No le conozco de nada, y muy poco de su literatura. Creo que alguna vez comencé Tuyo es el reino, pero no sé por qué la dejé.
Con Inventario secreto de La Habana (Tusquet Editores, 2004) todo ha sido diferente: ya la foto de cubierta me enganchó. Vino después, desde las primeras páginas, la belleza del texto sencillo, la envidia de haber querido escribirlo yo:
"¡Qué angustia hay que tener, Dios mío, para andar siempre de bailoteos, con la jarana y la sonrisa en los labios!"
"Me pregunté si no me había pasado la vida esperando, me pregunté más: ¿no sería que en La Habana todo se resumía a esperar, que La Habana se fundó para que todo el que naciera en ella se viera en la obligación de esperar?"
Como el anciano de la foto del cántabro Pedro F. Palazuelos, comencé a subir la escalera de los recuerdos de aquella ciudad. Y no pude detenerme. Descubrí que para Abilio y para mí algunas palabras tienen sentidos paralelos: Marianano, Obelisco, mar. Ambos llevamos 10 años residiendo en Barcelona. Creo que sin ser de ninguna parte, y sin añoranzas. Lo que ha sido, fue. Lo dejamos atrás resueltos, hastiados, porque el tiempo que no se vive no vuelve.
"Y es que en La Habana el tiempo avanza detenido, o no avanza. Somos quizá nosotros quienes intentamos deslizarnos por un inexorable muro de tiempo estancado".
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