sábado, 2 de julio de 2011

LA MUSA EN EL BAR

Entrevista realizada a Nelson Domínguez el 15 de junio de 1999


Las pelirrojas lo enloquecen. Y ella lo sabía. A alguien él le había contado, y esta persona a su vez lo siguió comentando, que de niño acompañaba al río a las hermanas Baldomero. Unas campesinas de piel blanquísima, pecas en la espalda y largos cabellos rojos. El pequeño les aguantaba la toalla cuando las Baldomero se iban a desvestir, pese a que el camino real apenas se veía a lo lejos. Nunca dejaba de asomar la cabeza para contemplarlas. A los siete años ciertas cosas son travesuras y cándidas curiosidades que no dejó de disfrutar.
Con esta ventaja para el encuentro, además de conocerlo por fotos, ella montó guardia en el bar que él frecuentaba. Durante varios días sacó confianza con los meseros. Necesitaba que todo pareciera casual. A la hora escogida, ya él estaría en su rincón: de espaldas a la entrada. Ella se le sentaría frente a frente. Aunque no quisiera, por muy meditabundo o distraído, tendría que verla. Y esa sería la perdición.
Llegó el 23 de septiembre, el cumpleaños de él. Ni ese día faltaba al bar. Allí parecía buscar, sobre las tres de la tarde, el oxígeno que escaseaba en la ciudad. Entraba, saludaba a todos, e iba directo a la mesa. Mientras amasaba el tabaco que iba a encender, el dependiente le traía el añejo. Esa tarde, sin él saberlo, todos aguardaban. La vieron acercarse, y él ajeno. Ella había retocado el tinte de su pelo, y para la ocasión lucía más alta.
Él era como en las fotos. Gordito, calvito, siempre con el tabaco. Lentamente, ella fue hasta el espacio de él. Lo primero que él sintió fue un perturbador y sedicioso perfume, más el ruido de unos tacones que se acercaban. Cuando la tuvo enfrente quedó sin saber qué hacer. Y primer error, lo inhabitual: pidió otro añejo y su vaso aún no estaba vacío.
Ella sabía que aquellas regadas hebras de pelo rojo lo sacarían de paso. En pocos minutos, era cuestión de mirarlo fijamente, lo tendría en su mesa. O él casi corriendo saldría del bar.
Pero se arriesgaría. Tanto había esperado. Comenzó por imitarlo y pidió un añejo para que su garganta ardiera. Intempestivamente se levantó... y fue hacia el baño. Demoró bastante en retocar el maquillaje. Nada como un hombre desesperado: las piensan después que las hacen.
Ya de nuevo en la mesa de ella, apuró un sorbo del añejo como quien lo toma todos los días. Logró no hacer ni una mueca. Y entonces lo saeteó con los ojos hasta... que él no pudo más.
-¿Podemos tomar juntos?
-Todos los añejos que quiera. Pero solo si ahora mismo me da una entrevista.

¿Cuándo tuvo la certeza de que iba a ser pintor?
La vocación se va definiendo con el tiempo. Uno tiene que hacer diversas cosas en la vida para darse cuenta exactamente cuál es la vocación por la que se va a decidir.
Sobre los 14 años me empezó a llamar la atención el modelado. Dio la casualidad de que al principio de la Revolución en la escuela que estudiaba, Camilo Cienfuegos, en Oriente, se pusieron a prueba muchos experimentos. Fue una época de idilio, de esperanza y de romanticismo. A veces he dicho que esa escuela fue el laboratorio de las escuelas al campo.
Ahí fue a parar Herminio Almendros con un sistema de imprentas manuales del tipo suelto, y empezamos a hacer nuestras composiciones. Grabados en linóleo; manejábamos todos los tipos y hacíamos pequeños libros. Creo que fue mi primer acercamiento a la gráfica. Además que cuando en los murales había que poner los personajes históricos, me gustaba dibujarlos.
Un pintor chileno, Capra, pasó por la Camilo Cienfuegos al principio de la Revolución. Pintó un mural sobre Martí en uno de los edificios de la escuela. Todas esas cosas fueron conformando para mí la existencia de algo que se llamaba pintura. También había un maestro chileno: Hugo Jaramilla; era como especie de un instructor; nos enseñaba en forma de talleres libres, íbamos a pintar por ahí con él, nos enseñaba a preparar telas. Era un hombre de mucho oficio; no creo que haya sido un gran artista, pero sí era un gran profesor, que a veces a los efectos del aprendizaje es más que un gran artista.
Terminé el séptimo grado en la Camilo Cienfuegos e inmediatamente pasé a estudiar en la Escuela Nacional de Arte, en el año 65. Estaba definido que eso era lo que me gustaba; ya aquello se había convertido en una enfermedad.

