sábado, 11 de junio de 2011

“NUNCA VOY A HACER LA EXPOSICIÓN”

Entrevista realizada a Arnaldo Larrinaga el 27 de octubre de 1998

Dice mi madre que no parece pintor. Para ella, los pintores deben andar como volando, con ese aire de creadores distraídos. Pero Arnaldo Rodríguez Larrinaga tiene los pies bien en la tierra, y pisa recio y animoso. Cada nueva huella de él lleva todo el peso de su cuerpo y su mente.  La marca que hace en el espacio por donde anda es inconfundible.  Su obra no podría tener otra firma que la de Larrinaga, ni su figura otra cabeza que la que lleva sobre sus hombros.
A Larrinaga le preocupa que la cultura cubana se incline hacia un concepto netamente negrista, o religioso, o folclórico. “El folclorismo es peyorativo, se usa todo tipo de manifestación de forma indiscriminada y con un concepto totalmente comercial y turístico; barato, como toda esa pintura que se vende en la Plaza de la Catedral: la mulata rumbona, la negra bembona.  La cubanía es la esencia de nuestras raíces” --ha dicho.
El primer día que nos vimos, al conocernos, su esposa, él y yo, charlamos en su estudio de Lawton, bien lejos del mar y de su casa en Santa Fe.  Ángela, la esposa de Larrinaga, es un ángel guardián.  Sus ojos velan por la pintura y el espíritu de un hombre que cree que la obra cuando llega al público y está presentada, ya empieza a morir. “Si el propio pintor que expone dentro de un tiempo, no puede violentar, superar, crecerse por encima de eso que él presentó, entonces a partir de ahí la obra empieza a morir”.
Ángela, desde su lugar, cuida porque las creaciones de Larrinaga estén siempre vivas:

Cuando termina de pintar, me llama: “Mira ven, para que veas la obra, ¿qué piensas?”  Yo puedo decirle: “Muy bueno”, y él: “No me convence”.  O yo decirle: “No me gusta”, y él: “Pues es una maravilla y la vida te lo va a demostrar”.  Entramos en una gran discusión por eso.

Mi primera manía es acariciar la tela; me gusta observarla, ver la superficie en blanco, meditar sin tener una idea preconcebida.  La acaricio, la acaricio... como si fuera una piel de mujer.  Ya después me dispongo a trabajar, a agredir directamente la tela con la carga que me ha motivado.
Puedo tener una temática general, por ejemplo cuando trabajé la serie de “Los Negros Brujos” o la de “Las crucifixiones”, pero la imagen específicamente preconcebida para la superficie, ésa no la pienso; única y exclusivamente cuando estoy delante de la tela.

Sin boceto: se enfrenta a la tela en blanco, una pintura muy espontánea, muy emocional.

Si tuviera que escoger algo en mi vida, escogería la pintura.  Si tuviera que decidir entre ser dirigente y ser pintor, sería pintor; entre ser político y ser pintor, sería pintor.
La pintura me salva o me hunde. Si tiene mucho peso para hundirme, es exactamente porque lo que estoy haciendo no sirve; si tiene poco peso y me hace flotar, es porque se siente complacida y me abre las puertas para que yo pueda hacer el trabajo.
Para hacer buen arte lo primero que hay que tener es plenitud espiritual, esa tiene que estar en el centro del equilibrio de las emociones, del contacto de uno con la naturaleza, consigo mismo, y con el hombre que lo rodea.
Estar desprovisto de toda ambición, de todo ego, de toda vanidad, superficialidad, de cosas ornamentales que decoren el entorno, y adentrarse en ese camino limpio, transparente, que no tenga que ver ni con la fama, ni con el dinero, ni con el orgullo, para entonces entregarle a la obra una energía que la pueda captar directamente de la propia naturaleza, y la gente después lo pueda percibir.
Mi mayor satisfacción está cuando una persona vibra delante de una obra mía.  Ésa es mi medalla, ése es mi trofeo, esté en una galería o en mi estudio.  No hay crítica que pueda darme mayor satisfacción que la de unas palabras simples del espectador, cuando llore delante del cuadro, cuando se conmueva delante de cualquier pieza.  Cuando una persona es capaz de penetrar un espacio, una superficie, y darme una respuesta, unos en un lenguaje más coloquial, otros más sofisticado, el otro con un simple apretón de manos o en un abrazo... para mí la victoria.

