viernes, 23 de diciembre de 2011

La expo del año

Sería la exposición del año. Había sido trabajoso, continuamente moviéndose de un lado a otro. Sin anunciarlo a nadie, ni a sus mejores amigos, emprendió el proyecto.
Lo primero fue diseñar la cámara: nada de muecas, expresiones, ademanes, gestos, sonrisas, lágrimas. Creó un dispositivo para captar emociones sepultadas. Ante un grupo o una sola persona, cazaría únicamente la imagen de lo que verdaderamente pensaban o sentían. Le excitó el solo pensar en simuladores desnudos.
Ahora que ya todo estaba listo, recorrió cada uno de los momentos. La obra central de la expo tenía casi las mismas dimensiones que el Guernica de Picasso, y recogía dos hechos memorables de la historia de Cuba: Heberto Padilla leyendo su autocrítica, y el juicio a Arnaldo Ochoa. Además de Padilla y Ochoa, todos los presentes estaban despojados de disfraces.
Quienes asistieran a la muestra verían desnudos de marchas del pueblo combatiente, mesas redondas, reuniones del CDR, de la juventud y el Partido. También aparecía arengando el señor muy viejo, el del cinismo enorme. Y la masa enardecida gritando su nombre.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Conjura de necios

Una flotilla, fuegos artificiales que se ven desde el Malecón, la planificación de un concierto para desviar la atención, y agresiones a corresponsales de AP que intentaban hacer su trabajo.
Esto es Cuba. Una isla secuestrada hace casi ya 53 años por un señor muy viejo, con un cinismo enorme. Que sigue ahí, tras cinco décadas, aupado por dóciles y deshonestos discípulos.
A muchos de ellos se les pudo escuchar en un contubernio que se hizo llamar Los medios alternativos y las redes sociales. Nuevos escenarios de la comunicación política en la era digital.  Da risa saber de lo que hablaron allí los pupilos del viejo señor: conspiración trasnochada, conjura de necios.

Caricatura tomada del blog Entendiendo el caos, de Garrincha.

martes, 18 de octubre de 2011

INOCENCIA ARREBATADA

Del montón de noticias que leo cada día, algunas me sobrecogen especialmente. Café Fuerte titulaba: "Grupo teatral aboga en Washington por la libertad de los cinco espías". Hasta ahí todo "normal", sino fuese porque el grupo en cuestión es La Colmenita, y está formado por 22 niños de entre 6 y 15 años.
Desde la redacción de Café Fuerte se precisaba además que habían sido invitados por la Fundación Brownstone y el Comité Internacional por la Libertad de los Cinco.
Los detalles impresionan. Café Fuerte describe que los niños-actores han sido recibidos por dos congresistas demócratas, y luego conversaron telefónicamente con Gerardo Hernández, uno de los Cinco. Se ofrecen más pormenores de esta visita de La Colmenita y las presentaciones que se sucederán en Washington, Nueva York y San Francisco. Otra congresista, republicana ella, ha cuestionado la presencia del grupo teatral en Estados Unidos y se preocupa por estos intercambios culturales.
El mezclar a los niños con la política es nauseabundo, aunque bastante usual en el mundo en que vivimos. Este niño de la foto, al lado de la congresista, ¿sabe de qué va la historia?, ¿quién es esta señora?, ¿por qué otra, del otro partido, no aplaudirá sus funciones?
Sentí igual repulsa, hace más de diez años, cuando mi sobrina de 5 llegó a casa diciendo que la maestra le había dicho que Fidel Castro era el papá de todos los niños cubanos. O hace muy poco, cuando alguien muy cercano a mí me explicaba que a su hijo, que recién comenzó el prescolar en La Habana, una de las primeras tareas que le han puesto es saber exponer qué son los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
¿Qué pervertido fin nos impide dejar a la infancia crecer? Cada padre es responsable de cómo educa a sus hijos, pero ¿por qué permitimos este manoseo de la inocencia? ¿Por qué mezclar lo cándido con la politiquería?

Foto tomada de Café Fuerte

jueves, 6 de octubre de 2011

ISLOTES

Cuando estudiaba en la Universidad, un amigo que ahora vive en Londres escribió algo. Hablaba de mí, no sé si él lo recuerda, como de alguien triste. Más bien, muy triste. Pero que lo disimulaba. Ha pasado bastante tiempo, y en estos días calamitosos, me siento desbordada.
Nada, nadie, es lo que parece ser. Igual ni yo misma. Es afanoso compartir: una conversación, un instante, pocos minutos. Los móviles no suenan, y si la melodía interrumpe nuestra exaltada quietud,  dejamos que el ruido se apague solo.
Cada quien habita un islote egocéntrico. Evitamos escuchar los pesares del otro, con el pretexto de que bastante tenemos cada uno con nuestros propios abatimientos.
Pasan los días, los meses, los años. Quienes eran amigos se convierten en extraños. Y una mañana, aparece un intruso en tu islote reclamando cordialidad. Y solo te queda desdén para cederle.

domingo, 2 de octubre de 2011

¿BRUTALIDAD INSTINTIVA?

Dicen que las imágenes fueron tomadas en el mismo lugar. Que todo sucedió el mismo día: 24 de septiembre. Las fotos en las que mujeres se pelean como lobas fueron las primeras distribuidas, si mal no recuerdo por la agencia EFE. Las otras, en las que el pueblo baila tan ricamente, las publicaba un blog de la isla adicto al servilismo. Aunque hay quienes no bailan, y esperan ¿qué? adosados a las paredes.
Hay otra que no incluyo en mi post, aparecida también en el mencionado blog, con este pie: Funcionarios de la Oficina de Intereses de EE.UU. en Cuba este 24 de septiembre frente a la casa de la "líder" de las Damas de blanco. Ésta no podía faltar: lo de siempre, que son financiadas.
Más allá de quién les paga, de cuánto reciben, deberíamos reflexionar acerca de si es lícito acorralar al que piensa diferente. En los años 80 del siglo XX nos incitaban a repudiar a quiénes habían decidido marcharse de la isla. E iban las hordas, armadas con huevos, a chillarles: ¡escorias, gusanos! Luego vino el Maleconazo, y nuevamente aparecieron como por arte de magia espontáneos coaccionados que se enfrentaron a los nuevos traidores.
Tres décadas de virulencias para preguntarnos: ¿Es legítimo, justo, de buen ser humano, azuzar a un pueblo a odiarse? ¿Es buen gobernante quien durante años nos ha instigado a vigilarnos los unos a los otros? ¿Hasta dónde llegaremos en este devenir de violencia provocada?

lunes, 26 de septiembre de 2011

ELECCIONES



Tengo el mal hábito de escuchar la radio, mientras cada mañana vengo andando hasta el trabajo. Digo mal hábito, porque como está el patio, apenas oigo buenas noticias. Igual sensación se tiene al hojear la prensa escrita.
Próximas las elecciones generales en España, e intuyendo qué partido se sentará próximamente en La Moncloa, medito sobre qué nos mueve a votar. El programa Salvados, de La Sexta, ha dibujado en sus dos últimas entregas algunas prácticas de los políticos españoles http://www.lasexta.com/sextatv/salvados/completos/salvados__domingo__25_de_septiembre/501473/1)  
Si nos detenemos en las farras del Congreso de Diputados, en un Senado inoperante, en gobernantes que hacen pactos para perpetuarse en el poder, en mágicas promesas para salir de una crisis global, en las falacias de las peleítas gobierno-oposición que juegan a distraernos, en los llamados a entender recortes sociales, sin los políticos tocar sus ingresos... pues  como que apetece ejercer la libertad de no votar a ningún candidato. Que se voten entre ellos, o que les voten los directivos de la banca. Como ciudadanos no deberíamos seguir votando al menor mal. La abstención es también un saludable ejercicio de libertad.

Imágenes:  Portadas de la revista EL JUEVES

miércoles, 3 de agosto de 2011

RENÉ

He comenzado a escribir el 29 de julio, cuando él cumpliría 68 años. Ha pasado mucho tiempo, real, desde aquel 27 de noviembre de 1992, pero no me lo parece. Le sigo echando de menos como el primer día. Desde su muerte, creo que soy otra persona. Cambié en todo, sin proponérmelo.
Sigue doliendo tanto por lo inesperado del suceso. Yo cursaba el 4to año de la Licenciatura en Periodismo, y me disponía a comenzar un examen. Entonces me avisaron. El tiempo me dio casi justo para llegar al hospital.
Preferí, en un acto incomprensible quizás, no ver nunca a mi padre muerto. Tampoco en la funeraria. Todos los recuerdos que guardo de él son en vida.
Años después un psicólogo amigo me explicó que como no tenía ninguna imagen de mi padre muerto, por eso siempre volvía aquel sueño en que lo encontraba y corría hacia él. Despertaba tristísima porque mi padre jamás me reconocía. Y la pesadilla volvía cada cierto tiempo: solo cambiaba la locación: y mi amargura, que cada vez era más intensa.
Han pasado ya casi 19 años. Muchas veces me pregunto qué pensaría de la mujer que soy. De mi decisión de no tener hijos, él que era tan de sus niños. De haber escogido para mi sobrino su nombre: René.
Nunca más he guerreado con nadie por un libro: competíamos  para ver quien lo acababa primero. Ni nunca más he sentido que un hombre me celaba tanto: sin maldad alguna, sin recelos, ni deseo de posesión. Era su manera de protegerme, que de muy joven nunca entendí. Me molestaba tanto cobijo, el mismo que ahora daría lo que fuese por tener. Le extraño mucho, a veces insoportablemente.

jueves, 28 de julio de 2011

LA CIUDAD DEL ESCAPE

"Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los estrangeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza, única".
Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha

"Yo viví en un mundo y cerca de personas que no volveré a ver. No es, compréndanlo, que no quiero volver a ustedes, es que no quiero volver al pasado. [...] Yo no vivo, floto, Ya no vivo en España / vivo en una isla. / Una isla / llamada soledad".
Gastón Baquero

