¿Pinar del Río?
Hay cosas que atan: cuestiones espirituales como pueden ser la familia, contextos que uno todavía ama, sitios donde uno tuvo historias... Siempre he pensado, y eso también forma parte de mi manera de actuar, que uno no debe romper el hilo, desde la infancia hasta el final. Si uno no rompe ese hilo, pues hay una continuidad, algo que no se rompe bruscamente.
Además, siento tanto cariño por una ciudad donde siempre he visto que de alguna forma u otra la gente que tiene cierto prestigio cultural, llegan, hacen parte de su vida, y se van... Eso siempre me ha molestado un poco. Soy partidario de que Pinar del Río necesita, y de que debo darle lo más que pueda. Intentar cambiarla, intentar hacerla mejor, y la única forma es desde dentro.
¿Su padre?
Fue guardia rural durante mucho tiempo, y un día se retiró. Tenía que seguir trabajando además del retiro, porque estamos hablando de un país capitalista en un contexto equis. Igual que ahora, la gente se retira y sigue trabajando porque necesita mucho más dinero para vivir que el retiro. Y éramos muchos.
Mi papá terminó siendo sereno. Y no hay nada más parecido a un controlador, a un velador de estrellas. Lo veía salir por la tarde, ya para quedarse toda la noche, con una extraña capa que tenía del ejército; se iba y no regresaba hasta el otro día. En los pocos años que pude verlo, porque él muere cuando yo tenía seis, pero tengo ahí en mi memoria su imagen.
Los recuerdos se marcan o se fijan por ciertos hechos un poco duros. Muere de cáncer cuando la medicina no tenía un desarrollo fuerte. Realmente la tragedia de mi padre con cáncer fue dramática, terrible.
Parece que me golpeó demasiado la muerte de mi padre. Siempre recuerdo el tumulto del velorio en la casa, la cantidad de gente... De ese tiempo para acá rechacé las aglomeraciones, a tal punto que nunca más quise que mami me celebrara un cumpleaños. Cuando me decía vamos a celebrarte el cumpleaños, yo que era el más chiquito, jamás se lo permití. Incluso cuando llegaba la famosa Nochebuena, me iba de la casa y me tenían que salir a buscar. No es rechazo, es como que no me gusta cuando hay mucha gente, siento que debo irme.
¿El primer amor?
Cuando uno ama por primera vez, en términos de muchachito estudiante, joven, uno ama muy idílicamente. Me enamoré de una muy flaquita y quemadita. Creo que malamente nos cogíamos de la mano. Después no sé si fue de la escuela, todo como que se fue desmembrando, ya nunca más la vi, seguí mi camino de estudio y ella el suyo.
Le decían Mima. Al cabo de muchos años al regresar a Pinar del Río, en el 71, me la encontré. Nunca más nos hablamos, nunca más conversamos, nunca más nos saludamos.
Después amé, volví a amar, y volví a amar después. Me enamoré de una profesora de la Escuela Nacional de Arte, de francés; mucho mayor que yo, me llevaba diez años. Me casé y tuve dos hijas.
Me divorcié y me casé con una alumna. Duramos creo cuatro o cinco años. Nos divorciamos, no tuve hijos. Me volví a casar con una músico, guitarrista. Tuve un hijo con ella: el primer varón.
Luego encontré a Yamilia, que va a tener otro niño. Realmente encontré esa persona con la cual tengo mucha afinidad, me hizo vibrar el corazón de una manera muy especial, tengo que decirlo así. Me hizo ver las cosas un poco más transparentes. No solo transparente en la manera de analizar las cosas, sino en la manera de verlas. Ahí llevamos cinco años de lucha, porque no son cinco años de pura tranquilidad, sino de contradicciones, conflictos... por mi vida atormentada, tan dispersa. Soy un poquito difícil en ese sentido.
¿Amigos?
Hay cosas que no te puedo decir todavía, pero que sí me permitieron descubrir la enorme fachada que puede tener un ser humano, las trastiendas, eso lo expresé después en mi trabajo. Y que uno mismo a veces era trastienda, y uno mismo a veces era imagen pura, y uno a veces era no sé... a la vez enemigo.
