sábado, 14 de abril de 2012

Azares

No le conozco de nada, y muy poco de su literatura. Creo que alguna vez comencé Tuyo es el reino, pero no sé por qué la dejé.
Con Inventario secreto de La Habana (Tusquet Editores, 2004) todo ha sido diferente: ya la foto de cubierta me enganchó. Vino después, desde las primeras páginas, la belleza del texto sencillo, la envidia de haber querido escribirlo yo:
"¡Qué angustia hay que tener, Dios mío, para andar siempre de bailoteos, con la jarana y la sonrisa en los labios!"
"Me pregunté si no me había pasado la vida esperando, me pregunté más: ¿no sería que en La Habana todo se resumía a esperar, que La Habana se fundó para que todo el que naciera en ella se viera en la obligación de esperar?"
Como el anciano de la foto del cántabro Pedro F. Palazuelos, comencé a subir la escalera de los recuerdos de aquella ciudad. Y no pude detenerme. Descubrí que para Abilio y para mí algunas palabras tienen sentidos paralelos: Marianano, Obelisco, mar. Ambos llevamos 10 años residiendo en Barcelona. Creo que sin ser de ninguna parte, y sin añoranzas. Lo que ha sido, fue. Lo dejamos atrás resueltos, hastiados, porque el tiempo que no se vive no vuelve.
"Y es que en La Habana el tiempo avanza detenido, o no avanza. Somos quizá nosotros quienes intentamos deslizarnos por un inexorable muro de tiempo estancado".

domingo, 8 de abril de 2012

Morirnos de amor y de ganas

Tuvo que venir él, para que yo volviese a La Habana. Con el pensamiento. Sintiendo sus canciones, en la Casa América de Catalunya (Còrsega 299 Entresuelo, 08008 Barcelona), entre viejos conocidos de la Lenin, creí volver a tener 20.
Gerardo llevaba dos años sin viajar, según confesó. Era su primer concierto en Barcelona. Cuando escuché Sábanas blancas, Cuidado cuando corres, o Giovanna, regresé a esa isla tan de él, tan de todos, pese a los perversos que se han obcecado en enseñarnos solo odio, recelos y a ver el enemigo en cualquier otro.




viernes, 6 de abril de 2012

Besos

Parecían salidos de un after. Se besaban caminando, sin parar, uno frente al otro. Ella iba de espaldas, subida sobre unos tacones tremendos. Él, de frente, incitaba. Con sus caricias me hicieron olvidar la aciaga ciudad que en estos días no reconozco. Se ha esfumado aquella Barcelona que me recibió a fines del 2001.
En la urbe del 2012, los políticos luchan por Eurovegas, la gente habla de cómo llegar a fin de mes, de desahucios, de la banca que permanentemente nos sigue robando a todos, de copiosos empresarios que se aprovechan de la crisis, de despidos. Y luego el eco de una machacona cantaleta: "el gobierno no quiere tomar estas medidas, pero no hay alternativas".
Mientras ella y él se siguen besando, ya lejanos, dejo de desvariar. Y vuelvo por fin a mi lectura. Amberes, Roberto Bolaño: "La mierda goteaba de las frases a la altura de los pechos, de tal manera que no puede seguir sentado y me aproximé a la barra".