La ciudad comenzó a ser mía, o yo de ella, cuando trataba de evitarla y quise abandonarla. Al principio pensé que acaso era poco tiempo para ya tener una ciudad, o que ella me tuviese a mí. Pero los recuerdos me atosigaban.
Me descubrí desandando calles de Barcelona, haciendo los caminos mucho más largos con tal de no pasar por algunos sitios. Innumerables veces esquivé el cruce de Avinguda de Roma y Rocafort; la boca de metro de Plaça Espanya, la que da a Creu Coberta; la vista del Tibidabo a lo lejos, acompañado de la torre de Collserola; las torres venecianas; la colorida y musical fuente de Montjuic.
Fueron los primeros referentes de mi vida en Catalunya, y sentía como si no pudiese desasirme de ellos. Estas imágenes recurrentes habían como recubierto las de mi otra capital, la del lado de allá del Atlántico. Aquellas ahora parecían borrosas, eclipsadas, distantes, remotas.
Evocaciones en cualquier esquina de Barcelona: ¿cómo podía ser posible? Mi llegada coincidía con la Navidad del 2001, y tan solo un año y medio después tanta reminiscencia me agobiaba.
Aquella no tan lejana tarde del 2001 me esperaban en el aeropuerto los amigos que habían preparado mi viaje. Tras demasiadas horas en el avión, subí a un coche y con ojos cansados que se empeñaban en no estarlo, vi una intempestiva Barcelona. Alocadamente, sin orden alguno, con el paso de los días, se fueron borrando estas primeras impresiones. Al punto que supliqué a mis amigos que quería regresar a aquel bar de la calle Ferran, donde habíamos cenado.
Recorría Barcelona como si todo formara parte de un sueño, con el temor de que en el momento más alucinante despertaría. Era como si se me diese la ocasión de transitar por calles bellísimas, añoradas, contadas, requetecontadas... pero no vividas.
Deambulaba: Hospital de Sant Pau, la Sagrada Familia, el Passeig de Gràcia en ambas direcciones, rincones del Raval y el Gótico, el Parc de la Ciutadella, el bar Els Quatre Gats... Todo aparentaba estar cubierto por un velo de letargo. Y siempre el miedo de la vuelta a la realidad. Porque, para mí, soñaba.
Adoraba subirme al metro y sentarme al lado de un pakistaní. Escuchar cómo una chica dominicana quedaba con sus amigas para ir a bailar. Más allá un grupo de italianos se quejaba por el fin de sus vacaciones. Una ecuatoriana iba con prisas para su segundo trabajo. Aquel francés me deleitaba con la pronunciación de la r. Y el fondo musical de un violín que tocaba un gitano rumano.
En el inicio me perdía en el laberinto de nombres ajenos, que día a día se fueron haciendo propios: Sants, Nou Barris, Sant Andreu, Eixample, Ciutat Vella, Sarrià, Pedralbes, y la Barceloneta, barrio donde he arrojado temporalmente mis anclas.
Pero, solo a partir de los recuerdos me atosigaran, comencé a creer que estaba en mi nueva morada. Cuando llegué de la isla, Barcelona fue la ciudad del escape. La posibilidad de tener lo que siempre quise. Ver el mar, pero no estar rodeada de mar. Porque la insularidad, inevitablemente, cercena; te hace perder.
Desde una isla, se piensa mucho en lo inmediato; cuesta ver más allá. Por más que trates de que tus ojos y tus sentidos todos vuelen... existe la frontera del agua: un muro transparente en el que las quimeras se ahogan.
Unos pocos pasos y ahí está el salado mar, que ni para paliar bien la ser sirve. Tenía con él una relación de amor-odio. Lo necesitaba: dilapidaba horas perpetuas frente a sus desmedidas aguas; mas a su vez le reprochaba todo lo querido que estaba dispuesto a devorar.
En la península el mar cobra otra dimensión. El Mediterráneo está, es, y no encierra. A sus orillas acuden solitarios que buscan compañía sin atreverse a admitirlo. Van con sus libros o sus perros, dialogan con ellos o con las aguas. Sus mascotas hacen cabriolas en la arena, mientras los ermitaños trazan, quizás sin saberlo, evasivas estrategias de sobrevivencia. Y esperan. Aguardan probablemente a la diosa blanca, milagrosa musa en la antigua Europa mediterránea; u otros, a un Neptuno omnipotente.
Con piedad contemplo en mis paseos a estos náufragos. Hubo un tiempo en que también pedía al mar lo imposible. Que me diera respuestas; me negaba a oír las que estaban dentro de mí.
Hoy, con el paso del tiempo, disfruto Barcelona sin sentirla ajena; pero sabiendo que no le pertenezco. Porque soy una errante. Esta ciudad me dio la libertad de escoger, de decidir a dónde voy, de dónde regreso. De poder creer que existe mañana. Por eso, da igual a dónde vuele, siempre volveré. ¿Qué le debo a Barcelona? Este, mi segundo nacimiento. El indeleble sosiego de la libertad.

domingo, 17 de julio de 2011

EXTREMADAMENTE BELLA, SIN ALMA

Probablemente con el título, la mayoría esté en desacuerdo. Mi primera impresión de París, allá por el 2006.

jueves, 14 de julio de 2011

LEJANÍA FORZADA

Tardé seis años en volver. Todavía hoy me pregunto si debí hacerlo, si debí exponerme al dolor de ver cómo nos habían destruido los recuerdos.
El oficial de aduana no me dio muy buen recibimiento: no entendió cómo si tenía PRE (Permiso de Residencia en el Exterior), había estado fuera desde el 2001 sin volver. Estuvo no sé ni cuánto tiempo revolviendo obsesivamente mi pasaporte, desde la primera hasta la última página. Al final me dejó ir. El hombre se podía haber ahorrado todo aquel trámite: no había motivos ocultos: no me apetecía volver.
La distancia impuesta, consciente o inconscientemente, no había sido del todo negativa. A lo lejos, todo se veía de otra manera, sin envoltura. Además de que vivir en otras circunstancias, tan diferentes a las de donde viniste al mundo, amplía las perspectivas, los puntos de vista.
Lo peor fue el encuentro con los antiguos amigos de mis padres. Pertenecen a la generación que lo dio todo por la Revolución del 59, desde la creencia más cristalina. La mayor parte de ellos se reconocen estafados. Y viven en solitario, tristísimos: sus hijos optaron por abandonar la isla, hartos de una existencia en la que no eliges. Los que están en el poder, lo hacen por ti.

A mis pocos amigos que quedan en Cuba, los vi intentando sobrevivir, ahogados. Muchos, buscando la manera de encontrar otras posibilidades fuera de la isla. Y una gran multitud, de conocidos, sumergida en la simulación: disfrazados de lo que no son.

