martes, 7 de junio de 2011

¿QUÉ HAGO YO AQUÍ?

Entrevista realizada a Tania Brugera el 5 de junio de 1999

“El arte tiene que ser precisamente el espacio donde tú puedas compartirlo todo.
Por ejemplo, todas mis obras sobre la sumisión parten de que creo he sido una persona débil en ciertos momentos; parten de una cosa muy íntima, que normalmente no lo dirías.
La fuerza que hay en una obra de arte es cuando la persona se entrega de esa manera, como que es suficientemente valiente para exponerse. Lo que me parece es que la gente debe exponerse para algo, no exponerse por exponerse.
O sea, hay gente muy valiente y hace obras diciendo: soy homosexual, o soy débil, o soy tonta... Sí, el gesto de decirlo es valiente, pero ese gesto de entrega debe ir acompañado de para qué lo estás haciendo: ¿por hacerlo?, ¿para que otras personas piensen, porque crees que también les pasa?, ¿o para ti?...
Algunos se entregan con un objetivo, y otros porque se dejan llevar. Son esos que llamo llorones; tú ves la obra: ¡qué valiente! Conozco un muchacho que hace una obra muy fuerte, homosexual, pero no le encuentro a dónde llega  con eso.
Uno no debe quedarse en el llanto, uno debe ser el juez más severo de uno mismo y el arte es como es la instrumentación para uno juzgarse. Uno tiene que buscarle un sentido a esa entrega.
Lo que pasa es que todo no se dice a la misma vez. Cuando empecé a hacer obras con el tema de la emigración, ese era el tema que a mí me estaba atormentando, esa era la situación que tenía que definir en mi vida: si me iba, si me quedaba. Si iba a acompañar a mis amigos, o si me quedaba aquí, qué pasaba conmigo... En ese sentido estaba expuesta en cosas muy íntimas, porque aunque las cubriera con metáforas, aunque las cubriera con: estoy hablando en general, de lo que está pasando, estaba hablando de mí.
No tengo nada que crea no puedo exponer, pero es ver el momento. A lo mejor hay cosas que todavía no me he enfocado en ellas.
Todo el arte debe ser comprometido, depende de con qué tú te comprometas, qué sentido le das. Hay gente para los cuales el arte es una catarsis personal, deben estar comprometidos con su propia catarsis.
Generalmente se le ha dado una connotación social a la palabra comprometido, y un poco panfletaria o menor. El ser comprometido para mí es ser consecuente. Trato --no es fácil ser comprometido, el camino está lleno de huecos, y uno a veces no se da cuenta y se mete en unos huecos horribles-- de ser consecuente.
En el caso mío lo que sucede es una cosa interesante, y tiene que ver con haber nacido en Cuba y haber vivido aquí, y es que mis catarsis personales son sociales. Porque cuando se me fue mi compañero en el año 92 para México y me dijo no vuelvo, la catarsis que tuve que hacer fortísima, fue la de muchas otras gentes”.
Se regocija en medio de la tristeza. No sonríe de alegría, sino porque definitivamente incorporó a su ser cada una de sus ausencias. Aunque duele, la vida es también eso: abandonos, despedidas, desencuentros, y en ocasiones, sin saberlo, decir adiós para siempre. Después el vacío inmenso, como si el corazón se hubiese quedado solo dentro del cuerpo. Y el que, inconscientemente, se te borren los malos recuerdos.
Tania Bruguera sabe perder, suspirar por un tiempo en su soledad, para de nuevo comenzar a andar. Lleva muy dentro sus pesares, sin permitirles que la abandonen o la amilanen.
Desde el 97 me he enfocado en tratar de abordar la situación que tiene Cuba, pero no desde el punto de vista de qué es lo que pasa, que si el dólar, que si la prostitución... No tanto esos elementos que para mí son fenómenos, sino más bien qué pasa con el ser humano que está viviendo ese proceso.
Hay gente que ha trabajado temas más generales... yo estoy tratando de que mi obra sea el testimonio de cómo es el proceso interno. El peso de la culpa es una de las primeras que habla de cómo es el proceso interno. Estoy muy focalizada en toda la idea de la sumisión, y andaba por ahí. De como hay un proceso de intercambio en la sumisión en el cual uno da, a cambio de.
La sumisión no es solamente dar, dar, dar... por gusto; sino que es como una transacción: que lo que exigen de ti es que te doblegues, y tú aceptas pensando que vas a recibir algo más.
