Entrevista realizada a Ernesto Rancaño el 1 de marzo del 2000
Primera cita, martes 1 de febrero del 2000
Por la puerta de la cocina de su apartamento me recibió. Después de asegurarme de que fuera Rancaño --en la foto que había visto de él en un catálogo estaba casi rapado--, se excusó para detener a Chaplin y que no corriese hacia mí. Mientras amarraba al boxer, tuve tiempo de pasar revista a su preciosa y organizada cocina; luego al artista.
Es de los hombres que yo miraría mientras espero la guagua: con tipo de intelectual, acentuado por las gafas, y el menudito y frágil cuerpo. Rancaño atrapa; tal vez hayan influido los comentarios de quienes le conocen un poco más: apenas habla, pero si se decide a hacerlo sus palabras son un mazazo --me advirtieron. "Cuando dialoga, quizás sin proponérselo, el silencio se impone: es el tiempo que requieren los demás para pensar en lo que él dijo".
Segunda cita, lunes 7 de febrero del 2000
La habíamos acordado cuando conocí a Chaplin, el perro que acompaña la soledad del pintor. La entrevista sería en su estudio en La Habana Vieja, en los altos del restaurante La Mina, a la una de la tarde. Durante la charla, por las ventanas veríamos pavos reales entre las mesas de los comensales. Mas, Rancaño nunca llegó.
La parte antigua de la ciudad, con tanto ruido y barullo, es tan vital y real como un chico de dieciocho años. Y en este ambiente crea el pintor. Un negro con cara de estibador del puerto propone al turista tabacos Cohíba; los músicos "hacen sopa" en dondequiera que hay lugar; los vendedores de libros de la Plaza de Armas ofrecen lo mejor o lo peor, si se pone de suerte hasta consigue una edición príncipe.
Tercera cita, miércoles 1 de marzo del 2000
Luego de varias llamadas telefónicas a Adriana, la representante de Rancaño, conseguí fecha para un nuevo encuentro. Si de algo no puede quejarse este artista, es de sus amigos --entre ellos supongo que cuente a Adriana; incansablemente excusó los olvidos del pintor. Sus amigos le protegen demasiado, le veneran, como si fuera él el niño de sus cuadros. Aunque quizás son ellos los que le deben mucho a Rancaño.
¿Usualmente tu casa es lugar de reunión de amigos?
Sí, no sé por qué pero siempre ha sido así, siempre he nucleado...
¿Cómo centro tú?
Creo que sí. O sea, no como centro yo, sino como centro un grupo de amigos.
¿Todos están relacionados con el arte?
No, hay un mecánico, hay uno que no hace nada.
¿Qué no se puede ser para ser tu amigo?
¿Qué no se puede ser? Mentiroso. Me molesta mucho la mentira.
¿Es lo que más te molesta?
Me molestan muchas cosas, pero son extensas.
Mayo de 1968 y todo ese año estuvo signado por un peculiar movimiento juvenil. La frase “sean realistas, pidan lo imposible” recorrió el mundo. ¿Qué hay en Rancaño del espíritu del año en que nació?
Creo que estoy marcado, no solo por ese año, sino por toda la época. Lo primero es llamarse Ernesto. Ese fue el año de los Ernesto.
¿Quién te puso Ernesto?
Mi mamá. Mi papá me quería poner Mateo. Entonces se pusieron de acuerdo.
¿Cuál te gusta más a ti?
Ninguno de los dos. No es ni siquiera eso: lo que pasa es que nunca me han dicho Ernesto, siempre me han dicho Rancaño, o Ranca... Y a mi papá igual, esto de los nombres en mi casa no es muy... a mi mamá le conocen por el apellido también.
Hablando de Retazos desde el alba, se ha dicho que tal vez como en ningún otro lienzo se exprese el síndrome de la infancia perdida. ¿Cómo fue tu infancia? ¿Tienes buenos, malos recuerdos? ¿Perdiste en esa etapa de la vida algo para siempre?
Hay buenos y hay malos recuerdos. Fue sobre todo una infancia muy sola, como ahora. De grande he estado muy solo.
Desde niño soy una persona muy tímida, que no tenía habilidad para jugar pelota, que era lo que hacían todos los de la edad. Siempre estaba inventando historias, cuentos. Me ponía a hacer huecos, quería hacer un pasadizo, comunicarme con otro terreno.
¿Dónde vivías?
En Arroyo Naranjo. Entonces había muchos placeres, me dio porque estaba encontrando tesoros. Lo que hacía era partir piedras que brillaban y esos eran los tesoros.