Me costó digerirlo todo. Algún día se escribirá sobre la aflicción que provoca el que algunos te despojen de tu país, se adueñen de él, y te veas obligado a esta lejanía forzada. Tan solo por el anhelo de ser libre, y no sentirte prisionero de las ideas de unos pocos.

sábado, 2 de julio de 2011

LA MUSA EN EL BAR

Entrevista realizada a Nelson Domínguez el 15 de junio de 1999


Las pelirrojas lo enloquecen. Y ella lo sabía. A alguien él le había contado, y esta persona a su vez lo siguió comentando, que de niño acompañaba al río a las hermanas Baldomero. Unas campesinas de piel blanquísima, pecas en la espalda y largos cabellos rojos. El pequeño les aguantaba la toalla cuando las Baldomero se iban a desvestir, pese a que el camino real apenas se veía a lo lejos. Nunca dejaba de asomar la cabeza para contemplarlas. A los siete años ciertas cosas son travesuras y cándidas curiosidades que no dejó de disfrutar.
Con esta ventaja para el encuentro, además de conocerlo por fotos, ella montó guardia en el bar que él frecuentaba. Durante varios días sacó confianza con los meseros. Necesitaba que todo pareciera casual. A la hora escogida, ya él estaría en su rincón: de espaldas a la entrada. Ella se le sentaría frente a frente. Aunque no quisiera, por muy meditabundo o distraído, tendría que verla. Y esa sería la perdición.
Llegó el 23 de septiembre, el cumpleaños de él. Ni ese día faltaba al bar. Allí parecía buscar, sobre las tres de la tarde, el oxígeno que escaseaba en la ciudad. Entraba, saludaba a todos, e iba directo a la mesa. Mientras amasaba el tabaco que iba a encender, el dependiente le traía el añejo. Esa tarde, sin él saberlo, todos aguardaban. La vieron acercarse, y él ajeno. Ella había retocado el tinte de su pelo, y para la ocasión lucía más alta.
Él era como en las fotos. Gordito, calvito, siempre con el tabaco. Lentamente, ella fue hasta el espacio de él. Lo primero que él sintió fue un perturbador y sedicioso perfume, más el ruido de unos tacones que se acercaban. Cuando la tuvo enfrente quedó sin saber qué hacer. Y primer error, lo inhabitual: pidió otro añejo y su vaso aún no estaba vacío.
Ella sabía que aquellas regadas hebras de pelo rojo lo sacarían de paso. En pocos minutos, era cuestión de mirarlo fijamente, lo tendría en su mesa. O él casi corriendo saldría del bar.
Pero se arriesgaría. Tanto había esperado. Comenzó por imitarlo y pidió un añejo para que su garganta ardiera. Intempestivamente se levantó... y fue hacia el baño. Demoró bastante en retocar el maquillaje. Nada como un hombre desesperado: las piensan después que las hacen.
Ya de nuevo en la mesa de ella, apuró un sorbo del añejo como quien lo toma todos los días. Logró no hacer ni una mueca. Y entonces lo saeteó con los ojos hasta... que él no pudo más.
-¿Podemos tomar juntos?
-Todos los añejos que quiera. Pero solo si ahora mismo me da una entrevista.

¿Cuándo tuvo la certeza de que iba a ser pintor?
La vocación se va definiendo con el tiempo. Uno tiene que hacer diversas cosas en la vida para darse cuenta exactamente cuál es la vocación por la que se va a decidir.
Sobre los 14 años me empezó a llamar la atención el modelado. Dio la casualidad de que al principio de la Revolución en la escuela que estudiaba, Camilo Cienfuegos, en Oriente, se pusieron a prueba muchos experimentos. Fue una época de idilio, de esperanza y de romanticismo. A veces he dicho que esa escuela fue el laboratorio de las escuelas al campo.
Ahí fue a parar Herminio Almendros con un sistema de imprentas manuales del tipo suelto, y empezamos a hacer nuestras composiciones. Grabados en linóleo; manejábamos todos los tipos y hacíamos pequeños libros. Creo que fue mi primer acercamiento a la gráfica. Además que cuando en los murales había que poner los personajes históricos, me gustaba dibujarlos.
Un pintor chileno, Capra, pasó por la Camilo Cienfuegos al principio de la Revolución. Pintó un mural sobre Martí en uno de los edificios de la escuela. Todas esas cosas fueron conformando para mí la existencia de algo que se llamaba pintura. También había un maestro chileno: Hugo Jaramilla; era como especie de un instructor; nos enseñaba en forma de talleres libres, íbamos a pintar por ahí con él, nos enseñaba a preparar telas. Era un hombre de mucho oficio; no creo que haya sido un gran artista, pero sí era un gran profesor, que a veces a los efectos del aprendizaje es más que un gran artista.
Terminé el séptimo grado en la Camilo Cienfuegos e inmediatamente pasé a estudiar en la Escuela Nacional de Arte, en el año 65. Estaba definido que eso era lo que me gustaba; ya aquello se había convertido en una enfermedad.

¿Confía en la inserción del arte cubano en el mercado?
No es nada extraño que se haya insertado ahora que tiene posibilidades. De hecho la pintura cubana siempre ha estado habitada por maestros muy importantes.
Hace unos diez años atrás, veinte, los pintores cubanos no estaban en la cuestión ni de la promoción, ni de participar en subastas, ni de levantar cotizaciones. Pintaban por necesidad, porque les gustaba; hacían exposiciones aquí y en el exterior.
Incluso cuando estudiábamos se nos planteaba que eso de vender el arte... que el arte no era una mercancía. Y creo que es una mercancía muy especial, sofisticada y diferente, que tiene otros ingredientes. Pienso que el artista debe verlo como mercancía una vez que terminó el cuadro; en el momento que lo está haciendo si piensa en eso, le sale barato.
Cuba se ha ido introduciendo, se han vendido Marianos, después de su muerte; Portocarreros. No me gustaría saber que la obra mía ha alcanzado precios en subasta estando yo muerto. Quisiera disfrutar eso, ni por la vanidad ni por el dinero, pero por lo menos por placer.

¿Qué sensación tiene cuando sabe que una obra suya está en subasta?
Primero te pones muy nervioso... Normalmente los pintores nunca van, no es conveniente, los galeristas no dejan que estés presente. Ellos inmediatamente se comunican contigo una vez que la obra sale en subasta.
Supuestamente voy a participar este año, en el mes de noviembre, en la subasta de Sotheby´s; he participado otras veces en Christie´s y la obra se ha vendido.
Pero tampoco me apuro por ese tema. Tampoco me gustaría engañarme a mí mismo. En las subastas si quieres tú mismo te puedes engañar; puedes crear condiciones para que una obra tuya salga en una cantidad de dinero. Lo que tienes es que mantener siempre, e ir in crescendo los precios. Es decir, si vendes hoy en 10 000 dólares, el año que viene si te sale en 11 000 o 12 000, está bien. Ahora, mal, si te sale hoy una obra en 50 000, porque fue un trabajo de pala como se dice, y ya después en años sucesivos la obra empiece a bajar.

Estuvo trabajando en Japón unos tres años...
Todavía estoy trabajando, a través del convenio con la UNEAC. Fui una vez invitado por la Unión de Pintores de Tokio, hice una exposición. Gustaron las obras, incluso en aquella ocasión se vendieron varias.
Después entré en contacto con una galería que se interesó, e hicimos un proyecto que dio resultado. Hasta el punto que no recuerdo cuánto, pero hace ya como cinco o seis años que estoy en este proyecto con Japón. Es un trabajo bastante serio, y estamos todavía en la fase promocional, de asentar el nombre, de hacerte presente, de participar más fuertemente.

¿Está satisfecho con su estudio en el centro de La Habana Vieja?
Te voy a decir una cosa: esto es para ricos. Si lo vamos a mirar así: jamás hubiese tenido la oportunidad de tener un espacio como éste, en un lugar como éste. Es parte de un proyecto alrededor de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Se extremaron conmigo, parece que pensaron que iba a llenar las expectativas de lo que se quería. Hasta ahora todo va bien. Al principio entregábamos el 30% de las ventas a una cuenta que iba a su vez a utilizarse para seguir restaurando la parte vieja de la ciudad. Ahora damos el 20%, teniendo en cuenta toda esto de los impuestos... porque cuando vienes a ver estás trabajando por gusto.

¿De dónde proviene el amor por la jardinería?
Por la naturaleza en general, por haber nacido en el campo. Nací en la Sierra Maestra, en la finca La Juva, eso queda entre Matías y Baire. Esa región pertenece a Santiago; antiguamente pertenecía a Granma.
Mi padre tenía fincas de café. Toda la vida, hasta los trece años, viví en puro campo, y trabajando. Eso de a veces sentirse rodeado de naturaleza es una forma de querer permanecer en aquellos lugares de la infancia que uno tanto añora, y muchos que no ha vuelto a ver más nunca.
Creo que en general también la naturaleza está muy cerca del arte. A veces sale una flor que no te explicas cómo pudo ser posible de un pequeño manojo de hierbas, de una planta cualquiera; un misterio.
De hace un tiempo hago bonsais. Soy una persona muy curiosa, me gusta... Eso no me roba mucho tiempo, al contrario. A veces cuando estoy así, un poco obstinado, me meto... Me hace desahogar mucho, descargar un poco de la monotonía de ciertas cosas.

¿Recuerda los amigos de la niñez y la primera parte de la adolescencia en la Sierra Maestra?
De muchos soy amigo todavía. Muchos están por aquí por La Habana, y los veo. También recuerdo muchos que no sé ni qué se hicieron; otros se quedaron viviendo en el campo. Teníamos equipos de pelota, y nos íbamos a los ríos cada uno con su caballo, y nadábamos. Son las cosas de la vida que nunca se te olvidan, detalles.
A veces pienso: caramba, si uno pudiera otra vez encontrarse con esa gente; tal vez sería un desengaño, porque el tiempo magnifica tanto las cosas que a veces es preferible que se queden en un recuerdo.

¿Qué significan sus hijos para Ud.?
Exorcizan el egoísmo del hombre. Una vez que tienes un hijo, ya la vida se convirtió en otra cosa, los centros cambian. Tú puedes ser centro para tu esposo, y tu esposo puede ser centro... El día que tienes un hijo, se convierte en el centro de los dos.
Los hijos son un placer muy grande. Los padres a veces quieren darle a los hijos lo que ellos no pudieron tener, o quisieran una formación más completa. Para los padres sus hijos siempre son los mejores.
El hijo es un regalo de la naturaleza. Uno nunca sabe lo que significa tener un hijo hasta que no te dice papá, o mamá. El primer día que un niño te dice papá o mamá, sientes algo que te centra la vida totalmente. Te conviertes en un satélite de él. Más nunca acabas con esa historia. La mayor mía ya terminó en el ISA, no se ha casado todavía, vive sola... Ya estoy preocupado, me está entrando el síndrome de abuelo. Pensando en qué tengo que buscarle...
Mientras vivía con la mamá, no me preocupé de esas cosas, pero ahora entiendo que hasta que coja su camino hay que ayudarla. Ahora mismo va a estar 45 días fuera de la escuela, hay que darle su dinero, va a preparar una exposición. No debe tener ningún tipo de preocupación.
En general, los hijos son un disfrute que no tienen comparación con nada. Y cuando se te van yendo, vas sintiendo una nostalgia muy extraña. Ellos se van, pero tú vas detrás de ellos.
¿Está al tanto del trabajo de los dos mayores, que se han dedicado al arte?
Inclusive estoy haciendo ahora un proyecto de exposiciones en el interior, que empezamos en Colón; a veces con Flora cuando ella ha podido.
Ahora hicimos una los cuatro en las Romerías de Mayo, hicimos una en Colón, en Varadero. Estamos intentando volver a repetirla en Sancti Spíritus, para que los vayan conociendo, un poco para presentarlos. Ya después que se las arreglen solos.

¿Cómo los valora? ¿Van bien? Sé que es difícil, pero olvídese que es el papá.
Creo que sí. Son dos cosas completamente diferentes, ni tienen que ver con su papá ni con su mamá. Y ellos entre sí tampoco tienen nada que ver. No es que tengan una personalidad, sino que han encontrado un camino, la puerta de un túnel. No vienen saliendo del túnel, sino que van entrando.
Son muy trabajadores; bueno siendo hijos de Flora y mío, pues lógicamente tienen que serlo, le hemos inculcado la importancia que tiene aprovechar al máximo el tiempo de la juventud, haciendo todo lo que hacen los jóvenes, pero también trabajando, como no lo hacen a veces muchos jóvenes. La juventud es exactamente cuando más se tiene que trabajar.

¿Conoce el arte cubano más joven?
Ha habido un cambio. Sustancialmente esta generación va a retomar la técnica; la de los 80 fue hacia un diálogo casi teatral del arte. Eso es una cosa que los diferencia mucho.
Si en una ocasión se habló de que la Generación de los 80 era muy prometedora, desgraciadamente ya no está aquí, anda por ahí dispersa. La del 90, curiosamente, se mantiene dentro del país, salen, entran, van, exponen. He visto con alegría que estos jóvenes están muy interesados en aprender, y por plantearse la solución de su obra desde un ángulo más profesional y más técnico.

¿Qué es Cuba para ND?
Como pintor, es mi mejor espacio, desde donde puedo dar a conocer mi obra al mundo.
Desde donde más me puedo hacer conocido en el mundo es desde aquí. Los propios gobiernos, los propios ministerios de Cultura, deben implementar ciertos recursos para la promoción de los artistas. Eso es muy importante.
Pocos estados en el mundo, entre ellos Cuba, dedica una parte del poco dinero que hay, para la promoción, de algún modo. A veces precariamente, pero lo hacen.
Siempre afuera he tenido la sensación de extranjero, resulta dolorosa a veces. Hasta influye en el momento de hacer una obra. Sentirse en su país es como en su casa, sentir la confianza de que no vas a tener... Tengo muchos amigos que viven fuera de Cuba; cuando voy a visitarlos me angustian: que si la letra del carro, que si la letra de qué se cuándo, que si el apartamento... Al final están en dos o tres trabajos que no tienen que ver nada con la pintura. Han salido de Cuba a pagar alquiler, a tener las tensiones directas del capitalismo. A muchos artistas que se han ido de Cuba, que los considero gente con un oficio y con unas capacidades potenciales, las han tenido que invertir en convertirse en un engranaje.
El propio Tomás, ha estado viviendo en México, en Miami, ya anda buscando la tranquilidad. Quiere irse a vivir a Costa Rica, a un lugar apartado, tiene otra vez la necesidad de tomar un paso más decidido por él.

¿De no ser pintor qué hubiese sido?
Muchas cosas... por ejemplo, empecé practicando deportes, fui futbolista; hasta el punto que iba a ir a Alemania a hacer una carrera de Medicina Deportiva. Después alguien más inteligente: "tú no vas a ningún lado, no te hagas idea..." Fue el entonces director de la Biblioteca Nacional, y también de la escuela donde yo estudiaba. “Cuando tú termines aquí, te voy a mandar para la escuela de arte”.
Fue prácticamente mi tutor, hizo lo que debía haber hecho mi padre porque él era un campesino y no tenía esa visión. Y él se dio cuenta que yo lo que tenía que haber estudiado era pintura.
Si no hubiera sido pintor, me hubiera gustado ser jardinero, cocinero...

¿Cree ser original?
La originalidad es una suma de otras originalidades. Esa gente que dice: yo soy original, lo mío es lo mío, y yo sí que no copio a nadie. Esas personas, primero son incultas, porque todos estudiamos, vamos a escuelas, nos enseña un profesor, nos enseña a ver, nos enseña técnica. Al final todo lo que sabemos fue lo que nos enseñaron.
Lo que uno lo va desarrollando y puede agregarle a esas cosas una visión más personal. Es un error --pienso yo-- considerar que uno nació de la nada.

jueves, 30 de junio de 2011

EN SU PEQUEÑO TEATRO

Entrevista realizada a Roberto Fabelo el 13 de julio de 1999

"Qué sacrificio tan inútil hijo de mi vida, el que estás haciendo de tu tranquilidad y de la de todos los que te quieren, no hay un solo ser que te lo sepa agradecer, el que más achaca tu sacrificio al ansia de brillar, otros, a la propia conveniencia, y nadie en su verdadero valor".
"Cuando tengas mucha faena, deja el escribirme para otro lugarcito, pues cartas como la última no me llenan y me dejan muy triste, pues sólo parece escrita para cubrir un expediente. Qué poco confidencial hijo, ni me dices siquiera si sabes a menudo de tu hijo, ni me preguntas si sé yo de él, ni me das a entender si habías recibido la última mía, en la que se te preguntaba algo de tu salud, nada, nada, neblina tan tupida como la que velan mis ojos, y sin embargo no te puedo escribir así, pero como los del alma están claros creen ver en esa carta mucha ofuscación".
"La pluma se me cae de la mano, no sé ni lo que te escribo, ni si esta tendrá la misma suerte de las anteriores, así es, que acabo aquí rogándote otra vez si la lees no sea con tanta indiferencia como las demás, pues de lo contrario me harás dudar de tu juicio y de tu cariño, pues por trabajosa que sea tu vida no puede faltar un momento, para evitar esta angustia en que haces vivir, o mejor dicho, morir, a tu madre".

