuba, con una coleta; no sabía el idioma, tuvo que trabajar muchísimo. Hasta fue capataz de un central en Ciego de Ávila. Después era comerciante; venía a La Habana a las subastas del puerto; se llevaba contenedores completos para esa zona de Camagüey, Holguín.
Recuerdo mucho una época en que estaba muy ancianito, pensando que se perdía la habilidad que tenía de hacer las cometas. Cuando éramos niños, sobre todo a mi hermano más chiquito, le confeccionaba esos papalotes; algunos en forma de pájaros, movían las alas y cantaban con unos silbatos que se le añaden en la parte inferior de lo que era el cuerpo. Incluso dos al mismo tiempo, y al final se unían en una misma cuerda. Eran cosas realmente hermosas y que llamaban la atención de toda la comunidad. Imagínate: Camagüey en los años 50.
Esos papalotes un poco que los retomé, esa manera de trabajar con el junquillo, papeles, en formatos irregulares. Empecé a hacer algunas piezas, pero con otro sentido, buscando precisamente un camino que me llevara al Asia y donde encontraba un punto de comunión. Cuando fui a China en el año 89, pensaba que era muy común encontrarse con que todos los chinos sabían hacer papalotes. Pero no.
Después me dediqué aquí, en el barrio chino, a averiguar. Fui al asilo; es difícil poder conversar con esos viejitos: muchos han perdido hasta su memoria. Fui cama por cama preguntando; solamente me encontré uno, que ya murió, tremendo artesano y trabajaba la harina: hacía figuritas. Realmente preciosas, las hacía solamente con un peine.

¿Heredó los silencios de su padre?
No de forma tan exagerada. Es totalmente diferente: no tengo esa angustia, el gran dolor, él vivía con la ilusión de volver a China...
En el año 97 estuve en el lugar donde mi papá nació. Mira, se parece a una campiña cubana, con un riachuelo delante, matas de plátano, ovejitas, gallinas. Muy parecido en el color.

¿Qué significan para Ud. estos dos nombres de la pintura cubana: Amelia Pélaez y Carlos Enríquez?
Cuando estudiaba en la ENA, al comienzo, cada vez que me llevaban al museo me quedaba mirando los cuadros de Carlos Enríquez, me gustaba mucho la forma en que trabajaba la transparencia, la forma de realizar sus palmas, cómo mira la campiña cubana...
En el caso de Amelia, siempre ha sido una pintora a respetar porque se entregó totalmente a su arte, creó un estilo de trabajo muy fuerte, muy personal, muy libre de todo. Muy segura de sí misma. Es una preferencia muy grande, pienso que de alguna manera hay puntos de comunión: utilizo la línea negra en algunas obras, y ella también la utiliza bastante, es un poco el acabado de sus obras. Y no porque la esté tratando de imitar, mi pintura es muy independiente de la de ella, diferente. Pero realmente es una pintora que siempre he tenido en cuenta.

Hablando de Antonia Eiriz, Ud. declaró que como ella usaba un lenguaje fuerte. ¿Dónde es más evidente la fortaleza de su lenguaje?
Hay personas que son débiles de carácter, de temperamento. Como se dice: se ahogan en un vaso de agua. Pienso en Antonia; tenía un problema físico que quizás eso también modeló su carácter, su manera de ver las cosas, de ver el mundo, y eso la marcó.
La gente que me ve manifiesta: parece ser una persona muy suave. Todo lo contrario a como me siento por dentro en el sentido de cómo llevar la vida y de cómo emprender, luchar por lo que uno quiere, pienso que soy fuerte.
Me voy a remitir a la infancia: la escuela de Artes Plásticas quedaba como a un kilómetro de la casa. Era la ciudad, pero había que caminar. Tenía la doble la sesión: por la mañana y por la tarde tenía que ir a la secundaria. Inmediatamente que llegaba soltaba unos libros, cogía los otros y seguía para la otra escuela. Y nadie me obligaba a hacerlo.
La escuela de Artes Plásticas era para adultos. El profesor me llevaba de la mano, decía que yo era su mascota. Como me veía tan flaquita y tan jovencita... no sabía qué hacer para ponerme delante del modelo desnudo. Con tal de que dibujara, cogía a la conserje que era una señora gooorda, ya mayor, la ponía al lado mío, para que pudiera dibujar. Un poco protegida. Nunca me olvido de ese profesor.