He tenido amigos que he traicionado, he tenido amigos que me han traicionado, y eso te da una explicación del mundo muy diferente cuando pasa.
¿Última visita a Estados Unidos?
Normalmente siempre iba a vender obra, a trabajar, o a la inauguración de alguna exposición. Esta vez me dije que iba a ver, a conocer el mundo, esa parte que de una forma u otra tiene que ver con nosotros. Y por eso me lancé.
Pude conocer a buenos coleccionistas que hay en el exterior, algunos archiconocidos de arte cubano como es Ramón Cernuda. Te pudiera hablar de dos o tres coleccionistas más, donde hay una cantidad de arte cubano extraordinario. Sinceramente con solo tres de ellos, se haría un museo. Todos residen en Miami, y todos son cubanos, salvo uno, quizás dos. Son a veces los que sostienen el precio de la obra de uno en el exterior. Son los coleccionistas, los que compran en subasta.
Tengo muy buenas impresiones: haber conocido las galerías de Miami, que son algunas muy buenas, los proyectos de algunos de estos galeristas.
Después nos dimos un saltico por Nueva York, estuvimos unos cuantos días por allá. Lo demás es rutina: visitar el MOMA, el Museo Metropolitano. Hay cosas que debía haber visto cuando tenía 23 años y que las veo cuando tengo 51, ya no me impresionan igual: no le doblan las patas a uno. Y te estoy hablando de gente importante dentro de la historia de la plástica. Es así.
Lo comparo con los macarrones que hacía mami cuando yo tenía 8, 10 años. Nunca más los he vuelto a comer. Mira que he buscado, quizás hasta los mismos ingredientes, y no puedo. Porque también yo cambié, y el gusto de uno, la manera de masticar. Ahora es distinto, por más que mami hasta me los haga igual... Como que siento que hay obras que debía haber visto en un tiempo y me hubieran influido de una manera brutal. Eso un poco que me entristeció.
Descubrí cosas hermosas. Pero lo único que sí aprendí, y esto no lo digo por demagogia, es que salí para darme cuenta de que este es mi sitio, ¡mira qué cosa! Tengo una paz, a pesar de todo el tormento que implica el diario vivir en este país; aquí tengo que hacer cosas, tengo que mejorar el mundo, mi espacio.
¿Arte y mercado?
Una cosa es el valor de la obra comercialmente, y otra artísticamente. Hay muchos mecanismos puestos en función de elevar en algún momento el precio. Te encuentras gente que son de una calidad buena, y sin embargo no tienen el precio en el mercado de un artista que realmente a lo mejor no es muy bueno, pero tiene un apoyo comercial fuerte.
De alguna forma el artista tiene que tratar de introducirse en el mercado. ¿Por qué? Porque desgraciadamente como todo ser humano tiene que vivir y depende de una economía. Siempre le digo a mis amigos que adoro, añoro, sueño, aquellos años en que la obra de arte no tenía un valor comercial. Fueron en los que más produje, y en los que menos preocupación tenía con la existencia y por el futuro.
Hoy no, hay que ser realista: el mundo ha cambiado demasiado brusco, demasiado fuerte, rápido. Uno tiene hijos, piensa en el futuro de los hijos, de uno mismo, como vejez inclusive. Y sí soy partidario de que desde el punto de vista comercial la obra tiene que insertarse inevitablemente. Si existiera aquí, como no existe, una burguesía que sustentara económicamente a nuestros artistas, estos no tenían que salir a vender la obra fuera. Quizás sí, como una cosa más, normal, cotidiana.
A veces la obra del artista la sostiene el país, su país, sobre la base de un coleccionismo interno, y de una burguesía interna que tiene una economía que va a sostener el precio, y que le va a dar no solo el valor económico, sino el valor histórico y cultural.
Pero eso no existe. Hay muy pocos coleccionistas con dinero suficiente. Los hay ya, hace sólo cinco años no los había. Solo te voy a decir que tengo un contrato, esa gente es cubana, y prácticamente me compra toda la obra que hago, toda la que haga. Claro, puedo sacar obras y no vender, tengo esa posibilidad. Pero toda la que quiera, me la compra. Son gente que se están aventurando a invertir dinero en obras de artistas radicados aquí.