Cuándo le pregunté a Fabelo qué ha significado nacer en Cuba un 28 de enero, el mismo día que José Martí, respondió con fragmentos que tiene marcados en un libro. Más tarde explica:
Recientemente salió una edición de las cartas que le dirigieron a Martí, y hay que ver lo terrible que resultan algunas. Hay reproches de la familia, son duros. Y me doy cuenta que estuvo tan integrado a su labor política, poética, como periodista,  y como hombre comprometido, que prácticamente no tuvo tiempo para la familia. Me gusta haber nacido el 28 de enero. Me siento martiano, y para cada uno de nosotros Martí significa muchísimo.
En documentos me vine a inscribir cuando tenía 14 años. Mis padres no se habían casado; mi padre se llevó a mi madre cuando ella tenía como 15 años. Sabes que en el campo eso se da. No vinieron a casarse hasta que estuvimos en La Habana.
Hasta esa fecha solo me llamaba Roberto. Y desde entonces es que me llamo José Roberto. El José no lo he usado nunca, sí en documentos. Todo el mundo desde niño pues me llamaba Roberto, y seguí Roberto. Después, en el medio, Fabelo. Me pusieron José en homenaje a Martí. Claro, a medida que pasó el tiempo fui conociendo más a Martí, su grandeza poética, lo histórico.

¿Podría decirse que Roberto Fabelo es un buen lector?
No. Antes leía más que ahora; es una verdad que duele. Leía más, dedicaba más, tenía más tiempo. El horizonte estaba mucho más lejos, y esa avidez que tiene uno cuando empieza a formar su personalidad intelectual, artística.
Leí de todo lo que me caía en las manos. Sobre todo cuando desde la adolescencia en La Habana, empecé a decidir que iba a estudiar Pintura. Me acuerdo que casi simultáneamente leía a Alejo Carpentier, a los escritores americanos que por aquella época se publicaban mucho aquí, la gente de la Generación Perdida, Hemingway.
Ya después no solo ficción, sino obras de otro carácter: ensayos, textos teóricos. Que son también directamente contribuyentes a la formación de una poética personal, de una visión, de un tipo de reflexión. Los libros de Historia del Arte, de crítica. Todo lo que aparece en revistas culturales, que uno no tiene que menospreciarlo en lo absoluto. En las revistas literarias y artísticas se mueve mucho de lo que acontece. Pero no soy un lector como quisiera; cada día más tiempo para pintar, para dibujar, y menos para todo lo otro.
Y bueno como soy muy amante de la familia, me siento bien con mi familia, con mis hijos, dedico tiempo, hago un esfuerzo. Trato de hacer un todo, entre el protagonismo que también tiene mi labor creativa y la familia. No es solamente que haga un trabajo que sea una contribución a nuestras vidas... desde todos los puntos de vista, como obra creada, como patrimonio para la familia, también desde el punto de vista económico. No quiero perder de vista que no hay nada que pueda suplantar, no hay ningún sucedáneo para las relaciones familiares. Es un problema de equilibrar, que siempre es difícil.

En el caso de la obra de García Márquez que ilustró, ¿fue un pedido del Gabo?
Sí; había hecho dibujos a partir de la lectura de Cien años de soledad y otras obras, sus cuentos. En una ocasión, no me acuerdo si fue en un Congreso, yo tenía unos dibujos expuestos. Al tiempo me mandó un mensaje: quería que ilustrara La triste historia de la Cándida Eréndira... Aunque había dibujado sobre Cien años de soledad, fue ese el primer libro.
Y después en Cien años de soledad un montón de ilustraciones, y a cada rato retomo. Aparece una Amaranta por ahí, o la abuela desalmada, o la Cándida. Eso debe haber dejado quizás algo en mi trabajo: no digo macondiano, pero sí puedo decir garcíamarquiano; quizás como revelación de nuestra identidad latina o latinoamericana, conjuntamente con Carpentier. Cierto barroquismo en mi trabajo, pero García Márquez fue..., como para muchos escritores y artistas, fue siempre una revelación muy grande. Y puede que haya algo de todos esos personajes delirantes y fantásticos que aparecen en su obra. Es un peligro.
En Venezuela, a alguien se le ocurrió escribir: “Fabelo es la llave de García Márquez”. Una exageración que no me gustó, pero lo hubiera dicho a la inversa: “García Márquez es la llave de Fabelo”. Lo que pude extraer es que existía una relación muy estrecha entre mi concepción de la imagen, de los personajes. Es como un componente, igual que el cine, el disfrute de la naturaleza... son factores. Lo que ha creado el hombre influye en uno.

El colombiano Fernando Botero ha manifestado que las influencias son la riqueza de un pintor. ¿Cuáles son las de Fabelo?
Oh millones, y de todo tipo. En términos de pintura, he dicho que tengo una influencia de la hispana, desde Velázquez, Goya, hasta... Cuando digo influencias hay que verlas desde muchos sentidos. Porque no es que la imagen propiamente te remita de inmediato a uno u otro pintor; sino que viven a veces en el sentido de los asuntos y trasmundos. Por ejemplo, un pintor como Antonio Saura siempre me impresionó.
Le debo mucho a Goya, a Velázquez, y al espíritu de lo hispano, a la picaresca, al sentido un poco grotesco de ciertos contenidos. Y eso está presente en mi trabajo como influencia. Igual que pienso que hay también influencias del cine, hasta de los cómics. De la literatura. Es decir, influencias múltiples.
Recientemente un último pintor que conocí, Lucian Freud, nieto de Sigmund Freud para más. Un figurativo interesante, muy singular. Es un creador que puede ser influyente; me sentí identificado inmediatamente con su obra, con su interés por la figura humana, por los rasgos del alma y del cuerpo. Pudiera decir casi que me hubiera gustado ser así. Como me hubiera gustado ser Velázquez o Goya.
Hay otras influencias de otras fuentes de interés para mí, como la escultura religiosa, en los retablos. De alguna manera he intentado hacer también algunos planteos con la escultura, usos del volumen, no solamente el plano.  Ese interés que he tenido en la figuración viene de ahí.
El mundo de la plástica ha cambiado mucho, ha seguido evolucionando. El asunto más que decir si estoy o no a la vanguardia, o si sigo la tradición, es tratar de ser consecuente y lo más natural posible. Cómo fluye la creación humana, que tiene que ser el súmmun de toda esa experiencia vital, cultural. Y de influencias que no percibimos de inmediato, pero que están ejerciendo una fuerte impresión sobre uno. Son señal, sin ningún sentido místico, de las complejas relaciones entre los seres humanos, entre las cosas.