En El peso de la culpa, el primer trabajo de una serie, los elementos eran un cordero abierto a la mitad, tierra, y agua con sal. El agua con sal la cogí de una vez que fui a donde se celebra la liberación de los judíos de los egipcios, muchos años atrás. Ellos para simbolizar todo el sufrimiento ponen agua, sal... Me encantó eso del agua con sal, la lágrima, onda trágica. Además Cuba, el mar, agua, sal.
Por otro lado la tierra cubana. Había hablado con unos amigos: me decían que cuando los españoles vinieron, los cubanos se habían suicidado colectivamente, hecho que sale en distintos libros de Historia, por no poderse rebelar. Es una cosa bastante fuerte: no podemos, pero tú no me vas a tener tampoco.
Alguien, no sé si en broma o en serio, me comentó: se suicidaron comiendo tierra. Me volví loca buscando, y en ningún libro sale eso. Mas me pareció una cosa tan interesante: me estoy suicidando, pero metafóricamente comiéndome mi tierra, lo que he creado, mi historia, mi pasado.
Se me ocurrió pararme con ese cordero colgando. La idea era que ese cordero me protegía, como un escudo. A la vez era algo que pesaba, me marcaba. Entonces cogía la tierra, le echaba agua con sal y me la comía. Ahí cuarenta y cinco minutos. Yo decía: esta gente no se va... Pero vi que se quedaban, y se quedaban. Sentía una energía.
Sucede una cosa rarísima. Cuando me pongo a hacer performance, pierdo la idea del tiempo. Cuando terminé, pensé que había estado cinco minutos. Era así: una acción obsesiva. Y eso es mucho mi trabajo: hay una acción que es muy simple, sencilla, pero que se repite. El clímax está en todo ese proceso de repetir, como cuando estás haciendo un rezo. Es como medio catártico, de pureza, de sacarme eso de adentro.
Creo que el arte es algo vivo, tiene que moverse, quedar en la gente, no es para ponerlo en la pared. Claro, puede ser que lo pongas en la pared y llegue a la gente, no elimino esa posibilidad.
Quizás toda esa idea de hacer performance venga de los 80. En esa época había mucho happening. Más bien lo que me influenció de esa generación, más que las obras específicas que hicieron, fue la actitud un poco más de movilidad con el arte, de hacer un arte relacionado con la política, o que reflexionara sobre el aspecto social. Mediante el arte, tratar de buscar respuesta de ciertas cosas personales.
Es una generación de la cual no se puede dejar de hablar, por muchas razones. Es la mediata a la nuestra, por lo tanto esta generación va a hablar de ella. Si le preguntas a la gente que viene detrás de mí, seguro que no te hablan de la Generación de los 80, no es su problema, ellos están pensando en lo que hemos hecho nosotros y yendo en contra de lo que hemos hecho nosotros para poder hacer su obra.
Todo lo que aconteció alrededor de la Generación de los 80 fue muy, muy importante; porque la política cultural que ha habido después del 59 ha estado balanceada entre la famosa frase de..., no me acuerdo bien, “no es bajar el arte al pueblo, sino subir el pueblo al arte”; es toda la idea de qué se hace: un arte popular, un arte culto.
Por otro lado ha tenido todo el cuestionamiento de qué hacemos con la influencia, cómo hacer un arte cubano, cubano, pero a la vez estar en el panorama internacional. Eso es algo que cada generación ha ido resolviendo.
La Generación de los 80 fue un punto álgido: ellos se enfocaron de una manera más consciente. Se ve en una exposición de 1988, No por mucho madrugar amanece más temprano. Cuando se presentó el proyecto era para hablar sobre la información, cómo procesar la información.
Otro elemento que ha sido de mucho debate es qué relación va a tener el arte con la Revolución. Eso se ha dado de miles de maneras: el arte ha servido como un vehículo de ilustración para la Revolución, de autoanálisis de la Revolución...
Desde el punto de vista que lo veo, la Generación de los 80 más bien se enfocó a toda la relación entre arte y poder. Fue una forma más de probar cómo hacer las cosas. Después al ellos irse, es algo muy visible. Queda el peso ahí, la gente que vienen detrás sienten ese hueco.
Silencio es otro de los performance de Tania. Desnudos, la artista y su colaborador no pueden pronunciar palabra. Con hilos, lentamente, enredan sus cuerpos. Ya tampoco pueden moverse, y es el público quien los arrastra hasta dentro del museo.