Sinceramente llevo ya como tres o cuatro años que para vender una obra no tengo que salir del país. O me la vienen a comprar aquí los extranjeros, o se la vendo a cubanos. Algunos, por supuesto, son mercaderes; es decir, compran y revenden. Otros quizás la retienen más, no las venden tan rápido. Pero esos mismos personajes existen en el exterior. Una galería no es más que un lugar donde uno coloca la obra y donde la vende, claro con un prestigio de galería y de imagen.
He tenido la oportunidad de estar cerca de muchas de estas personas que están intentando crear una especie de coleccionismo de interés, de comercio, por la obra de los artistas cubanos dentro de la isla. Algunos tienen proyectos maravillosos, me imagino que dentro de unos años van a aflorar. Proyectos de subastas tan importantes como pudiera ser la subasta de Gary Nader en Miami; creación de revistas de arte cubano.
Son pocos realmente, no existe un coleccionismo que sustente económicamente la obra. Entonces inevitablemente muchos de los creadores se han ido del país, y sí creo que el artista tiene que buscar la manera de introducir su obra en el mercado internacional, es inevitable.
Además nuestras instituciones no funcionan lo suficientemente bien como para garantizar esa seguridad al artista, como para realizar contratos a largo plazo. Por ejemplo, a mí ninguna institución cubana, aun a sabiendas de que podía ser un extraordinario negocio, ha venido a ofrecerme un negocio por tres años, de comprarme la obra.
Hay mecanismos que estas instituciones no manejan, que le permitan una liquidez de dinero como para poder invertir en ciertos y determinados artistas. Creo que es muy primitivo, en ocasiones, el mecanismo de comercialización que tienen. Y eso ha hecho posible que a muchos de los artistas ya no los tengan en sus manos, que a muchos los hayan perdido, y que esa ganancia también la hayan perdido. Por una no visión de un cálculo de comercio, una no visión económica de futuro. Y por un mal mecanismo de Estado, a veces, a la hora de resolver el comercio artístico, falta de difusión de nuestros artistas. Eusebio ha hecho muy buena labor con relación a eso, hay que agradecérselo, pero uno mira y realmente no le correspondería tanto. Pero bueno, Eusebio es una excepción en este mundo, tengo que decirlo así.
¿Obsesiones?
La imposición me agobia al máximo. La falta de libertad de expresión, no solo en el terreno plástico, sino literario y hasta verbal, me lleva a la molestia suprema.
Soy partidario de que cada ser humano tiene derecho a expresar sus criterios, por supuesto no molestar a nadie, no agredir. Hasta ahí llega tu libertad de expresión, no tienes que agredir a tu vecino.
Otra de las cosas que me molesta mucho es la manipulación. No soporto que me manipulen de ningún sitio. A veces inevitablemente uno se siente manipulado, y a veces no lo puedes ni evitar, pero no deja de molestarme.
Estoy tratando de que eso no le suceda a uno, justo ubicarme en el punto medio. Estoy casi haciendo una utopía de la existencia. Moriré utópico. Como creo que Fidel morirá en su utopía, o quienes creen en el socialismo como condición indispensable del país para hacerlo mejor y cambiarlo.
Aquí detrás de mí tienes un cuadro que se llama El inconcluso milagro del pan y los peces. Es la visita del Papa a Cuba: la imagen de Fidel sentado al lado del Papa. A lo mejor a algún funcionario no le agrada, a lo mejor ni al mismo Fidel. Pero tuve necesidad de expresarme, necesidad no solo de eso sino de meterme en el conflicto, de dejar constancia del problema. Lo dejó la prensa, la televisión, pero yo quise dejarlo pintado.
Por ejemplo, a la izquierda está el juicio de los cuatro que intentaron hacer el partido independiente; y a la derecha está la creación del hombre, el árbol; y ciertas cosas que el Papa vino a pedir: libertad para los presos políticos... Hay otros elementos que no sé ni cómo llamarlos: bonitos, tiernos... Y además se queda inconcluso, ¿por qué? Porque me cuestiono si las cosas que vino a pedir el Papa se realizaron o no, si se lograron o no.
En ese proceso de realización, me lleno también de muchas contradicciones; porque si te digo por una parte que tengo ciertas ideas claras, otras se me confunden, como a todo ser humano. Me dejo llevar: me dejo confundir, no me dejo confundir, es decir, un poco que sacar mis contradicciones internas también. Al final la obra soy yo.