Empecé a robarme cosas en mi casa, y a esconderlas. Llamaba a la gente para enseñarles y decirles lo que me había encontrado. En realidad me busqué tremendos problemas, entre todo eso cogí el reloj de mi mamá. Se me olvidó y fui a enseñárselo a ella. Tendría cinco, seis años. Creo que hasta los ocho estuve abriendo huecos.
¿Eres también tímido con los amigos?
Con pocos amigos, no.
¿Te costaría trabajo comenzar a hacer una amistad?
Me cuesta mucho trabajo. Creo que más bien la hacen conmigo.
¿Por fin crees que en la infancia perdiste algo para siempre?
Una novia, estuve muy enamorado de una muchacha que se sentaba al lado mío en el aula. La primera gran pérdida fue Raiza. Después se fue con otro.
Luego de grande, lo que son las... como se entrelaza la vida, ¿no? Ella empezó a estudiar en San Alejandro, ya estaba casada. Ya era otra cosa, yo la miraba de lejos, pero siempre se me quedó... Siempre tuve la sensación de un gran amor perdido, hasta hoy. Ingenuamente lo tenía como ese dolor de la infancia.
¿Ese primer amor te hacía sufrir?
Mucho, inclusive le escribía cartas que nunca le mandaba. Un día un profesor me las cogió y las leyó en público, me hizo pasar un bochorno.
¿Hasta qué edad consideras que llega la infancia?
Hasta hoy.
Has dicho que no tienes memoria de adulto, ¿puedo entender que te empeñas en ser un niño?
No tengo memoria, no es un empeño, es que no tengo memoria. Soy un desmemoriado total. Todo se me olvida, a veces por eso soy tan informal (es la primera vez que se disculpa). No es que quiera ser así.
Por ejemplo, me sé el teléfono de mi mamá y el de mi casa. No hay manera que me aprenda otro. A veces estoy en un lugar y quiero llamar a algún amigo, no puedo.
Memoria de niño no tengo tampoco. Mi memoria de niño es Alejandro, que sí tiene una descomunal.
Él me dice, que no sé si será así, eso no me consta tampoco: que no es que yo no tenga memoria, es que mi memoria se traduce de otra manera, sale como en imagen.
A veces he estado pintando una cosa, para mí es una fantasía total, y Ale me dice: mira esto es esto, y esto es aquello, y ¿te acuerdas de esto?
¿Cómo venciste la timidez del niño para trabajar en una aventura de televisión?
Ni sé. Creo que lo hice con timidez igual. En En la retaguardia del enemigo, hice Koly el pequeño, el personaje infantil principal. Fueron noventa y pico de capítulos. Guardo los guiones.
Eduardo, el papá de Alejandro, mi hermano de crianza, estaba buscando un niño que fuera rubio, que pareciera ruso. Le estaban haciendo las pruebas a otro muchacho. Alejandro fue el que le dijo: mira papi, Rancaño... Me escogieron a mí. Fue un momento terrible: el otro estaba muy embullado, cuando dieron la noticia se mandó a correr que no había quien lo parara.
Para mí fue un juego, como jugar de verdad con pistolas. Me ayudó mucho con la timidez, porque como terminábamos muy tarde Eduardo me dejaba irme para la casa vestido del personaje. A veces me dejaban llevarme los cuchillos de trucaje. El niño que tenía fama porque no sabía jugar pelota, cogió otra connotación.
¿Los aviones te siguen gustando?
Sí, y volar. Me gustaría tirarme de un paracaídas, igual que me gusta el deltaplano. Llevo dos años, cada vez que voy a Puerto Rico, intentándolo, pero no me dejan. Mi representante allí dice que me puedo matar. Estoy desesperado por hacerlo.
¿De dónde te viene ese amor por los aviones?
Vi una película rusa que era la historia del que inventó los cohetes y las katiuskas. Me quedé obsesionado; mi papá me hizo un cohete de cartón en el patio de la casa, pasaba días metido en él.
¿Sigues creyendo que Requiém para el novio mayor es tu cuadro más acabado?
No. Hay otro, no sé si mejor o peor, que me gusta más: El recolector de cometas, es del año pasado.
Es casual en los dos que los hice muy rápidos. El recolector de cometas en un par de días y Requiém para el novio mayor en tres. Son obras que han salido, inclusive no he empezado por otra cosa. Siempre empiezo manchando mucho los cuadros, manchándolos como si fuera un abstracto.