En Londres, Nueva York y Chicago, ha tenido estancias de becada. Para la de Inglaterrra fue escogida tras la visita de unos curadores durante la Bienal de La Habana de 1994.
Lo de Nueva York fue como un taller, más que una beca. Era casi un artista de cada país, nosotros le decíamos las Naciones Unidas. Había de Asia, de África, de América Latina, de Estados Unidos, Rusia, Polonia. Si la beca de Inglaterra fue interesante porque tuve la oportunidad de ver los museos, de tener un estudio aparte de mi casa, por primera vez dormía en un lugar y tenía que ir a otro a trabajar...
Esta segunda me dio: bueno estoy aquí en un área internacional, un poco así desnuda, creando en unos estudios abiertos, estabas tú y a tres pasos el coreano, y a cuatro un argentino. Por primera vez tuve un proceso de creación público. Estabas todo el tiempo visible.
En cuanto a lo de Chicago aquí vino en el 94 una muchacha, que tiene un espacio en Nueva York no comercial, visitó varios estudios. Después vino en el 95, fue viendo. Escogió cinco artistas para que fueran a Estados Unidos, a distintas ciudades. Sandra Ceballos a Nueva York,  Lázaro Saavedra a Houston, Manuel Piña estuvo en Buffalo, Abel Barroso a San Diego, y yo a Chicago.
La idea era estar dos o tres meses en el lugar. Lo que se pretendía era ver la reacción, después de estar qué obra salía. No todo el mundo fue igual, hubo quien ya iba con proyectos desde aquí. Ahí si quise probar: vamos a ver qué sale.
Hasta ese momento toda mi obra había sido sobre la emigración, estaba muy focalizada en qué había perdido Cuba, qué había perdido yo, mi generación, y todos, qué habíamos perdido con esa gente que se había ido. Nunca había visto la otra parte, o sea, qué habían perdido ellos yéndose. Allí, un poco conviviendo con cubanos que se habían ido, empecé a darme cuenta que había muchas cosas que eran mitos.
Cuando llegué, había una lista de personas que debía conocer: directores de museos, curadores... Entre esas estaba el nombre de una persona que yo había conocido en Cuba, profesora del ISA. Era la prima de Ana Mendieta y me había dado la autorización para hacer la tesis; incluso me proporcionó el diario de Ana Mendieta.
Me dio mucha alegría saber que estaba allí, que podía verla. Entonces me acerqué más a ella que a los norteamericanos, era el cubaneo, el arroz con frijoles, ¿tú me entiendes?
Me fui dando cuenta que había muchas cosas que uno esperaba y que no eran.
Empecé a hacer un proyecto relacionando los homeless con los emigrados; jugando con homeless: gente que está sin hogar, y homeland: lugar donde está el hogar. Fue interesante como experiencia, hasta ese momento no había trabajado tanto el performance con otras personas. Me dio mucho placer personal; fue una obra donde participaron conmigo cubanos que se habían ido. Pero no es la que mejor me ha salido, de las que presento con más orgullo.
Donde último expuse fue en Bélgica. Era la inauguración del Museo de Arte Contemporáneo.Yo tenía una exposición personal en una galería en otra ciudad de Bélgica. El que fue director de Documenta Nueve, vio la obra, le interesó, no sabía ni quién yo era. Eso me parece muy bien, la verdad que la obra le cuadró.
Entonces la galerista le explicó que yo quería hacer un performance con cien corderos blancos, y que bueno ella no los pudo conseguir.
Fue la acción de inauguración de ese Museo, además allí estaban físicamente toda la gente que estudié en Historia del Arte. Era así como, ¿qué hago yo aquí?
Qué bien poder compartir, dialogar, confrontar, que ellos vean mi obra y puedan decir algo después. Eso marcó mi vida.

2 comentarios:

  1. Muy buena la entrevista, Ania. Habla de la generación de los 80 que, como bien se dice aquí, casi todos se marcharon del país. Me parece interesante esta artista y me gustó como llevaste el contenido de la entrevista, pero eché en falta una foto de ella. un abrazo y sigo a la espera de otra.

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  2. Una fiesta es la entrada de una bloguera cercana. Muy bien por compartir parte de ti.

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