Pinten, que ya saldrá la cosa... ¿con qué asocia estas palabras?
Fayad Jamis, ese era un cómico. Pinten, pinten, pinten... Siempre estaba escribiendo, en la luna, haciendo sus poemas. De vez en cuando se acordaba que tenía alumnos: ah, qué bien, pinten, pinten, pinten.
Eso era lo mejor: cada cual que hiciera lo que le diera la gana. Llegaba un momento en que Fayad bajaba de su poesía y entonces se ocupaba de nosotros. Era una persona muy culta, e indudablemente te podía dar orientaciones. Siempre fue muy familiar, comunicativo con los alumnos. Casi todos guardamos el recuerdo de una gran gente.

Flora Fong formó parte del grupo de pintores cubanos que ilustraron los Doce cuentos peregrinos, de García Márquez. ¿Le dio placer este trabajo?
Sobre todo porque el cuento que me tocó tenía esa misma sensibilidad que siento cuando pinto los ciclones, bien movidos, con mucho aire. Lo que García Márquez reflejaba en "La tramontana" era un viento aciclonado, arrasador.
Pinté como cuatro piezas, pero cuando pinté las dos primeras no conocía Cadaqués. Pero dio la casualidad que cuando fui a España, estuve allí. Cuando regreso: no, es que Cadaqués es otra cosa. Hay que pintar con todas esas casas tan blancas, que es lo que más se nota allí, con ese mar tan azul.
El Gabo estuvo aquí en mi casa. Tiene una pieza que a mí me gusta mucho, un platanal con mucha luz. Siempre pensé que iba a querer ver su cuento reflejado. Realmente no andaba buscando nada que le recordara ese lugar tan trágico donde pasaba algunas vacaciones. De verdad que era tremendo el viento arrasador de Cadaqués.

¿Qué le gusta hacer además de pintar?
En otra época me gustaba cocinar, pero me ocupa mucho tiempo.
Prefiero concentrar todo el tiempo en mi trabajo profesional. Cuando descanso, salgo al jardín, atiendo los animales, riego las plantas, es lo que más hago. Ver como la lluvia se filtra.
También soy muy matraquillosa con las cosas de la casa: me gusta verlo todo como quiero. Que si la matica va en este lado, que si el color de aquí debe ser este. Es igual que si estuviera en una gran obra.

¿A qué le teme?
No sé ni qué decir. Ahora como que empiezan los achaques de la edad, y hay que cuidar la salud. De momento uno se da cuenta que ya no es tan joven. Y no es que le tenga miedo a la muerte. Es una alerta. El temor no va conmigo.

jueves, 23 de junio de 2011

TESTIMONIO DE UN JIGÜE

Entrevista realizada a Ever Fonseca el 1 de julio de 1999


Presentación
El jigüe es precisamente esas apariciones que uno encuentra en el trabajo; es el sentido de la creación. Es el ánimo que mueve a la imaginación, a la vida del monte. Una conmoción que trae un resultado antropomorfo, por la sugestión del individuo solo en el medio del monte. Él solo rodeado de la noche, el misterio de la luna, el sonido del viento, de las faunas... Un rollo de bejuco parece una cabeza donde se posa una lechuza, donde silba el viento, donde se ve un relámpago, apareciendo y desapareciendo.
Es un elemento vital, que representa esencias, y no a través de cánones. No es una persona; es la vida, un misterio, algo que uno siente: el sentido de la creatividad, de la expresión. Es mimético como un caleidoscopio.
Y esa es la esencia de él, que es la esencia de la naturaleza. La naturaleza es infinita en cuanto a las mutaciones de las formas. Como las huellas de las manos; aparentemente nosotros somos iguales todos, y sin embargo nuestras huellas son diferentes. Ese sentido de lo diferente, de lo que produce algo nuevo, ese es el jigüe.
 