Generalmente el tiempo que demoro son quince días. Hay en los que he estado seis meses, sin dejar de trabajar.
Imagino que hacías otro a la vez...
No, no... Seis meses sólo en ese cuadro, no podía salir de él, no lo podía terminar. Creo que no lo terminé.
¿Es verdad que si no te quitan los cuadros de las manos, te vuelves loco?
Sí. No me parecen terminados. De hecho, en Puerto Rico, que es donde se ha ido quedando la mayor parte de la obra desde hace tres años, cada vez que voy, como tengo amigos allí que han adquirido algunos cuadros, les pido permiso y los sigo trabajando. Las personas primero se asustan, piensan que... pero es que no los puedo ver...
¿Tienes mucha obra tuya en tu casa?
Ninguna. He tratado que la casa sea un lugar de descansar. Generalmente de por sí, uno no deja de trabajar. Está pensando todo el tiempo, se acuesta y sueña con los cuadros, con las imágenes.
En el poco rato que pasé en tu casa, y mediante una rapidísima mirada, especialmente en el orden de tu cocina, supongo que eres empecinadamente meticuloso. ¿Me equivoco?
Lo soy. Inclusive es un orden desordenado. Me gusta que las cosas estén en este lugar, las mueven y me empiezo a sentir inseguro.
¿Te molesta que quien no conoce suficientemente tu obra te confunda con un Fabelo o con un Pedro Pablo Oliva?
Para nada, nunca me ha molestado. Creo que tengo de ellos, inclusive no de ellos, de todos.
¿Pintores preferidos?
A mí la pintura, no la pintura, el arte en general, me vuelve loco.
Personas que admiras...
Fíjate que lo admiro más como persona: Juan Moreira. Creo que es un gran pintor y me gusta mucho su obra, pero como persona yo quisiera ser como él cuando sea grande.
A Silvio lo admiro mucho.
¿Silvio tiene un cuadro tuyo?
Varios.
Pero creo tiene uno en su oficina...
Tiene Réquiem, o tenía, no sé si todavía lo tiene. Silvio es una de las personas que es un paradigma para mí. Alejandro Moya, mi hermano de crianza, también.
La admiración que sientes hacia estas personas, ¿es en todos los casos por la misma cualidad?
A Alejandro le admiro mucho su sinceridad, a Juan la nobleza. Juan es una persona extremadamente noble. Con Juan me identifico mucho porque a él le pasa como a mí, no ha perdido el niño. Juan es un niño grande.
¿Admiras a alguien más de manera especial?
A mi mamá, por su sinceridad y su soledad. Está muy sola, por sincera.
¿Tú no eres sincero?
Trato.
¿Y noble?
No sé.
¿Qué agradeces a San Alejandro?
Le agradezco todo. San Alejandro fue una luna de miel, un momento de conocer muchas personas, de estar en contacto con... A ver cómo te explico.
Este oficio es de soledad, o sea uno tiene que estar solo la mayor parte del tiempo trabajando. San Alejandro fue un momento de no estar solo, de pintar junto a 40 personas.
Y le agradezco los profesores que tuve.
Me acabas de decir que ser pintor tiene que ver necesariamente con la soledad, ¿te molesta la soledad?
Mucho.
Has dicho que no concibes la pintura como oficio; sin embargo tus cuadros se venden bien. ¿Tienes algo en contra del mercado?
Lo que tengo en contra es cómo se maneja el mercado, cómo se está manejando en la actualidad. Los artistas son personas y tienen que vivir también.
Me molesta el manejo, que no es en todos los casos. En muchos casos es una cuestión de moda, de tendencias, cosas que se fabrican, ¿no? Me parece.
No en todos los casos, porque en las mismas Sotheby´s y Christie´s, uno ve personas que llevan tiempo allí y que son excelentes artistas: Botero, Claudio Bravo, llevan diez, doce años en subasta.
No tengo nada en contra de que alguien gane más o menos. Creo que el problema es qué se hace con lo que se gana, en qué se utiliza.
Hay cosas que por un lado me parecen absurdas, me parecen absurdos precios que se pagan.
Por otro, me parece justo en el sentido de que es como una venganza de tantos pintores que se murieron de hambre.
¿Esto es lo último en que estás trabajando?
Este y este, a este le cogí miedo... Siempre tienen un título provisional que a veces no está terminado. Este se llama, a ver si me acuerdo, los tengo anotados por eso... Sueño de una noche de verano desde la casa del otoño, y este algo así como Cobijador de almas en pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario