martes, 14 de junio de 2011

ELOGIO DE LA LOCURA

Entrevista realizada a Zayda del Río el 2 de noviembre de 1999

La noche en La Habana era más fresca que lo habitual, y Zayda del Río me recibió cubierta únicamente con un pullover azul de mangas largas. Cuando llegué a su casa del Vedado unos minutos antes de lo acordado, las siete de la noche, no acababa aún de bañarse.
Nunca cesó la música de aquel hindú desconocido. Durante la primera parte de la conversación, todavía yo no grababa, se cepillaba el pelo y untaba crema en sus pies. Explicó que estaba agotada con el mural que hacía en el Banco Financiero Internacional. Y advirtió presurosa: debemos andar rápido que ahorita viene mi masajista.
Aquello era lo que faltaba para aumentar mi tensión. Siempre fue esta, debido a referencias de colegas, la entrevista que enfrentaba con más reservas. Y no le faltaban razones a quienes me contaron.
Más de una vez durante el diálogo, Zayda del Río me dejó sin saber qué hacer ni qué decir.
Por más que creí estar preparada para sus desplantes, mi interlocutora demostró ser más incisiva. Con certeza cualquiera puede decir que por momentos perdí las riendas en esta cabalgata que apenas duró 40 minutos. Ella no quiso perder más tiempo conmigo.
Luego que apagué la grabadora, Zayda se transformó en mariposa. Me ofreció un exquisito vino blanco mientras hacía café para una amiga acabada de llegar. Después, y ya no supe si tomarlo como halago o burla, dijo que yo tenía cara de persona inteligente. A esas alturas estaba convencida de que esta sería la peor entrevista del libro.
Para tratar con la prensa la pintora se adueña de palabras de Erasmo de Rótterdam en su Elogio de la locura: "Nadie mejor que yo misma puede darme a conocer, porque no creo que ninguno de vosotros pretenda conocerme mejor ni tan bien como yo me conozco".