Nacimiento
Pensaba que la finca del abuelo era el mundo, y no lo cambio por ninguno. Quizás ahora hay un margen más amplio, una visión más amplia de lo que es el paisaje y la naturaleza, pero para mí la finca fue un despertar a la vida.
Me llamaba mucho la atención la riqueza que había en los insectos, las plantas, los animales; lo que mueve a la vida, o sea, no decir la vida es esta muchacha bonita y copiar su rostro, sus piernas o su cuerpo; aquella planta o aquel paisaje. Esas maravillas a mí me gusta disfrutarlas y vivirlas tal cual son originalmente. También me atraían las anécdotas y los cuentos de lo que sucedía, de las apariciones por las noches. En las reuniones familiares se hablaba.
Allá en la casa de abuelo, al fondo, quedaba el río Lorenzo Díaz. Atravesaba y desembocaba al Golfo de Guacanayabo. La finca tenía treinta y pico de caballerías, llegaba hasta la orilla del mar. Si la marea subía, todos los peces entraban. Mis tíos tenían una cerca hecha de cujes, como una gran portada. Cuando se retiraba la marea, el agua se iba hacia el mar; cerraban la cerca y los peces se quedaban presos de la parte de acá. Aquello era... Enredado con aquellos animales, metiéndoles palo, y agarrando peces con redes más pequeñas. Yo siempre traía peces pequeños para criar en la casa, meterlos en latas, hasta que se morían.
Por la mañana cuando uno se levantaba, cuando uno abría los ojos... creo que antes de los ojos se abren los oídos, entraba toda esa algarabía del mundo del monte despertando, millones de aves con un chiflido diferente, un canto.
Todo ese mundo va haciendo que uno respire y con un suspiro llene los pulmones de aire. Después viene el olor como de la neblina, como el olor fresco de la ceniza, como la ceniza cuando se humedece. El olor de las flores, de las plantas, desvanecido. Hay plantas nocturnas que cobran mucha fuerza, pero con la fresca de la mañana es un olor suave, que invade.
A mediodía se torna todo un poco salvaje, sudoroso, molesto. La luz molesta a los ojos. Hay algo que te invita al recogimiento, al reposo, al descanso.
Cuando paso por la orilla del mar, voluntariamente se me empiezan a inflar los pulmones. Siento como cuando uno toma una medicina, un tónico, no sé... Se me hincha el espíritu. Las aguas en general, porque el río también me motiva, pero un poco más íntimo. El mar es mucho más lleno de mundo, de historias, de recuerdos, de cosas grandes.
Claro, que uno no puede tener todas esas maravillas del mundo, uno vive en un lugar. A veces siento nostalgia al pensar que la vida se va a acabar algún día, y que esas cosas no las voy a sentir yo más.
 
La vida
Fui guerrillero. Era una cosa tan natural, en aquel momento toda persona que tuviera raciocinio, no fuera un imbécil, o alguien muy responsabilizado con el gobierno de turno... No es ninguna hazaña rebelarse contra lo que trataba de mutilar la vida. Era una vida muy inhóspita, criminal, incierta, inhumana, absurda, detestable. Toda persona que amara la vida, lo menos que podía hacer era defenderla.
Nunca pinto, incluso ahora, lo fabricado por el hombre. Pinto siempre las cosas endémicas, las que nacen de la naturaleza. Y no la apariencia de los insectos, no la apariencia de los reptiles, de toda esa fauna misteriosa que despierta el campo a la vida. Algo desconocido, velado por la noche.
Lo que me mueve a pintar es el ánimo de transformación. Por eso es que en las cosas mías la vida la puede sugerir una planta, un insecto, una persona, una idea casi siempre antropomorfa. Porque siempre veo las cosas humanizadas, relacionadas.
Toda esa conmoción, esa fauna del monte, se relaciona, da la impresión de algo que recuerda al ser humano. Todas esas cosas convergen, se va modelando como un rostro, donde los ojos pueden ser de ave, reptil, persona, o de cualquier cosa. Lo importante es que tenga ojos.
El elemento es vida en constante transformación. Me interesa más de la obra la transformación que sufre en el proceso de trabajo, que el hecho de que sea mujer, hombre, animal o planta. Es la vida: es hombre, animal, mujer, planta, tierra, aire, sol. Pero no dado a través de la copia, sino dado en un lenguaje de signos el ánimo que mueve a la transformación.
Me gusta mucho acudir al origen, conocerme a mí mismo desde el principio. No conocerme al final, como si ya hubiera nacido adulto, sino conocerme en el embrión, desde adentro. Así la naturaleza la trabajo desde adentro, desde algo que empieza antes de la semilla, y después cuando empieza a brotar.
Me mueve el mundo en que vivo inmerso, en el que nací, me desarrollé. Este mundo de isla, que tiene toda la poesía del monte, de las tradiciones. Es muy nuevo, muy fresco, muy fácil de llegar a la raíz, a los principios.
Tenemos la suerte de ser una nación fundada a través de diferentes etnias, diferentes sangres, diferentes razas. Tenemos una herencia muy rica en América con todo lo que nos ha legado la etapa precolombina, los sonajeros, las formas antropomorfas de las figuras, todas esas cosas de las vasijas. Y la riqueza que da el trópico.
En mi pintura el resultado es que hay de todas esas raíces. No cogerlo como una escuela, de decir: voy a pintar afrocubano, cubano-hispano, cubano-chino. ¿Qué es eso? Somos cubanos, y no por chovinismo, aunque antes era más chovinista. Ahora me doy cuenta que no, que uno debe ser más universal.
El producto es cubano, nosotros no somos africanos, no somos españoles, no somos europeos. Sí tenemos una forma muy diferente. Es decir, la riqueza que tienen todos esos países por separado, le pertenece al mundo. Igual que las que nosotros tenemos pertenecen al mundo. Es linda la variedad, lindo el hecho de que cada cual pueda aportar su idiosincrasia.
En el arte lo que da la pista no es lo consciente. El arte es... no el conocimiento, porque el conocimiento lo que hace es perpetuar y repetir lo mismo que se hizo, como una artesanía, como una academia. El arte es cuando toda esa sabiduría, todos esos sentidos, se organizan y te da algo que a ti mismo te va sorprendiendo. De la nada no se hace nada. El creador absoluto no existe. Nosotros no somos dioses, pero sí somos --como se dice-- a su semejanza.
El arte te enseña a reflexionar, a aprender, a sentir, a educar verdades. Y esas verdades te dan la estructura para crear algo diferente, no algo absolutamente nuevo. Algo que motiva, algo que ayuda a vivir, a despertar alegrías...
Pienso que el hombre del siglo XX no es diferente al hombre del siglo I, me refiero a sentir la vida, el amor, a tener las posibilidades de desarrollo, de amar a sus hijos, su madre, su esposa, al prójimo. Lo que sucede es que hay una herencia que se va acumulando. El hombre del siglo XX no es ni más inteligente, ni más desarrollado, ni más humano, ni mejor padre, ni mejor hijo, ni mejor marido, ni mejor amigo, ni mejor solidario, ni mejor nada. Es el mismo.
 
La muerte
La originalidad pura es el origen, siempre lo busco. Nacemos igual que hace 20 000 años, sin saber hablar, sin saber caminar, pero con un talento que se puede ir desarrollando de acuerdo a la herencia que uno tenga, o de acuerdo al amor que uno sienta por la naturaleza, o a la pasión que uno tenga por la vida.
Por eso una persona que esté muy bien, saludable, y sin embargo no tenga pasión por la vida, se queda un poco sabiendo caminar, un poco sabiendo hablar, un poco con deseos de comer, y un poco con los instintos primarios. Y vive: nace y muere, no deja nada, no florece, no aporta nada, no enriquece la vida.
No le temo a la muerte. Pienso que no soy muy egoísta, pero en eso sí soy un poquito egoísta. Me parece que la vida es más corta de lo que debía. Creo que el ciclo debía ser más largo, porque en la forma que llevé la vida... Hay personas que empiezan por el final, quizás les va mejor, no sé.
Hay quien tiene 80 años y se está preguntando por el futuro. No entiendo. Me parece que el futuro lo tiene que vivir uno en vida. El presente y el futuro. Si te pasas 40 años preparándote para la vida, para cuando eres capaz de dar frutos, a partir de ahí ese es tu futuro. Futuro constante que tienes que ir enriqueciendo, viviendo.
Cuando uno se prepara para eso, ve que ya le queda poco. No conozco eso todavía, pero por lo que veo la gente tiene menos fuerzas. Dicen que empiezan a dejar de desear cosas. Y yo deseo tanto la vida que me parece que no, no concibo que uno pueda dejar de desear.