Nadie ha venido a decirme: mira, debes pintar de esta forma, o de otra. No; yo pinto: se expone o no se expone. No obligo a una galería a aceptar mis cuadros. Muchos artistas parece que tuvieron problemas con ciertos funcionarios, es real. Y se fueron por ciertas presiones. Otros no, otros se fueron por factores económicos; y otros porque quisieron irse, porque la gente es dueña de hacer de su vida lo que quiera. Y otros van y vienen. Otros se fueron inclusive porque no tenían a veces los materiales para trabajar, para lo que querían hacer.
Es una cosa tan variable lo de las partidas. Hay gente que le gusta contextos donde haya un arte mucho más de alante, necesitan esos contextos, y decide uno irse a París y el otro a Nueva York. Pero este es tu país siempre.
¿Cubanía?
Yo no hubiera pintado El inconcluso milagro del pan y los peces viviendo en el exterior. Se pierden muchas cosas, en ocasiones hasta cierto sentido del color. Se pierde esta jodedera, este brete, este chisme. Claro, depende también de qué buscas con tu obra: si lo que buscas es la pura concepción abstracta, a lo mejor no influye tanto.
A lo mejor en la obra de Flavio Garciandía, eso no lo ha influido tanto, a lo mejor hubiera hecho el mismo abstracto aquí que allá. A lo mejor el contexto de México no es tan radical ni tan violento como para que su obra se afecte, a lo mejor hasta se enriqueció. Mas hay gente que no, hay gente que quizás le haya afectado mucho. Pudiera decirte algunos nombres: ¿cuánto le debe haber afectado a Tomás Elso, a Segundo Planas, a Carlos Luna? No sé.
¿Oliva?
Alguna gente me recuerda como atrevido, ven en mi pintura una voz que es capaz de tocar con el dedo en la llaga. Otros me recuerdan como un tipo romántico, soñador, bucólico. Otra gente como irónico, y que aparentemente detrás de mí no hay ingenuidad sino una forma muy especial de decir las cosas, de pensarlas, y de protegerlas además. En ocasiones me he dado cuenta, autoanalizándome, que sí. A veces rejuego con las cosas, como intentando cuidarme de lo que acabo de decir.
De un tiempo para acá me siento mucho más libre. Ya a esta edad... soy muy retardado, me demoro mucho en madurar las cosas, todavía soy en ocasiones inmaduro y se me sale un infantilismo del carajo. A veces trato de frenar, pero otras veces dejo que salga, porque si no qué triste sería mi vida. Hasta quizás mi pintura fuera aburrida.
De un tiempo para acá me doy cuenta que me cuido mucho menos, porque creo que tengo cosas definidas. Tengo la definición mayor que es intentar mejorar mi país; intentar mejorarlo en todos sentidos; y en ello va el criterio y las acciones que considero sanas y buenas, sin trastiendas, por la cultura.
Eso sí, me he propuesto no ser muy superficial. A lo mejor seré lo más banal del mundo, porque no todo lo que uno se propone lo alcanza. He tratado de ser lo más profundo y complejo del mundo. Aunque no sé si lo he logrado.
qué bien que has hecho un blog, querida amiga. Bienvenida a la comunidad blogosférica insular y mundial. Toda la suerte del mundo para ti.
ResponderEliminarGracias por este bello material....un abrazo!
ResponderEliminarhttp://maricarmenvillares.blogspot.com
Ania, gracias por esta entrevista. Para mi es un regalo ya que Pedro Pablo Oliva es uno de los pintores que más me gustan. Conozco su obra desde hace muy poquito, cuando un amigo de Jorge nos regaló unas ilustraciones de sus cuadros, y me enamoré.
ResponderEliminarMe duele lo que está viviendo en estos momentos. Supongo que era cuestión de tiempo que sucediera... que pena.
Mucha suerte con el blog!! Me encanta que te hayas decidido al fin. egoistamente hablando para mí es genial, así puedo conocer más artistas cubanos, traidos de tu mano, y con entrevistas!! que siempre es lo más dificil de encontrar.
Muchos besos