¿Tiene conciencia de cuán imprevisible resulta para los demás?
No. Nunca me imagino cómo me ven los demás y siempre me estoy sorprendiendo. A veces creo que actúo bien, y resulta ser que todo lo que he hecho la gente lo mira mal. A veces pienso que actúo mal, y después resulta ser que es una gracia. No sé, no sé; casi nunca me entiendo con el mundo.
¿Trata de ser libre?
Trato no, soy lo más libre del mundo. Por suerte casi siempre he podido, porque hay personas que no pueden. Quisieran y no pueden, o porque nacieron con trabas, o la sociedad o la familia se las impuso. Y ya no pueden librarse de eso.
¿Cómo era de niña?
Dicen que era como un genio ambulante. Me estimo decir que era muy inteligente, escribía poemas, pintaba, hacía obras de teatro. Pero niña, niña, niña... cuatro o cinco años. Bailaba mucho, cantaba, y era muy adelantada en todo. Tal fue así que a los nueve ya había terminado sexto grado. Me sabía todo, tenía muy buena ortografía.
Era muy discreta en relación con los mayores. Nunca fui una niña pesada, al contrario; todo el mundo me quería porque era agradable, graciosa, muy fuerte físicamente. Sabía montar a caballo, subir lomas...
Cuando abrí los ojos al mundo, me crié en un ambiente libre y de personas libres mentalmente, y fuertes, y elegantes al mismo tiempo, y apasionadas. Las mujeres de mi familia eran mujeres con historias grandes, amores, lloraban, se agarraban los pelos, se suicidaban, se volvían locas. Todo eso en medio de un campo; aunque con mucha pobreza, mucha riqueza espiritual.
Era como una película. ¿Qué voy a hacer si mi vida fue así? Es una pena que yo misma lo tenga que decir pero realmente me crié en un ambiente extraordinario. Gente vital, que caminaban 20 kilómetros para ir a bailar una noche entera, regresaban a pie, y al otro día a cortar caña. Con niños chiquitos y todo. Un lugar nada triste, al contrario, con una naturaleza desbordante. Y que cada loco iba a su manera y nadie se metía con nadie.
De chiquita en vez de mujeres feas, descalzas y tristes, vi mujeres bellas, con vestidos bonitos, trabajadoras, dispuestas, luchadoras en la vida. Lavaban todo el día, pero por la tarde cuchicheaban...
Hábleme un poco más de esas mujeres de la familia, que eran tan apasionadas.
Todas estas mujeres sí fueron de un solo hombre. Mi mamá ha amado toda una vida a mi papá. Y lo esperaba por la tarde, con cuatro hijos en medio del campo, pero lo esperaba peinada, arreglada. Nosotros veíamos que a las cuatro de la tarde empezaba a ponerse linda. Él venía de cortar caña o de lo que fuera, porque tuvo muchos trabajos, según la situación.
Eran mujeres bellas físicamente. Yo soy de una familia de gente bonita. Mujeres altas, lindas, de ojos grandes, amarillos, almendrados. Pasaban y todos los hombres se metían. Bailadoras, graciosas, todas montaban a caballo, pescaban en el río, eran así... como amazonas.
¿Realmente le gusta más bailar que pintar?
Es que bailar es tan rico, y pintar agota tanto. Lo que pasa es que el pintar es mi actividad mental. Y bailar es como mi actividad física.
Bailo mucho, me paso la vida bailando. Lo mismo aquí en la casa sola, que me voy por ahí cada vez que hay una fiesta. Me encanta. Siempre bailé.
¿Es de mucho amigos?
No los escojo, voy conociendo la gente y de pronto se van quedando en mi vida. Pienso que es importante, muy importante, la fidelidad, la sinceridad. Un amigo debe tener unas cuantas características; no debe adularte, sin embargo debe ser siempre cariñoso. Debe responder.
Así soy con mis amigos. Aunque me esté muriendo, respondo a la necesidad de un amigo. De todo tipo: espiritual, material. Un amigo se alegra del bien de tu trabajo, no te envidia, te considera. Disfruta contigo y al mismo tiempo te consuela en los momentos difíciles. Tengo muchos y muy buenos amigos.
Dicen que siempre anda enamorada...
Y siempre lo voy a seguir haciendo. Siempre estoy amando y siempre hay alguien que me está amando. Tengo mucha suerte para el amor. Parecería que no, porque no me caso, no tengo relaciones largas...
Me he casado tres veces; más o menos cuatro o cinco años es lo que dura una relación. Pero es que realmente en las relaciones la pasión lo que dura es eso: cuatro o cinco años. Y después es aburrimiento, y una cosa que no me gusta vivir.
Entonces terminas...
O terminan conmigo. A veces a destiempo y sufro mucho, pero siempre viene otro amor. Nunca Dios ha permitido que esté mucho tiempo sin amor.
¿Le preocupa envejecer?
Claro, pero como todavía no encuentro que haya envejecido, no pienso en eso. Todavía estoy muy bien, para mi gusto. Más adelante me haré cirugía de todos colores. Y me pondré de todo, así como Cher.