Él te ha dicho una gran verdad: el principio y fin de la vida de Larrinaga es su pintura...

Tengo cuadros que para mí son importantes.  No considero que sean la gran obra; sería muy inmodesto autotitularse, demasiada inmadurez desde el punto de vista profesional.  Hay que dejar un poco que el tiempo pase por ellas, las envejezca, se añejen, vayan y regresen, y entonces les dé el valor que corresponda.  Por ejemplo, La Danza de la Semilla, un cuadro que le dediqué a mi madre, inspirado siempre en el concepto del ballet, la mujer, la danza, y la semilla, porque ése es el principio de la gestación.  O sea la mujer es una semilla que se multiplica, se multiplica, se multiplica... y todo lo que se multiplica viene de ese engendro que es la mujer.  Un poco en homenaje a la mujer como elemento reproductor de la vida, como elemento femenino, danzante, que coquetea en el entorno propio de la belleza del hombre y la naturaleza, le puse La Danza de la Semilla.  Es un cuadro que ha tenido suerte.
Florecimiento está hecho en los 70, con mucho color, y da la exuberancia del trópico. Siempre me ha creado un nivel de motivación, incluso lo tengo como parte de mi colección personal, igual que La Danza de la Semilla.
Te puedo hablar de otro, Katumga (1993), pertenece a la serie de “Los Negros Brujos”, está inspirado en toda la obra de Fernando Ortiz y algunas investigaciones de Lydia Cabrera.  Es una obra donde empieza a salir o proyectarse una energía dinámica, una fuerza convulsa que está dentro de mí.  Es el reflejo de mi yo o de mi mundo interior, dentro de un mundo oscuro, tenebroso, lleno de incertidumbre.  Es un poco la búsqueda de mí mismo por dentro, de tratar de ser cada vez mejor ser humano, y un poco como el reflejo del propio hombre que a veces está sumergido en las tinieblas, en la falta de la transparencia de su propia vida, de su propio yo. La representación de la necesidad de mirar, por eso esa pieza tiene tres ojos: los dos reales del ser humano y un tercero que es el de la conciencia, el que todo el mundo quiere ocultar pero te habla, te cuestiona, te lacera.  Ese ojo oculto que te mira durmiendo, despierto, que va más allá de ti mismo, que camina, que te aguza, señala...  También puede ser el ojo tierno, símbolo de vigilia, de cuando eres capaz de reconocer tus propias verdades.
Katumga recoge exactamente esa dinámica del ser humano como ente social, y del mundo en sentido general, que te llega de afuera y de adentro, de lo que uno quiere dar y no da, de lo que te falta: de la transparencia, de la realidad, de la necesidad de volar sin fronteras, de romper todas las ataduras.  Es cuando el hombre se encuentra engarzado en todo ese marco negro que puede estar en cualquier contexto, no tiene que ser un país específico, puede ser el globo terráqueo, donde el hombre se encuentra sucumbiendo día por día en esa negritud.  Pero no es de piel, de raza, sino es de la falta de visión, de apertura interior, y de las propias autolimitaciones de nosotros mismos...

Una vez una galerista norteamericana vino a proponerle un contrato de exclusividad, pero quiso imponerle determinadas condiciones a su pintura.  Larri no hace la pintura para que le guste a nadie, según palabras de él cuando entramos en grandes discusiones.  Como representante le digo: “Mira, observo que dentro de lo que estás pintando gusta tal cosa.”  “No me interesa, la pintura al primero que tiene que gustarle es a mí, yo pinto para mí, para que me satisfaga a mí, no a los demás.”