¿Confía en la inserción del arte cubano en el mercado?
No es nada extraño que se haya insertado ahora que tiene posibilidades. De hecho la pintura cubana siempre ha estado habitada por maestros muy importantes.
Hace unos diez años atrás, veinte, los pintores cubanos no estaban en la cuestión ni de la promoción, ni de participar en subastas, ni de levantar cotizaciones. Pintaban por necesidad, porque les gustaba; hacían exposiciones aquí y en el exterior.
Incluso cuando estudiábamos se nos planteaba que eso de vender el arte... que el arte no era una mercancía. Y creo que es una mercancía muy especial, sofisticada y diferente, que tiene otros ingredientes. Pienso que el artista debe verlo como mercancía una vez que terminó el cuadro; en el momento que lo está haciendo si piensa en eso, le sale barato.
Cuba se ha ido introduciendo, se han vendido Marianos, después de su muerte; Portocarreros. No me gustaría saber que la obra mía ha alcanzado precios en subasta estando yo muerto. Quisiera disfrutar eso, ni por la vanidad ni por el dinero, pero por lo menos por placer.

¿Qué sensación tiene cuando sabe que una obra suya está en subasta?
Primero te pones muy nervioso... Normalmente los pintores nunca van, no es conveniente, los galeristas no dejan que estés presente. Ellos inmediatamente se comunican contigo una vez que la obra sale en subasta.
Supuestamente voy a participar este año, en el mes de noviembre, en la subasta de Sotheby´s; he participado otras veces en Christie´s y la obra se ha vendido.
Pero tampoco me apuro por ese tema. Tampoco me gustaría engañarme a mí mismo. En las subastas si quieres tú mismo te puedes engañar; puedes crear condiciones para que una obra tuya salga en una cantidad de dinero. Lo que tienes es que mantener siempre, e ir in crescendo los precios. Es decir, si vendes hoy en 10 000 dólares, el año que viene si te sale en 11 000 o 12 000, está bien. Ahora, mal, si te sale hoy una obra en 50 000, porque fue un trabajo de pala como se dice, y ya después en años sucesivos la obra empiece a bajar.

Estuvo trabajando en Japón unos tres años...
Todavía estoy trabajando, a través del convenio con la UNEAC. Fui una vez invitado por la Unión de Pintores de Tokio, hice una exposición. Gustaron las obras, incluso en aquella ocasión se vendieron varias.
Después entré en contacto con una galería que se interesó, e hicimos un proyecto que dio resultado. Hasta el punto que no recuerdo cuánto, pero hace ya como cinco o seis años que estoy en este proyecto con Japón. Es un trabajo bastante serio, y estamos todavía en la fase promocional, de asentar el nombre, de hacerte presente, de participar más fuertemente.

¿Está satisfecho con su estudio en el centro de La Habana Vieja?
Te voy a decir una cosa: esto es para ricos. Si lo vamos a mirar así: jamás hubiese tenido la oportunidad de tener un espacio como éste, en un lugar como éste. Es parte de un proyecto alrededor de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Se extremaron conmigo, parece que pensaron que iba a llenar las expectativas de lo que se quería. Hasta ahora todo va bien. Al principio entregábamos el 30% de las ventas a una cuenta que iba a su vez a utilizarse para seguir restaurando la parte vieja de la ciudad. Ahora damos el 20%, teniendo en cuenta toda esto de los impuestos... porque cuando vienes a ver estás trabajando por gusto.