¿De qué manera logra la conjunción entre lo grotesco y lo bello?
Hay una rara belleza en lo grotesco. En el Reparto Náutico, donde vivía, tenía al frente una señora. Era una negra gorda, bajita. Era un negro casi morado. Me recordaba, en una asociación, un caimito cuando está maduro: estiradita la piel de la fruta, una mezcla de un rojo con un violeta oscuro.
Esa señora... intenté que me posara, casi lo logré. Tendría, no sé, 50 años, y era casi redonda por completo. Era una figura rara, extraña, insólita. Hay una poesía de lo raro, y una belleza de lo raro. Y de lo que esa señora, casi grotesca en su constitución, estaba dando como forma. Y no es pasión morbosa la que hay por ese tipo de gente.
Un perro chino, con esa piel desprovista de pelo, tiene el color de... Casi feo, cuando digo casi feo digo casi bello. Y esa relación está definiendo o revelando un sentido de la belleza, que no brota solamente de las cosas lindas. Estoy hablando de ese tipo de belleza que da lo grotesco, lo exagerado, lo inusitado.
La existencia de esa realidad el hombre no la descarta, la ha incorporado a su vida misma. Una pared totalmente descascarada tiene también la belleza del tiempo que ha pasado, donde las moscas se han posado.

¿Por qué tantas cabezas?
La cabeza es lo que más veo. Es la cima del ser humano. Sobre la cabeza pongo cosas que pueden remitir a una idea totémica,  a una imagen totémica. Pero también son como las cosas que salen de la cabeza del hombre.
Además en las cabezas, en los rostros, está la historia de la gente, su pasión, su verdad, su mentira. Aunque la gente se enmascara. Eso es un rejuego, un poco "teatralesco". Y de ahí esa serie que titulé Pequeño teatro, donde quizás en las cabezas está la síntesis de todo lo que sucede.

Ud. no es muy amigo de pintar en la calle. Olvidemos eso ahora: si tuviera que hacer un mural de conjunto en cualquier rincón de La Habana, ¿con qué pintor cubano lo haría?
Hay dos pintores con los cuales me gustaría hacerlo: uno que ya no está, que es Carlos Enríquez; y otro que está todavía, que se llama Pedro Pablo.

¿Qué queda del niño que nació en Guáimaro?
Eso es algo, que por suerte para mí, creo que todavía existe. Por suerte porque sigo asombrándome con muchas cosas. He declarado a veces que me siento como un estudiante permanente.
De alguna manera me doy cuenta que estoy transmitiendo a veces hasta conocimientos de la naturaleza de un muchacho, de un niño, de un tipo interesado en conocer cosas y en asombrarse con las cosas. Eso dicho ya al borde de los 50 años puede parecer un poco exagerado, pero lo confieso así sinceramente: sigo sintiendo que me asombro a veces con una imagen extraña, un libro extraño, mirando con los niños míos la naturaleza.
Y qué sucede, que con el tiempo es una cosa que se va perdiendo. Ese niño no digo que uno lo vaya matando pero sí lo va suplantando por un adulto problematizado, envuelto ya en problemáticas de otra etapa de la vida. Pero sí me sigo sintiendo todavía con esa especie de inquietud. Creo que mientras que lo acompañe a uno, eso influye mucho para las expectativas creativas, y para las ansiedades por hacer cosas. Algo, algo parece que queda.

¿Y las figuras que hacía con cera cuando niño?
Eran lagartijas, alacranes, arañas. Las hacía lo mismo con fango que con cera, para divertirme. A mi abuela, pobrecita, le asustaban los alacranes. Se los hacía tan minuciosos, que eso le daba más realismo. Mi abuela, la madre de mi padre, se los encontraba en la cama, o en la mesa cuando iba a comer. Travesuras, ¿no?
Claro, me doy cuenta que me daba gusto hacerlo. Y modelar con barro, barro que desechaba, que ni siquiera llegaba... Todavía no era el asunto llevarlo a cocer, ni nada. Era una cosa muy primitiva, muy infantil, muy ingenua, muy divertida.
Ahí está la génesis de mucho de mi trabajo, de mi interés posterior por ese contacto con la naturaleza, con los animales, el entorno, con los materiales que había a la mano. Y además hacer cohetes y ese tipo de cosas con medios del lugar: huesos, latas viejas que me encontraba. Era típico armar una carreta con latas escachadas. Ese era un juguete muy rústico. Cogíamos dos botellas, las uníamos por el cuello y eran como dos bueyes. Hacíamos un corral en la tierra, metíamos pajitas de las mismas ramas, cercábamos con una soga, y así nos divertíamos. Como hacen los niños.

Precisamente fue un pequeño quien me acompañó antes de conversar con el pintor. Gabriel Fabelo apareció en calzoncillos y envuelto en una sábana blanca a modo de capa: “Yo soy Batman Murciélago. ¿Y tú dónde vives? ¿Con Manolo? ¿Con la Doctora?” No sabía qué decirle; apenas articulaba bien y costaba entender algunas de sus preguntas.
Ahora mientras vuelvo a aquella mañana, dudo: ¿con cuál de los dos niños me quedo, con Gabriel o con su padre? El artista me había descubierto cómo fue; su hijo, antes de marcharme, corrió hacía mí con un montón de tallos de plantas: “te regalo esta florecita”. ¿De cuál de los dos habrá sido la idea?