Trabajar por encargo es como tener a mis pies a un mecenas, por lo cual tendría que trabajar para la corte.  Ésa fue una de las cosas por las que admiré a Goya y a Van Gogh, independientemente de que respeto a los pintores que trabajaron por encargo...
Siempre preferiría morirme de hambre que hacer una pintura por encargo.  Me pueden pedir un mural, pero no me pueden decir lo que tengo que hacer en ese mural.  No me pueden pedir un mural con determinados azules, con determinados verdes, con determinados elementos, con determinadas formas de composición, quizás por eso no soy un pintor decorativo.
Pudiera ilustrar El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, siempre y cuando el que solicita sepa que no va a ser el reino que él quiere ver, ni el que quiere que vean los lectores, va a ser el que yo voy a ver.  Puede ser que se me ocurra que una de las páginas sea simplemente negra; que la otra sea blanca; que la otra sea sencillamente dos líneas, una raya...  No lo haría como el editor quiere que yo ilustre El reino de este mundo, porque entonces me estoy condicionando.  Para eso se busca un ilustrador, yo soy un pintor.
Hay un crítico venezolano, Juan Calzadilla, que decía que la pintura no era literatura, que la pintura tenía un lenguaje propio; cada una caminaba por un soporte diferente, con códigos propios.  Él decía que lo que tenía que ver con la literatura era exactamente ilustración.
Para poder penetrar en la atmósfera del mundo, para tener acceso a la sensibilidad del pensamiento humano, lo primero que hay que hacer es pensar. De lo contrario todo se queda en la superficie. No se puede en este mundo contemporáneo ser un representador de imágenes. Para mí la sugerencia es una interrogante, es establecer el primer contacto, abrir el primer signo de interrogación, de diálogo, con el espectador, y a partir de ahí una comunicación directa de preguntas y respuestas.  No sugerir es darlo todo por concluido.
Soy altamente controvertido porque pienso en lo que hay que hacer para mí mismo, pero no por lo que otros digan.  Ni la política, ni la ideología, me dice lo que tengo que hacer. No me interesa ninguna vanguardia.  El arte es vanguardia y será vanguardia siempre, como vanguardia es la naturaleza.  Un árbol puede tener cien años, sin embargo no pueden decir que es viejo, es maduro pero no viejo.  Y es contemporáneo y va a serlo porque está conviviendo en el tiempo, el espacio y el contexto en que ese hombre se mueve.  Por ende ese árbol es nuevo.
Y todo arte es contemporáneo.  Para mí el concepto de arte antiguo..., tengo mi respeto.  Lamentablemente se han dividido las épocas, quizás para separarlas por siglos.  Veremos a ver en el año 2000 qué cosa se inventa.  En el siglo XXI habrá un ismo, una corriente, una tendencia. Las ideas no se pueden separar, se separan las épocas porque las separan los hombres, pero eso es como separar el pensamiento.  Una idea empieza y sencillamente lo que hace es evolucionar y evolucionar, y evolucionar...  Pienso que es como separar el padre del hijo: el padre es padre, nace el hijo, muere el padre y sigue la continuidad desde el punto de vista del ser humano, de especie.  Y lo único que hace esa especie es evolucionar, pero no la podemos separar.

Es un hombre de vida muy sencilla y pensamiento muy complejo.  A Larri no le interesa el dinero, la ropa, la fama, comer mejor o peor, la moda, que el carro sea del último modelo, pero sí la pintura.  Su mayor placer en la vida, tú lo puedes despojar de todo, pero no le quites la pintura porque lo vas a matar.

El problema de la creación artística no es adentrarse por casualidad, es adentrarse por necesidad.  Y en esto vamos a lo mismo.  Cuando Wifredo Lam habla de eso, la casualidad son las letras, la necesidad es la frase.
Esa necesidad es la que te lleva a proyectar de forma conjunta una unidad monolítica en la  creación artística, que está por encima de todos los prejuicios, de todos los criterios y de todas las valoraciones.  Se puede hacer arte de palabras, de letras, arte de casualidad, arte que puede ser que dure 40 años, 50, pero esas letras se pueden ir desapareciendo en el tiempo.  Por tanto, no queda la frase.
Wifredo Lam es mi padre espiritual.  El hombre que me hizo desandar caminos a diestro y siniestro, que me hizo desatarme de todo amarre, que con sus elementos agudos y punzantes, con sus flechas y sus líneas, supo clavar la flecha en el punto donde me hizo reaccionar para ver el universo pictórico.
Lam vivió mucho tiempo fuera de Cuba.  Si hubiera vivido en Cuba, su obra hubiera tenido una connotación pictórica diferente porque indiscutiblemente cuando se vive en otra cultura también se asimila, y es muy difícil estar lejos del entorno de ese país donde se convive, social y comercialmente.  Para mantener una obra que uno pretenda tenga cierto grado de autenticidad, me parece que a veces es muy necesario hacerla en el contexto.  Claro, la identidad no se busca,viene con uno.  Cuando usted la busca, la está fabricando.
Algunos pintores de la generación del 80 salieron a la búsqueda del gran mundo, de la gran fama, sin tener el pequeño mundo consolidado. El problema, lo lamentable, es que era indiscutiblemente muy buena.  Venía con las pautas y los elementos esenciales para llegar a ser una generación de oro en la plástica cubana.
Se caminó demasiado aprisa, no se le dio tiempo a que esa flor se convirtiera en fruto, y ese fruto madurara.  Lo llevamos de niño a joven muy rápido, de joven a adulto demasiado rápido, en corto tiempo.  Se produjo un desbalance incontrolable, se crecieron por encima de quienes los prepararon, fueron a buscar el cetro cuando no habían llegado a la meta, y se perdieron.  Muchos de ellos no están en Cuba, e incluso ni están pintando.