¿De dónde proviene el amor por la jardinería?
Por la naturaleza en general, por haber nacido en el campo. Nací en la Sierra Maestra, en la finca La Juva, eso queda entre Matías y Baire. Esa región pertenece a Santiago; antiguamente pertenecía a Granma.
Mi padre tenía fincas de café. Toda la vida, hasta los trece años, viví en puro campo, y trabajando. Eso de a veces sentirse rodeado de naturaleza es una forma de querer permanecer en aquellos lugares de la infancia que uno tanto añora, y muchos que no ha vuelto a ver más nunca.
Creo que en general también la naturaleza está muy cerca del arte. A veces sale una flor que no te explicas cómo pudo ser posible de un pequeño manojo de hierbas, de una planta cualquiera; un misterio.
De hace un tiempo hago bonsais. Soy una persona muy curiosa, me gusta... Eso no me roba mucho tiempo, al contrario. A veces cuando estoy así, un poco obstinado, me meto... Me hace desahogar mucho, descargar un poco de la monotonía de ciertas cosas.

¿Recuerda los amigos de la niñez y la primera parte de la adolescencia en la Sierra Maestra?
De muchos soy amigo todavía. Muchos están por aquí por La Habana, y los veo. También recuerdo muchos que no sé ni qué se hicieron; otros se quedaron viviendo en el campo. Teníamos equipos de pelota, y nos íbamos a los ríos cada uno con su caballo, y nadábamos. Son las cosas de la vida que nunca se te olvidan, detalles.
A veces pienso: caramba, si uno pudiera otra vez encontrarse con esa gente; tal vez sería un desengaño, porque el tiempo magnifica tanto las cosas que a veces es preferible que se queden en un recuerdo.

¿Qué significan sus hijos para Ud.?
Exorcizan el egoísmo del hombre. Una vez que tienes un hijo, ya la vida se convirtió en otra cosa, los centros cambian. Tú puedes ser centro para tu esposo, y tu esposo puede ser centro... El día que tienes un hijo, se convierte en el centro de los dos.
Los hijos son un placer muy grande. Los padres a veces quieren darle a los hijos lo que ellos no pudieron tener, o quisieran una formación más completa. Para los padres sus hijos siempre son los mejores.
El hijo es un regalo de la naturaleza. Uno nunca sabe lo que significa tener un hijo hasta que no te dice papá, o mamá. El primer día que un niño te dice papá o mamá, sientes algo que te centra la vida totalmente. Te conviertes en un satélite de él. Más nunca acabas con esa historia. La mayor mía ya terminó en el ISA, no se ha casado todavía, vive sola... Ya estoy preocupado, me está entrando el síndrome de abuelo. Pensando en qué tengo que buscarle...
Mientras vivía con la mamá, no me preocupé de esas cosas, pero ahora entiendo que hasta que coja su camino hay que ayudarla. Ahora mismo va a estar 45 días fuera de la escuela, hay que darle su dinero, va a preparar una exposición. No debe tener ningún tipo de preocupación.
En general, los hijos son un disfrute que no tienen comparación con nada. Y cuando se te van yendo, vas sintiendo una nostalgia muy extraña. Ellos se van, pero tú vas detrás de ellos.
¿Está al tanto del trabajo de los dos mayores, que se han dedicado al arte?
Inclusive estoy haciendo ahora un proyecto de exposiciones en el interior, que empezamos en Colón; a veces con Flora cuando ella ha podido.
Ahora hicimos una los cuatro en las Romerías de Mayo, hicimos una en Colón, en Varadero. Estamos intentando volver a repetirla en Sancti Spíritus, para que los vayan conociendo, un poco para presentarlos. Ya después que se las arreglen solos.