Soy muy joven y muy fresca por dentro. Lo que sí no estoy equivocada; cuando tenga 60 años, me enamoraré de uno de 60 o 70. A los 60 me parece que no voy a enamorarme de uno de 20. Me parece muy bien tener 70 y enamorarse de un viejito de 75. Compartir el ocaso de la vida, y quererse y acurrucarse.
Antes me preocupaba más envejecer. Ahora mis perspectivas de la vida se abrieron. Conozco muchas mujeres en el mundo de 50, 60 años, que son preciosas y divinas. Entonces para qué te vas a poner a pensar en eso.
Cuando tenía 20 era bellísima y andaba así... no sabía qué hacer con mi vida. Ahora me siento mejor, sé lo que quiero. Soy más feliz. Me imagino que cuando tenga 80 seré una vieja maravillosa. Y ya habré vivido con satisfacción toda una vida.
¿A quién o a quiénes debes lo que sabes de pintura?
A mí misma. A mi esfuerzo personal.
¿Cómo quién le gustaría pintar?
Como Leonardo da Vinci, como Miguel Ángel.
¿Cómo ninguna mujer?
Bueno, hay mujeres que me gustan mucho. Por supuesto que Frida me encanta, y Remedios Baró, y Eleonora Carrington, y mucho... ¿cómo se llama esta mujer que vivía en París tanto tiempo? Viena da Silva. Esa mujer me fascina.
Pero por otras razones, de la locura de ellos, me gustan más ellos. Inventaron cosas, y eran tan locos, tan locos, tan locos... Esa fuerza física también la admiro en ellos. Admiro de los artistas que no solamente tengan fuerza espiritual, sino que tengan fuerza física, y que sean apasionados, y que tengan esas vidas así maravillosas. Sufridas, como sean, pero que pasen por la vida sintiendo. No así: ay, que gano dinero, hay que pintar.
Aunque claro, Frida era loca completamente. Si no hubiera tenido esa limitación física, me imagino que hubiera volado bajito.
En 1989 estudió en París...
Un año, era una beca de la UNESCO. No pinté nada, bailé en un cabaret por las noches, cerca de Notre Dame.
Iba a hacer las cosas de la beca, pero tampoco era tan estricta. Te daba la libertad... me fui de aquí con tres exposiciones debajo del brazo. Me llevé mucha obra terminada. Era una beca de grabado en metal... hacía mis cosas, pero no pinté.
Ese año hice exposición en Barcelona, en Roma, en Inglaterra, en Alemania, que todavía no habían tumbado el muro. De París fui allá y me reuní con Ciro Quintana, Tomas Edison, Rodríguez Brey, y otro muchacho de Camagüey: Joel Yoberas.
Viajé mucho, cada vez que quería. Y además andaba por París así, conociendo gente, la vida allí, los museos, conociendo personajes de muchos países, amistades, la vida nocturna, drogadictos, gente de todo tipo, discotecas. Conocí todo.
¿Esto de bailar en el cabaret era un trabajo?
Me pagaban por hacerlo, pero no era un trabajo con un contrato. Bailaba cuando quería y me pagaban. Mira tú a donde ha llegado lo mío con el baile. Mucho frío, había que entretenerse en algo.
¿Cuál es la mejor parte de una exposición?
La inauguración. Uno se pone elegante, como si no hubiera pintado, como si fuera una película. Ves todo lo que pintaste y te parece que no fuiste tú. Y pasamos el rato. Es la fiesta de todo lo que hiciste, y eso es lo que me gusta.
¿Se ha sentido menos por ser mujer pintora, o pintora mujer?
No, nunca nadie me ha hecho sentir que soy menos.
También siempre estoy tratando de mejorarme, hago mucho trabajo conmigo misma y lo seguiré haciendo toda la vida. Aspiro a ser cada vez mejor, como ser humano y en todos los aspectos de la vida. He tratado de reunirme con personas semejantes a mí, que nos aportamos cosas. Generalmente ando con gente afín.
No trato a nadie tampoco como menos, para mí todo el mundo es importante. Le hago sentir a todo el mundo que es importante, tenga cualquier edad, cualquier trabajo. Creo mucho en Dios y primero que todo somos hijos de Dios. ¿Cómo voy a hacerle sentir a un hermano mío que es inferior?
¿Se sentiría incómoda trabajando con modelos masculinos?
No me hacen falta porque conozco el cuerpo humano. Incómoda no; pero no me gustan los modelos, ni masculinos ni femeninos.
No pinto seres de esta tierra, los que pinto son imaginados. Me inspiro en los ángeles, en los dioses. Ya hacía rato debería estar en el cielo.

http://www.galeriacubarte.cult.cu/g_artista.php?item=38&lang=sp

1 comentario:

  1. Ay, qué linda entrevista, Anja! Me quedé con ganas de saber más, de ver esas mujeres de ojos amarillos, hermosas, halándose los pelos por amor!
    Oye, se me ocurre una cosita ahí: ya que estás en la red: por qué no pones una pequeña referencia biográfica de los artistas y algunos links a buenas páginas sobre ellos. A lo mejor no lo haces porque así lo decidiste... o porque na, o porque lo otro... pero igual sí lo pones y pones a la gente a navegar... por fotos, cuadros y otros puertos.
    Bueno, me alegro de leer estos textos e imaginarte en estos tropelajes periodísticos, gozando cantida!
    Besitos,
    Silvita.

    ResponderEliminar