Vamos a un aspecto un poco místico, creo que el espíritu de la abuela de Larrinaga lo ha acompañado y lo acompañará siempre hasta el final de su vida como artista.  Por eso la exposición del 93, en el Catálogo se le dedicó a ella.

Decía: “Para Felina de la Paz Bermúdez, la de los años duros. Porque mi abuela decía, porque mi abuela sabía...”
Mi abuela murió en el año 1967. Representó, como la pintura, los elementos más esenciales.  Es un talismán que llevo siempre colgado al cuello.

Once años oyendo hablar de una abuela que diera la vida por haberla conocido, amó a su nieto por encima de todo, lo amó más que abuela, como madre, y lo vio con una luz larga como un gran pintor. Él y su abuela pensaban igual, veían la vida de la misma forma, cosa que no sucedió con su mamá aunque él la quería mucho.  Su abuela era analfabeta, él le leía.

Mi abuela materna es la persona más vinculada al mundo creativo mío, a mi mundo de imágenes, espiritual.  Recuerdo que vivía en un cuarto chiquitico, una cama, una mesa de comer, el escaparate, la puerta, la ventana, el bañito.  Pintaba en el espacio que me tocaba.  Mi abuela se acostaba, había un bombillo, se tiraba un paño en la cara y decía: “pinta...”

Es un sueño de él un día y lo hemos hablado juntos. Es un secreto que te voy a revelar: que tal vez la mayor exposición que Larri logre un día, fuera de Cuba o en Cuba, muy grande como la sueña o la presiente, esté dedicada a su abuela y se exponga el único retrato que él ha pintado, el de su abuela.  Está pintado con el concepto de los clásicos: fondo oscuro, envuelto en penumbras, en tinieblas.  Un cuadro donde sale el rostro de una viejecita muy dulce, una mujer de una gran espiritualidad.

Todavía no he hecho la exposición que me haya dejado satisfecho.  Pienso que tengo muchas cosas que decir, y a veces las limitaciones de materiales, de espacios, o quizás esa necesidad de madurar todavía mucho más, y de sentirme muy joven a pesar de la edad que tengo.
Eso me lleva al plano de que cuando me enfrento a mi obra, a pesar de tantos y tantos años de trabajo, creo que todavía no he hecho la exposición que debo hacer.  A lo mejor se haga, pero cuando ya esté muerto.  Mientras esté vivo, estoy convencido, nunca voy a hacer la exposición.

2 comentarios:

  1. Este artículo me parece excelente, porque es muy íntimo, muy humano, no sólo expresa el mundo y las ideas del artista y su obra, sino también las vivencias del hombre como tal en su vida diaria. Es una mezcla Artista-Hombre con su vida personal y su historia familiar.Es hermoso. ¡Felicidades a la Autora¡

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  2. Me encanta la pintura de Larrinaga. Lo considero un excelente pintor que ha recorrido bastante mundo y vida, pero que aún le queda mucho por decir. Su pintura tiene una carga y un lenguaje muy especial, tal vez un poco complejo aún incluso para los entendidos. Pero considero que este artista pasará a la historia del arte universal como un pintor sui-generis. Su gran momento está aún por llegar...

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