¿Cómo los valora? ¿Van bien? Sé que es difícil, pero olvídese que es el papá.
Creo que sí. Son dos cosas completamente diferentes, ni tienen que ver con su papá ni con su mamá. Y ellos entre sí tampoco tienen nada que ver. No es que tengan una personalidad, sino que han encontrado un camino, la puerta de un túnel. No vienen saliendo del túnel, sino que van entrando.
Son muy trabajadores; bueno siendo hijos de Flora y mío, pues lógicamente tienen que serlo, le hemos inculcado la importancia que tiene aprovechar al máximo el tiempo de la juventud, haciendo todo lo que hacen los jóvenes, pero también trabajando, como no lo hacen a veces muchos jóvenes. La juventud es exactamente cuando más se tiene que trabajar.

¿Conoce el arte cubano más joven?
Ha habido un cambio. Sustancialmente esta generación va a retomar la técnica; la de los 80 fue hacia un diálogo casi teatral del arte. Eso es una cosa que los diferencia mucho.
Si en una ocasión se habló de que la Generación de los 80 era muy prometedora, desgraciadamente ya no está aquí, anda por ahí dispersa. La del 90, curiosamente, se mantiene dentro del país, salen, entran, van, exponen. He visto con alegría que estos jóvenes están muy interesados en aprender, y por plantearse la solución de su obra desde un ángulo más profesional y más técnico.

¿Qué es Cuba para ND?
Como pintor, es mi mejor espacio, desde donde puedo dar a conocer mi obra al mundo.
Desde donde más me puedo hacer conocido en el mundo es desde aquí. Los propios gobiernos, los propios ministerios de Cultura, deben implementar ciertos recursos para la promoción de los artistas. Eso es muy importante.
Pocos estados en el mundo, entre ellos Cuba, dedica una parte del poco dinero que hay, para la promoción, de algún modo. A veces precariamente, pero lo hacen.
Siempre afuera he tenido la sensación de extranjero, resulta dolorosa a veces. Hasta influye en el momento de hacer una obra. Sentirse en su país es como en su casa, sentir la confianza de que no vas a tener... Tengo muchos amigos que viven fuera de Cuba; cuando voy a visitarlos me angustian: que si la letra del carro, que si la letra de qué se cuándo, que si el apartamento... Al final están en dos o tres trabajos que no tienen que ver nada con la pintura. Han salido de Cuba a pagar alquiler, a tener las tensiones directas del capitalismo. A muchos artistas que se han ido de Cuba, que los considero gente con un oficio y con unas capacidades potenciales, las han tenido que invertir en convertirse en un engranaje.
El propio Tomás, ha estado viviendo en México, en Miami, ya anda buscando la tranquilidad. Quiere irse a vivir a Costa Rica, a un lugar apartado, tiene otra vez la necesidad de tomar un paso más decidido por él.

¿De no ser pintor qué hubiese sido?
Muchas cosas... por ejemplo, empecé practicando deportes, fui futbolista; hasta el punto que iba a ir a Alemania a hacer una carrera de Medicina Deportiva. Después alguien más inteligente: "tú no vas a ningún lado, no te hagas idea..." Fue el entonces director de la Biblioteca Nacional, y también de la escuela donde yo estudiaba. “Cuando tú termines aquí, te voy a mandar para la escuela de arte”.
Fue prácticamente mi tutor, hizo lo que debía haber hecho mi padre porque él era un campesino y no tenía esa visión. Y él se dio cuenta que yo lo que tenía que haber estudiado era pintura.
Si no hubiera sido pintor, me hubiera gustado ser jardinero, cocinero...

¿Cree ser original?
La originalidad es una suma de otras originalidades. Esa gente que dice: yo soy original, lo mío es lo mío, y yo sí que no copio a nadie. Esas personas, primero son incultas, porque todos estudiamos, vamos a escuelas, nos enseña un profesor, nos enseña a ver, nos enseña técnica. Al final todo lo que sabemos fue lo que nos enseñaron.
Lo que uno lo va desarrollando y puede agregarle a esas cosas una visión más personal. Es un error --pienso yo-- considerar que uno nació de la nada.

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